Esta ruta era mi deseo des de hace mucho tiempo,

me apretaba hacerla,

sabía que necesitaba horas de luz y no podía esperar a la próxima primavera. Se trataba de hacer la costa des de Barcelona a Perpignan, entrando de nuevo por Prats de Molló y bajando por la Garrotxa.

El mal tiempo sigue concentrándose los fines de semana.

y no podría hacer una travesía por el Piri,

así que pase el sábado dedicado a tareas domésticas.

Esperaba que quizás el domingo los dioses me fuesen favorables y me permitieran salir y consumar mi deseada ruta.

Necesitaba otro favor de ellos,

que no hubiese lluvia,

mi neumático, convertido en slik,

lo necesitaba. Salí muy pronto, antes de las 06,

pensando en como me gustaría disponer de un boton, que me teletransportara, a fín de ahorrarme los tediosos km,s iniciales, cruzando la ciudad, y los de vuelta, sin ningún interés, cuando solo quieres llegar y te sobra el tráfico y el bullicio de la proximidad de una gran ciudad.

A esa hora, era noche cerrada, Selene sonreía, y Júpiter des de lo más alto me miraba complaciente.

Vi a Orion, el cazador de la noche, que tomará posesión del cielo invernal,

y que ya empieza a despuntar al alba, siempre manteniendo la distancia con el escorpión que le persigue.

Hasta Calella solo el recuerdo de haber hecho tantisimas veces esa ruta.

Cuando hace ya muchos años me estrenaba en lo de bucear,

era habitual. Recordaba la emoción de las primeras veces,

el corazon agitado y la esperanza del devenir, descubrir el mundo bajo el agua.

Pare en Calella, en un apartadero próximo al mar. Allí vi despuntar el sol,

imagine a Helios ungiendo los caballos de su cuadriga, que al abrirse las puertas del cielo, se lanzan a una carrera tan vehemente que solo el dios, es capaz de conducir.

Recordé a Faeton, su presuntuoso hijo, y como se hizo con las riendas del carro solar por un día, y a punto estuvo de quemar el mundo.

Cuanto Faeton tenemos entre nosotros.

Viendo los tenues rayos aparecer bajo el mar, sintiendo su tono entre rosado y anaranjado, se entiende claramente que en la Odisea se refiera siempre a la Aurora como la de rosáceos dedos.

Hermana del Sol, vuela con delicadeza anunciando su llegada.

Crucé Lloret cuando empezaba a despertarse, grupos de turistas esperando a los autobuses que los han de trasladar a lugares diversos. Guías, algunas guapísimas con cara de sueño, preparándose a repetir otra vez lo mismo.

La carretera de Lloret a Sant Feliu esplendida,

sin tráfico, fui parando en algún aparte. La vista de Tossa preciosa,

en una cala se mecía un velero, habría pasado allí la noche, y despertaba a un día radiante, con un mar radiante. Imagine una pareja,

después de una noche enzarzados en los combates de Venus, viendo despuntar el día, adormecidos con el sabor de sus cuerpos en los labios.

El mar, que tiene todas las caras del amor, les devuelve la más amable, un mar placido y sereno de un azul deslumbrante. Me pareció sentir el frágil aleteo del niño de las flechitas,que esquivo eres conmigo cabroncete

. Como decía Ovidio en sus Amores; Militat omnis amans, cada amante es un soldado; Militiae species amor est El amor es una especie de milicia. ¡Apartaos los que seáis flojos! Estas enseñas no deben ser defendidas por gentes pusilánimes. Noches, borrascas, largos caminos, crueles dolores y toda clase de trabajos entran en este campamento del placer. Y yo añadiría a los trabajos, los errores, no los imprevisibles, si no los previsibles que no podemos evitar de cometer, sobre todo en asuntos amorosos.
De Sant Feliu de Guixols, seguí hacía Torroella de Montgrí, un paisaje muy familiar. Cruzando la población, iba delante un scooter, dos mujeres, su aroma me cautivo.

Por todos los dioses,

si hay algo especialmente sugestivo en la cercanía a una mujer es su aroma, y una de aquellas dos me hizo izar las enseñas dispuesto a enrolarme en la milicia de Ovidio

. No sería la única vez. Ya en Francia, al cruzar pequeñas poblaciones, sentía el aroma de los perfumes de mujer.

La mujer francesa se arregla, sabe sacarse partido, con su ropa, con su sonrisa, con su forma de contonearse, sutil y a la vez contundente.

Condenado pequeñajo de las alitas, como me torturas así?.

Tome camino de Roses, pase junto a Empuries, lugar de desembarco de los dioses griegos, allí empezamos a ser griegos nosotros también.

De Roses ya enfile hacía Cadaques, subía adelantando algún autocar, viendo como el mar quedaba a mis pies. Disfrute de la luz, del azul aún lejano, de las rocas y de la carretera que serpentea entre ellas.

