UNA HISTORIA DE AQUÍ, POR CAPÍTULOS
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Re: HISTORIA DE AQUÍ, POR CAPÍTULOS
Los apellidos aparecen sobretodo en la tecnoestructura del estado, judicatura, universidad, y en empresas del Ibex, principalmente financieras, de energía y telecomunicaciones. Recientemente se han publicado estudios de gente joven que no ha tenido intereses en la Transición pero que la están sufriendo.
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Re: HISTORIA DE AQUÍ, POR CAPÍTULOS
Asi es desde ,al menos, el siglo XIX , el Siglo de los Inventos.
La transicion fue sufrida por todo aquel que estaba en la Sociedad Activa española. El tardio fascismo se parapetó para poder sobrevivir tras un inflacion galopante en la que los Convenios Colectivos eran firmados con varios puntos por encima del IPC de lo que doy fe, tenia en 1975 28 años y pagaba mi primera hipoteca.
Vivia en Barcelona aunque no venga al caso.
Los Pactos de la Moncloa con la primera perdida de derechos laborales que vinieron a continuacion, imaginate lo que pensabamos los que lo sufrimos. Con la perspectiva que te da la historia y con muchos mas datos que comparar, hoy dia soy de los que pienso que fueron necesarios. Aquello era una locura.
Santiago Carrillo en su viaje a los USA, prometio que CCOO no provocarian conflictoa laborales a la GM con la , aun no decidida, implantacion en España de la fabrica Opel en España.
De hecho fue Carrillo el impulsor definitivo de esa fabrica. Imaginate lo que pensabamos los trabajadores por cuenta ajena de CCOO.
El debate era Reforma o Ruptura, el miedo al sonido de los sables fue la excusa para que fuera finalmente la reforma la ganadora del debate y de nuevo Lampedusa aparecio de nuevo.
Ese miedo a los sables era una falacia ya que los militares estaban encantados con pertenecer a la OTAN y los nuevos "juguetes" que disfrutarian, incluso un grado mas en el Generalato para acomodar los grados a los ejercitos de la OTAN.
Se trataba de una enorme chapuza la muy mal llamada transicion democratica española. Todo siguio igual , el Señor Martin Villa con sus gafas de cegato, ha seguido veraneando en Villafortuny (a un paso de Cambrils) muchos años; aquel Gobernador Civil del tardio franquismo.
Quien asesino a Bultó y al Alcalde Viola y si nos metemos en camisa de once varas, quien puso la bomba de La Escala en BCN..???
Que ha sido de esas fantasmales Bandas terroristas de aquellos dias.
Donde esta la "maravillosa" transicion de la que habla y hablara hasta quedarse sin saliva nuestro "cartagenero" amigo...???
Al pueblo español se la clavaron atravesada con la promesa de ser "europeos" y los pobres se creian que todos los alemanes conducian un BMW y que su soñada españa en el entorno que le correspondia traeria una pais moderno y federal en la que los habitantes de Castilla la Mancha (mi comunidad, por eso lo digo) aportaria una cantidad similar por habitante en concepto de IVA al Tesoro publico similar al de cualquier otra comunidad española.
Y todo sigue en manos de los vastagos de la Plutocracia española, la mayoria de ellos antiguos indianos que volvieron con mucho dinero de hacer las americas antes del desastre del 98´.
Sobre las familias formaqdas por los Grandes de España, bastante mermados ya en sus cuentas bancarias, no cuentan tanto como sus titulos , me refiero a otros apellidos que durante decadas se han encargado de poner a sus vastagos en cualquier lugar del abanico politico y sobre todo a los menos "capaces", por no decir los mas tontos de esas familias en puestos politicos ya que el control del dinero no se le debe dejar a cualquiera aunque sea tu propio hijo.
Nadie podra ascender hasta un tope ya establecido por la "clase social" dominante si antes no ha recibido el espaldarazo de los que siempre han mandado en España.
Que se lo cuenten al difunto Ruiz Mateos cuando sus ganas de ser uno de los grandes de la banca española fue rechazada por un Selecto Club , un muy discreto (catalan) Presidente de la Patronal Bancaria y de unos hermanos tambien catalanes ,todos ellos colegas de esa Secta llamada Opus .
Para semejante desfenestracion (literalmente tirar por la ventana) , la de Ruiz Mateos se utilizo a un Social democrata que anuncio al principio de su mandato que el de niño dormia en sabanas de seda.
Bajo el amparo de la Escuela Sevillana del antiguo ISIDORO de la clandestinidad.
Hariamos este post mucho mas largo si incluyera apellidos castellanos, cantabros y vascos en el meollo del poder bancario español,de la energia o del Ibex 35.
