En mi caso, "señorito" es que necesito un mínimo de comodidades para poder dormir. Ese es mi problema principal, que si la cosa se tuerce un poco (en opinión de mi cuerpo y cerebro, que no debo controlar al 100%) no pego ojo.
Por poneros un ejemplo: en el Camino de Santiago, no duermo en toda la noche si me meto en un saco de dormir. En este caso no es un problema de ronquidos de los demás, ni de echar de menos mi cama, ni de que la almohada no es la de siempre; esas mariconadas las puedo superar sin problema. Es tan sencillo como que por la noche me muevo más que una culebra, y la restricción de movimientos del saco hace que no duerma nada de nada. Frikiladas mías, pero tras tras varias noches así, ya no disfruto del viaje, ni aunque me lleve en sidecar Pamela Anderson desnuda mientras observo plácidamente sus cántaros de miel ondear al ritmo de las vibraciones de un twin en "v".
En el caso del Camino, ya me he resignado a buscar alojamiento privado y no en los típicos albergues de peregrinos. En un viaje al Cabo Norte, o a la Patagonia, o a quién sabe andi, no sé qué haría.
Eso me recuerda que, puestos a hacer un viaje largo y exótico, mi prioridad es para un Santiago de Chile - Ushuaia - Buenos Aires. Quise hacerlo en bici cuando era más joven y loco, pero ahora, cerca de los 50, soy realista.Y me gustaría poder llevar mi propia moto, aunque supongo que eso ya es prohibitivo. Y por este viaje me divorcio, abandono a mis hijos, y me quedo sin dormir muchas noches.