Desde Junio que no he podido salir de ruta, por muchos motivos personales, y eso hacia que los días en los que me acordaba lo feliz que era cabalgando la tigresa se me agriara el carácter.
Durante estos meses la he mimado como a un cachorro, sacándola a pasear todas las semanas, aseándola y dándole caricias de cera. Vamos! Que cariño no le ha faltado, para ella supongo que sería suficiente pero yo necesitaba que mi cuerpo se acordara de que gusto tiene el dolor de posaderas, que las cervicales empiecen a llamar a tu espalda incluso recordarte que tienes que hacer ejercicio porque tus brazos ya no soportan el castigo del embrague.
El día de resarcirme de toda esta crisis de identidad llegó este martes 7 que quedé con Javi para salir almorzar. La noche anterior ya limpié la maletas que con mucha vergüenza aún llevaban mosquitos de Austria.

El tiempo fue generoso y la temperatura subió considerablemente haciendo que pasáramos calor a lo largo de la mañana.
Esperando en la gasolinera me dio por pensar que haría el día que esta moto me diga basta, no quiero-necesito una moto más grande, no necesito una moto más ligera porque no soy ningún galáctico de la velocidad, no necesito …., si necesito … joder que lio no se lo que quiero, bueno si, seguir así hasta que me enamore de nuevo.

La ruta fue esta:
http://maps.google.es/maps?f=d&source=s ... e=UTF8&z=9
Nada más ponernos en marcha me sentí más oxidado que un palo de escoba, la inactividad no perdona, aunque no se olvida nunca pero si que se pierde habilidad. Si a esto le añadimos que la carretera estaba mojada le sumamos un plus de tensión.
El almuerzo fue en Pinell de Brei, para llegar ahí lo hicimos por Gandesa, curvas de sobras conocidas en esta zona. Nos deleitamos con unas suculentas carnes a la brasa en Can Lluis, restaurante muy recomendable para los carnívoros.


De aquí bajamos hasta la costa por Rasquera y el Perello, para volver al interior en Hospitalet del Infant. Cuando el suelo nos daba un respiro en forma de sequedad nos dábamos una alegría animando el ritmo pero fue un querer y no poder, jeje.
Cuando entramos al Priorat por Falset la humedad fue en aumento y nos hizo salir inmediatamente de allí, aunque el gusto por esa zona no me lo quita un día así.
Y ya la vuelta fue toda por la Nacional disfrutando de la poca circulación.
No ha sido una gran ruta, ni ninguna proeza, pero a mi me ha sentado como si hubiera llegado al fin del mundo. Con cosas así, te das cuenta lo que valen las cosas pequeñas. Una buena conversación con un amigo frente a un café vale más que muchos kms de curvas
Espero no haberos aburrido mucho, un abrazo