Amancio Ortega no es ni de lejos el tipo mas poderoso de España.
En la saga cinematografia de El Padrino se puede entender muy bien como funciona el poder verdadero, se le asigna un tope y no se permite bajo nigun concepto una subida mayor.
Abrazotes.
Juan
La transicion fue sufrida por todo aquel que estaba en la Sociedad Activa española. El tardio fascismo se parapetó para poder sobrevivir tras un inflacion galopante en la que los Convenios Colectivos eran firmados con varios puntos por encima del IPC de lo que doy fe, tenia en 1975 28 años y pagaba mi primera hipoteca.
Vivia en Barcelona aunque no venga al caso.
Los Pactos de la Moncloa con la primera perdida de derechos laborales que vinieron a continuacion, imaginate lo que pensabamos los que lo sufrimos. Con la perspectiva que te da la historia y con muchos mas datos que comparar, hoy dia soy de los que pienso que fueron necesarios. Aquello era una locura.
Santiago Carrillo en su viaje a los USA, prometio que CCOO no provocarian conflictoa laborales a la GM con la , aun no decidida, implantacion en España de la fabrica Opel en España.
De hecho fue Carrillo el impulsor definitivo de esa fabrica. Imaginate lo que pensabamos los trabajadores por cuenta ajena de CCOO.
El debate era Reforma o Ruptura, el miedo al sonido de los sables fue la excusa para que fuera finalmente la reforma la ganadora del debate y de nuevo Lampedusa aparecio de nuevo.
Ese miedo a los sables era una falacia ya que los militares estaban encantados con pertenecer a la OTAN y los nuevos "juguetes" que disfrutarian, incluso un grado mas en el Generalato para acomodar los grados a los ejercitos de la OTAN.
Se trataba de una enorme chapuza la muy mal llamada transicion democratica española. Todo siguio igual , el Señor Martin Villa con sus gafas de cegato, ha seguido veraneando en Villafortuny (a un paso de Cambrils) muchos años; aquel Gobernador Civil del tardio franquismo.
Quien asesino a Bultó y al Alcalde Viola y si nos metemos en camisa de once varas, quien puso la bomba de La Escala en BCN..???
Que ha sido de esas fantasmales Bandas terroristas de aquellos dias.
Donde esta la "maravillosa" transicion de la que habla y hablara hasta quedarse sin saliva nuestro "cartagenero" amigo...???
Al pueblo español se la clavaron atravesada con la promesa de ser "europeos" y los pobres se creian que todos los alemanes conducian un BMW y que su soñada españa en el entorno que le correspondia traeria una pais moderno y federal en la que los habitantes de Castilla la Mancha (mi comunidad, por eso lo digo) aportaria una cantidad similar por habitante en concepto de IVA al Tesoro publico similar al de cualquier otra comunidad española.
Y todo sigue en manos de los vastagos de la Plutocracia española, la mayoria de ellos antiguos indianos que volvieron con mucho dinero de hacer las americas antes del desastre del 98´.
Sobre las familias formaqdas por los Grandes de España, bastante mermados ya en sus cuentas bancarias, no cuentan tanto como sus titulos , me refiero a otros apellidos que durante decadas se han encargado de poner a sus vastagos en cualquier lugar del abanico politico y sobre todo a los menos "capaces", por no decir los mas tontos de esas familias en puestos politicos ya que el control del dinero no se le debe dejar a cualquiera aunque sea tu propio hijo.
Nadie podra ascender hasta un tope ya establecido por la "clase social" dominante si antes no ha recibido el espaldarazo de los que siempre han mandado en España.
Que se lo cuenten al difunto Ruiz Mateos cuando sus ganas de ser uno de los grandes de la banca española fue rechazada por un Selecto Club , un muy discreto (catalan) Presidente de la Patronal Bancaria y de unos hermanos tambien catalanes ,todos ellos colegas de esa Secta llamada Opus .
Para semejante desfenestracion (literalmente tirar por la ventana) , la de Ruiz Mateos se utilizo a un Social democrata que anuncio al principio de su mandato que el de niño dormia en sabanas de seda.
Bajo el amparo de la Escuela Sevillana del antiguo ISIDORO de la clandestinidad.
Hariamos este post mucho mas largo si incluyera apellidos castellanos, cantabros y vascos en el meollo del poder bancario español,de la energia o del Ibex 35.
Amancio Ortega no es ni de lejos el tipo mas poderoso de España.
En la saga cinematografia de El Padrino se puede entender muy bien como funciona el poder verdadero, se le asigna un tope y no se permite bajo nigun concepto una subida mayor.
