Día 13. Sighisoara - Timisoara. 491km - 15h?
Puf! Menudo día nos espera!! Si algo hemos aprendido en esta semana es que los kilómetros por estos paises cuestan... y 490 km son palabras mayores. Pero... ¿quién dijo miedo?
Cualquier problema de horario se soluciona madrugando más, así que nos pegamos el madrugón padre. Empujamos la moto fuera de la zona de tiendas para no despertar a la tropa, que no son horas, y abandonamos Sighisoara!
Hay que decir que ser Sighisoara y Timisoara ciudades importantes, junto al hecho de que ya no estamos en el wild south, la comunicación entre ellas es mejor, con carreteras medio-bien.
Cruzamos un sin fin de pueblecitos
Carreteras estilo nacional de los '80, como ya hemos nobrado en múltiples ocasiones
En ciertos pueblos encontramos incluso cajeros, todo un lujo!
Pero no todo es bullicio y poblaciones, también hay tiempo para el sosiego y la contemplación mientras se ven los kilómetros pasar
Aunque las zonas industriales se suceden. Pueblecitos que parecen haberse edificado para alojar a los trabajadores son bastante frecuentes al borde de la carretera. Sin sentido, cochambrosos y tristes
La primera parada del día la haremos en el yacimiento de Sarmizegetusa. ¿Qué es eso? Me alegro de que me hagas esa pregunta... Cuando buscábamos aliño para esta etapa, Urmila encontró esta curiosidad. Sarmizegetusa fue el centro político, militar y religioso más importante de los dacios, los antiguos pobladores de lo que es ahora Rumanía, antes de que los romanos se los cepillasen. Para visitar los restos de la ciudad nos desviaremos unos 15 km de nuestra ruta, no mucho, no?
Bueno, no fue demasiada sorpresa encontrarnos con que el camino que conduce al yacimiento no estuviese asfaltado, así que para dentro.
Lo que en las fotos puede parecer una apacible pista sencillita fue en realidad una maldita odisea esquivando agujeracos en el suelo, menos mal que era ancha. Hablo de agujeracos de estos que sacuden toda la moto y hacen padecer por la integridad del conjunto de las maletas, sobre todo del topcase. Además, no puedo ponerme de pie porque le pondría todo el culamen en la cara a Urmila y ella tampoco va a ponerse de pie, osea que toca esquivar los que podamos y comernos el resto de baches.
Como mucho alcanzaríamos los 40km/h y pasábamos a los coches como si fuésemos a 200. Claro, ellos no tenían tan fácil el esquivo y ya habían trozos de plásticos de algún morro de algun coche cuyo conductor pecó de osado.
Por suerte es pronto y todavía no hay demasiado tráfico, así que para arriba!
Y digo arriba, sí, porque aunque las fotos que veis son en llano, de pronto empezó a subir y subir tanto que algunos coches se pensaron si continuar. Nosotros como somos unos overlanders, de pastel, pero overlanders no desfallecimos y coronamos sin problema.
Eso sí, con los empastes sueltos y cansados. Nos había costado subir al menos 40 minutos! Pensábamos tomarnos nuestro tiempo de relax aquí, pero se nos estaba yendo mucho la hora. Aun así decidimos entrar, dar un vistazo, que se nos pasasen los calores y retomar la etapa.
En este viaje estrenamos estos tirantes tan reshulones para poder andar sin escaldarnos
Cuando nos encontramos con fuerzas y habiendo comido algo, deshicimos la pista. Ahora que ya me sabía las zonas buenas y las malas, creo que fuimos mucho más rápido, pese a que el número de coches que subían se había multiplicado, lo que provocaba una polvareda tremenda cuando se juntaban dos o tres!
Nuestros colegudos del camping de Sighisoara nos contaron una tendencia de los gitanos rumanos ricos. Parece que han desarrollado un estilo arquitectónico propio: unas mansiones de aúpa con techos tipo pagoda de hojalata. Por lo visto, existe un pueblo muy muy famoso que atrae a muchos turistas llamado Strehaia que es el máximo exponente de este estilo (lástima no haberlo sabido antes). Bueno, el caso es que nos encontramos sin quererlo con uno de estos pueblos en plena construcción
Cuantas más pagodas más chulo eres
Lo nuevo y lo viejo... Esto sí que es empezar la casa por el tejado
Seguimos carretera y manta! El calor se está volviendo extenuante y nos estamos quedando sin agua.
Por fin llegamos a la última parada antes de llegar al destino: el castillo de Corvin.
Al llegar nos quieren cobrar por el parking. Ya se encarga la poli de que no aparques donde no debes. Nosotros encontramos un caminucho donde hay coches aparcados y hacemos lo mismo en un huequecillo. Nos desprendemos de toda la ropa que podemos, da miedo ponerse al sol. Nos enfundamos las gorras y vamos para allá!!!
Buf! Qué calorazo, no se puede estar! Entramos en el recinto y lo primero que hacemos es proveernos de agua fría! Nos tiramos en la sombra del único árbol que hay a beber y a descansar mientras escuchamos musiquita chillout de una tiendecita... pero no es suficiente para que nos atrevamos a continuar, así que nos compramos un helado y dejamos pasar unos minutos más.
Finalmente nos armamos de valor y nos acercamos al castillo. Precioso!
Lógicamente se paga entrada y hay un buen recorrido. Hacemos balance, considerando el calorazo, el gentío que hay, las horas que son y lo lejos que estamos del destino todavía... decidimos dejar la visita estar. Nada, que nos vamos a ir de Rumanía sin ver un castillo por dentro
El resto del día no tiene mucho interés narrativo; carreteras más o menos buenas, con más o menos tráfico con un calor demencial. Se va haciendo casi de noche cuando llegamos a Timisoara. No nos dio tiempo a ver absolutamente nada de la ciudad porque nos quedamos en el camping que hay a las afueras y no salimos.
De hecho llegamos muuuy cansados. Yo creo que es el peor día en cuanto a cansancio de todo el viaje. Estuvimos valorando no llegar al destino y buscar algo de camino, pero la etapa del día siguiente también prometía, así que había que intentarlo.
Todo para llegar al que llamamos "el camping triste", podéis visitar su web
http://www.campinginternational.ro
Imagino que se juntó con nuestro estado de ánimo, pero tenía una pinta de haber sido un camping guay hace 20 años pero ahora sólo quedaba lo que quedaba. Un salón comedor - baile cerrado, parcelas completamente peladas de cesped y llenas de agujeros, casetas cochambrosas, los clientes huraños y silenciosos, no se oía ni una alma... Y NO TENÍAN CERVEZA
Nos tocó cruzar peligrosamente la avenida de entrada a la ciudad para comprar agua, nestea para hidratarnos y cervezas y papas para alegrar la situación.
En fin, que no nos quedaron ganas de ir a cenar a la ciudad, nos acostamos todo lo pronto que pudimos y mañana será otro día, sólo esperemos que la puerta esté abierta porque vamos a madrugar mucho!