Si alguno ha seguido mis relatos sabrá que son frecuentes mis salidas improvisadas.

La de ayer fue otra más de este tipo.

La tenía en la cabeza hace días,

esperaba disponer de un día entero para hacerla al completo, una de mar y montaña,

pero ese día completo se va retrasando

y ayer al salir del trabajo pensé que con algo más de 5 horas de luz, quizás tuviese bastante para hacer parte de la ruta.

Quería confirmar algunos tramos para lo que ha de de ser la II Sortida de Tardor, que propondré a finales de octubre.

Salí por autovía hasta Sant Vicenç de Torello, allí empezaba verdaderamente la ruta.

Sabía que sería una ruta solitaria, era lo que más me apetecía, al inicio dos señales eran premonitorias, prohibido vehículos más de 12 metros y límites de velocidad máximos.

Sin embargo el tramo hasta Sant Andreu de la Vola no lo pude disfrutar,

el marco magnifico, rodeado de robles, pero la carretera llena de frenadas de moto a la entrada de cada curva.

Algunas frenadas marcaban rectos de consideración, tanto que la tierra removida del talud, y los restos de plásticos, daban idea de las consecuencias del final del recto.

Aunque ni había tráfico (me acabaría cruzando con dos vehículos en casi 4 horas…) y mi ritmo no puede provocar una frenada similar ni por asomo, me sentí encogido.

Al llegar a Sant Andreu de la Vola, el asfalto esta impecable, nuevecito, aún sin pintar la raya, y es que la calzada se ha duplicado respecto al anterior tramo, y ahora puede haber incluso línea de separación.

Subía con alegría hacía Bracons, pasaba bajo las primeras hayas del camino, era una promesa de lo que me esperaba. Llegue a la collada, y allí entraba en territorio “amigo”,

rodeado de hayas y con la vista inmensa de la Garrotxa por delante hasta el Pirineo, empecé a temer los efectos secundarios de tanta “amistad”.

Si me fuese dado poder elegir un paisaje, en el que posar mis ojos, mientras la noche sin retorno vela mi mirada, seguro elegiría el paisaje de la Garrotxa en otoño.

Bajando Bracons, con las paredes de Santa Magdalena, Puig dels Llops, Sant Corneli sobre mi cabeza, empezaron a aflorar los recuerdos. Con los años se van acumulando, son como montañas de escombros, que se amontonan caóticas. Yo ayer iba construyendo sobre esas montañas, y sabía que mañana serían otra ruina y pasado mañana otro montoncito de escombros, donde quedaría el recuerdo de una curva, de un tramo, una sensación, nada más. Algunos, los más pesados resbalaban por mis mejillas mientras pasaba Can Trona y enfilaba hacía Castellfollit.

Tomé la carreterita que lleva a Oix y de allí a Beget, no era mi destino, aunque lo hubiese querido hacer, pero el sol implacable no detiene su camino y no tendría tiempo material. Tome el desvío hacía la Vall del Bac.

Kilómetros sin cruzar ningún pueblo, esa ruta, poco más que una pista asfaltada cruza todo el valle para llevarnos de la Garrotxa al Ripollés. Bosques de pino rojo, las laderas suaves de las colinas garrotxinas flanqueando, la carretera una culebrilla gris serpenteando entre un verde intenso, bajo un azul no menos intenso.

Salude a unos paisanos que paseaban, único signo de vida humana, como esas masias desperdigadas. Pare en varias ocasiones, quería oir los ruidos del entorno, sentir el sol en su caida, soñar con tumbarme en esos prados y parar el tiempo.

Así llegé al Mas del Mariner, dice la leyenda que lo construyo un marinero que huyo del mar, y allí encontró el lugar ideal, pues nadie había oído hablar nunca del mar.

El mar, como la moto, o la montaña, te lo puede dar todo, y a la vez arrebatártelo sin previo aviso y dejarte un vacio que no se puede llenar.

El lugar es magnifico, se abre a unas campas que lucían esplendidas.

Pensé que tal vez el relato de Humphrey me había hecho sentir el deseo de ese verde, y que quizás estaba allí por el.

Recordé también la canción del viejo marinero, el poema de Coleridge, al que puso música Iron Maiden, podría ser que aquel marinero que huía del mar, se alejase de él pero no pudiese huir de si mismo.
Alone, alone, all, all alone,
Alone on a wide wide sea!
Solo, solo, completamente, solo.
Solo en un ancho, ancho mar!
De nuevo sentí deseos de parar el tiempo, allí mirando aquel verde enorme, sintiendo la caricia del sol que declinaba, se podía oir el crujir del mundo girando lentamente.

De allí a Sant Pau Seguries, antes de llegar, me desvié hacía la collada de Capsacosta,

cruzada por una calzada romana. Recorde Albi Tibul y sus elegías, y a Lucrecio y a Ovidio y Horacio, entre unas curvas más que esplendidas,

con una bóveda verde que cubría la carretera, quiero imaginar que hubiesen escrito de haber conocido la sensación de rodar en moto. Por que en moto no es la vida la que te pasa por encima, eres tu quien te vas a por ella, y eso es lo que te hincha el corazón, y te hace sentirlo agitado.

De la Vall de Bianya me fui hacía Olot, y de allí a En Bas. Pase despacio, dejando a un lado los altos de Falgas, el castillo de Sant Miquel, y de nuevo los recuerdos parecían correr más que Bonny, y se me echaron encima.

Quizás fuera por eso que apreté un poco el ritmo,

encare la subida a Condreu con brio, fue el mejor tramo de la jornada,

Extasiante,

era capaz de creer que me había trasladado a alguna carretera de los montes vascos o navarros.

El hayedo a finales de julio exuberante como en la mejor primavera, y allí me emborrache de curvas y verde.

Ya bajando, llegando a Cantonigros, con el sol ocultándose, disfrute de los últimos paisajes antes de encarar hacía Manlleu y la autovía de nuevo. Y eso es todo, confirme algunos tramos para la Sortida de Tardor

y he añadido un buen montón de buenos recuerdos a mi bagaje con Bonny