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La soledad es la mejor compañia para un hombre, la naturaleza y su moto.
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Re: HISTORIA DE AQUÍ, POR CAPÍTULOS
Una historia de España (XC)
Y así llegamos, señoras y caballeros, a la mayor hazaña ciudadana y patriótica llevada a cabo por los españoles en su larga, violenta y triste historia. Un acontecimiento que –alguna vez tenía que ser– suscitó la admiración de las democracias y nos puso en un lugar de dignidad y prestigio internacional nunca visto antes (dignidad y prestigio que hoy llevamos un par de décadas demoliendo con imbécil irresponsabilidad). La cosa milagrosa, que se llamó Transición, fue un auténtico encaje de bolillos, y por primera vez en la historia de Europa se hizo el cambio pacífico de una dictadura a una democracia. De las leyes franquistas a las leyes del pueblo, sin violencia. «De la ley a la ley», en afortunada expresión de Torcuato Fernández Miranda, uno de los principales consejeros del rey Juan Carlos que timonearon el asunto. Por primera y –lamentablemente– última vez, la memoria histórica se utilizó no para enfrentar, sino para unir sin olvidar. Precisamente esa ausencia de olvido, la útil certeza de que todos habían tenido Paracuellos o Badajoz en el currículum, aunque la ilegalidad de los vencedores hubiese matado más y durante mucho más tiempo que la legalidad de los vencidos, impuso la urgencia de no volver a repetir errores, arrogancias y vilezas. Y así, España, sus políticos y sus ciudadanos se embarcaron en un ejercicio de ingeniería democrática. De ruptura mediante reforma. Eso fue posible, naturalmente, por el sentido de Estado de las diferentes fuerzas, que supieron crear un espacio común de debate y negociación que a todos beneficiaba. Adolfo Suárez, un joven, brillante y ambicioso elemento –era de Ávila– que había vestido camisa azul y provenía del Movimiento, fue el encargado de organizar aquello. Y lo hizo de maravilla, repartiendo tabaco, palmadas en la espalda y mirando a los ojos al personal (fue un grande entre los grandes, a medio camino entre nobleza de espíritu y trilero de Lavapiés, y además, guapo). Respaldado por el rey, auxiliado por la oposición –socialistas, comunistas y otros partidos–, apoyado por la confianza e ilusión de una opinión pública consciente de lo delicado del momento, Suárez lo consiguió con cintura e inteligencia, sometiendo al Búnker, que aún mostraba peligrosamente los dientes, y encajando también, además de la asesina reticencia de la ultraderecha, los zarpazos del imbécil y criminal terrorismo vasco; que parecía, incluso, más interesado en destrozar el proceso que los propios franquistas. Fue legalizado así el Partido Socialista, y al poco tiempo también el Partido Comunista, ya en pleno e irreversible proceso hacia la libertad. Un proceso complejo, aquél, cuyas etapas se fueron sucediendo: Ley de Reforma Política, aprobada por las Cortes en 1976 y respaldada por referéndum nacional, y primeras elecciones democráticas en 1977 –¡España votaba de nuevo!–, que filtraron la sopa de letras de los nuevos y viejos partidos y establecieron las fuerzas principales: Unión de Centro Democrático, o sea, derecha de la que luego saldría Alianza Popular (165 escaños, a 11 de la mayoría absoluta), PSOE (118 escaños) y Partido Comunista (20 escaños). El resto se agrupó en formaciones más pequeñas o partidos nacionalistas. Todo esto, naturalmente, hacía rechinar los dientes a la derecha extrema y a los generales franquistas, que no vacilaban en llamar a Juan Carlos rey perjuro y a Suárez traidor fusilable. Y ahí de nuevo, los cojones –las cosas por su nombre– y el talento negociador de Adolfo Suárez, respaldado por la buena voluntad de los líderes socialista y comunista, Felipe González y Santiago Carrillo, mantuvieron a raya a los militares, los cuarteles bajo un control razonable y los tanques en sus garajes, o en donde se guarden los tanques, superando los siniestros obstáculos que el terrorismo de extrema derecha (matanza de Atocha y otras barbaries), el de extrema izquierda (Grapo) y la cerril brutalidad nacionalista (ETA) planteaban a cada paso. Y de ese modo, con la libertad cogida con alfileres pero con voluntad de consolidarla, abordamos los españoles el siguiente paso: dotarnos de una Constitución que regulase nuestros derechos y deberes, que reconociese la realidad de España y que estableciera un marco de convivencia que evitase repetir errores y tragedias del pasado. Y a esa tarea, redactar la que sería la Carta Magna de 1978, se dedicaron los hombres –las mujeres iban apareciendo ya, pero aún las dejaban al extremo de la foto– mejores y más brillantes de todas las fuerzas políticas de entonces. Con sus intereses y ambiciones, claro; pero también con una generosidad y un sentido común nunca vistos en nuestra Historia.