Baje al Port de la Selva, y allí desmonte, lleve a Bonny junto a la playa. El mar, aquel mar me hechizó, como hacía tiempo no me sentía cautivado.

El mar, es como una amante, siempre te sorprende, te invita, o te rechaza con un gesto. En el mar están las mil formas del amor, la placidez, la furia de la pasión, el desden, el deseo.

Entras en él, como en esa amante que es tu refugio, y cada vez, es una primera vez, y nunca dejas de descubrirlo.

Me acompañaba des de Mataro, en la negra noche y ahora me acompañaría por toda la costa. Resplandeciente, en su fondo Poseidon, señoreando en sus dominios. Esperaba de él que no me impusiera el cruel destino de Ulises, vagando 10 años por los mares antes de volver con su amada Penelope.

Del Port de la Selva hacía Llança, y no podía apartar mi mirada de aquel mar, que batía las negras costas. Hubiese parado cien veces, pare alguna,

y me hubiese hundido en aquella espuma, me sentía afortunado, pensaba, que quizás yo era el único que miraba aquel horizonte azul, con el corazón desbocado.

Quien sabe?, quien sabe cuantos corazones se agitan ante las azules olas?.

En aquel momento sentí también envidia, una pareja paseaba distraída del mar, pero pendiente de sus miradas y sus manos jugando entrelazadas, y seguro con sus corazones palpitantes. La vista de aquel mar merecía ser compartida, y el latido también.

Continué hacía Colera, Port Bou, y entré en Francia, cruzándome con franceses en moto que entraban en España.

En Cotlliure los viñedos casi acariciaban el azul del mar, pare junto a unos acantilados, sentí el rumor de las olas, la canción que repiten una y otra vez, ora como un lamento, ora como un mantra, ora como el latido del corazón de los enamorados que quedaron atrás.

Mi intención era seguir hacía Le Boulou, y entrar por Prats de Mollo, haciendo un buen tramo de montaña. Llegando a Le Boulou, las montañas del fondo eran azotadas por la ira de Zeus,

se acumulaban las nubes de tormenta, y podía distinguir las cortinas de agua. Con mi neumático en tan deplorable estado debía huir, así que di media vuelta dispuesto a volver por donde había venido.

En otra ocasión intentaría la ruta completa. Aproveche para parar en el pueblo de Cotlliure, me acerque a su playa, veia gente en las terrazas, paseando, disfrutando de lo que empezaba a ser una tarde prometedora.

Volví a parar en Port Bou, a la salida, en un lugar solitario con vistas esplendidas al mar.

Allí me alcanzaron las raudas nubes que me enviaba Zeus.

Me acompañarían sus gotas como flechas hasta Cadaques, pensé que Zeus no permitía me saeteara el niñito burlón de las alitas y las flechitas, y si lo hacía con su lluvia y su rayo

. Sonaban los truenos, y el cielo parecía volver a la noche. Me sentí tranquilo, incluso agradecido, me apetecía ese ambiente más intimo después de tanta luz. Llegue a Cadaqués, no llovía, y me decidí a ir hasta el Far de Cap de Creus. La carretera mojada, las piedras mojadas, reflejaban la tenue luz que se abría paso con timidez entre las nubes. Todo era más verde, y más gris, la roca más roca y el mar más mar.

En el Far recordé a los Trincats que intentaron el reto de hacer en una jornada de allí hasta Fisterra.

Lastima, es un reto que me apetece, me apetece viajar a Fisterra a la par que el Sol, y sentir su declinar en la costa da morte, que debe su nombre no a los accidentes navales, sino por ser el lugar donde muere el sol. Un día lo haré, quizás solo, quizás con otros, pero de entre esos otros, no puede faltar Gonçal.

La tormenta me había adelantado e iba regando mi camino de vuelta. Ya no me llovía encima, pero el camino estaba empapado. Aún así, decidí volver por la carretera de Sant Feliu a Lloret.

El sol de la tarde me acompañaba, resplandecía el verde de los pinos que se tienden junto al mar. Lucía el mar sus galas, con un azul que absorbía la mirada.

Allí sentía que marchaba el día, que mi ruta tenía un fin muy próximo.

Pedí a Chronos que retrasase su avance, que volteara su reloj de arena, que cediera a su guadaña un descanso,

pero sabía de la fuerza de Ananke y ella se impuso con firmeza. El día llegaba a su fin, era el momento de que Helios volviese a las cuadras a sus furiosos caballos, y el momento en que yo anochecido, volvía a casa. La negra noche era menos negra por el recuerdo de tanta luz, de tanto mar.

Casi 700 km,s después sería yo el que volvería a Bonny a su merecido descanso, agradecido

y más enamorado de ella que al partir.

. No me concedieron los dioses el favor de una jornada sin lluvia,

pero me concedieron sortearla con habilidad y regresar,

me dieron la oportunidad de esperar otros combates, en la carretera y quizás en el amor

.
