En fin, que rápidamente alcanzamos los amplios pastos que sirven de frontera invisible entre los concejos de Teverga y Yernes y Tameza. Dolinas, afloramientos calizos y hondonadas conforman un paisaje kárstico absolutamente caótico que, en época estival, es un hervidero de cabezas de ganado vacuno y caballar. La carretera recorre, bajo el pico Caldoveiro, de punta a punta estas extensas praderías a la vez que se va degradando. Agujeros, montones de grava, tramos helados… que no harán sino empeorar drásticamente al entrar en tierras de Yernes y Tameza. El descenso por esta vertiente se deteriora de año en año y, con la XC, lo disfruto un montón. Hayedos y tierras de pasto conforman un paisaje idílico para el visitante, imagino que no tanto para el residente. Malas comunicaciones y escasos servicios son la tónica dominante en gran parte de la Asturias rural. Y os aseguro que esta es una zona “muy” rural.
Yernes y Tameza es, junto con Pesoz, el concejo con menor población del Principado, sus cinco o seis pueblos a penas muestran casas ocupadas. Las chimeneas no “tiran” y las caleyas de sus pueblos aparecen totalmente desiertas. Hace un puñado de décadas estos pueblos rezumaban vida, hoy agonizan ante un futuro incierto.
Nos desviamos del itinerario habitual para cruzar Yernes y, de allí, dejarnos caer al valle del río Cubia hasta llegar a la villa de Grado. Como el sol aún nos otorga una hora más de luz, decidimos posponer “la parada del café” y rodar unos kilómetros hacia Las Regueras y Llanera donde pondremos punto y final a la ruta vespertina.
Estos itinerarios de apenas cien o ciento cincuenta kilómetros “non-stop” te dan una idea de la variedad de paisajes que puedes contemplar en una breve salida. Un lujo la compañía y un lujo el itinerario. Así, es un placer saltarse la hora de la comida