[Continuará].
https://www.zendalibros.com/una-historia-espana-xc/
Y así llegamos, señoras y caballeros, a la mayor hazaña ciudadana y patriótica llevada a cabo por los españoles en su larga, violenta y triste historia. Un acontecimiento que –alguna vez tenía que ser– suscitó la admiración de las democracias y nos puso en un lugar de dignidad y prestigio internacional nunca visto antes (dignidad y prestigio que hoy llevamos un par de décadas demoliendo con imbécil irresponsabilidad). La cosa milagrosa, que se llamó Transición, fue un auténtico encaje de bolillos, y por primera vez en la historia de Europa se hizo el cambio pacífico de una dictadura a una democracia. De las leyes franquistas a las leyes del pueblo, sin violencia. «De la ley a la ley», en afortunada expresión de Torcuato Fernández Miranda, uno de los principales consejeros del rey Juan Carlos que timonearon el asunto. Por primera y –lamentablemente– última vez, la memoria histórica se utilizó no para enfrentar, sino para unir sin olvidar. Precisamente esa ausencia de olvido, la útil certeza de que todos habían tenido Paracuellos o Badajoz en el currículum, aunque la ilegalidad de los vencedores hubiese matado más y durante mucho más tiempo que la legalidad de los vencidos, impuso la urgencia de no volver a repetir errores, arrogancias y vilezas. Y así, España, sus políticos y sus ciudadanos se embarcaron en un ejercicio de ingeniería democrática. De ruptura mediante reforma. Eso fue posible, naturalmente, por el sentido de Estado de las diferentes fuerzas, que supieron crear un espacio común de debate y negociación que a todos beneficiaba. Adolfo Suárez, un joven, brillante y ambicioso elemento –era de Ávila– que había vestido camisa azul y provenía del Movimiento, fue el encargado de organizar aquello. Y lo hizo de maravilla, repartiendo tabaco, palmadas en la espalda y mirando a los ojos al personal (fue un grande entre los grandes, a medio camino entre nobleza de espíritu y trilero de Lavapiés, y además, guapo). Respaldado por el rey, auxiliado por la oposición –socialistas, comunistas y otros partidos–, apoyado por la confianza e ilusión de una opinión pública consciente de lo delicado del momento, Suárez lo consiguió con cintura e inteligencia, sometiendo al Búnker, que aún mostraba peligrosamente los dientes, y encajando también, además de la asesina reticencia de la ultraderecha, los zarpazos del imbécil y criminal terrorismo vasco; que parecía, incluso, más interesado en destrozar el proceso que los propios franquistas. Fue legalizado así el Partido Socialista, y al poco tiempo también el Partido Comunista, ya en pleno e irreversible proceso hacia la libertad. Un proceso complejo, aquél, cuyas etapas se fueron sucediendo: Ley de Reforma Política, aprobada por las Cortes en 1976 y respaldada por referéndum nacional, y primeras elecciones democráticas en 1977 –¡España votaba de nuevo!–, que filtraron la sopa de letras de los nuevos y viejos partidos y establecieron las fuerzas principales: Unión de Centro Democrático, o sea, derecha de la que luego saldría Alianza Popular (165 escaños, a 11 de la mayoría absoluta), PSOE (118 escaños) y Partido Comunista (20 escaños). El resto se agrupó en formaciones más pequeñas o partidos nacionalistas. Todo esto, naturalmente, hacía rechinar los dientes a la derecha extrema y a los generales franquistas, que no vacilaban en llamar a Juan Carlos rey perjuro y a Suárez traidor fusilable. Y ahí de nuevo, los cojones –las cosas por su nombre– y el talento negociador de Adolfo Suárez, respaldado por la buena voluntad de los líderes socialista y comunista, Felipe González y Santiago Carrillo, mantuvieron a raya a los militares, los cuarteles bajo un control razonable y los tanques en sus garajes, o en donde se guarden los tanques, superando los siniestros obstáculos que el terrorismo de extrema derecha (matanza de Atocha y otras barbaries), el de extrema izquierda (Grapo) y la cerril brutalidad nacionalista (ETA) planteaban a cada paso. Y de ese modo, con la libertad cogida con alfileres pero con voluntad de consolidarla, abordamos los españoles el siguiente paso: dotarnos de una Constitución que regulase nuestros derechos y deberes, que reconociese la realidad de España y que estableciera un marco de convivencia que evitase repetir errores y tragedias del pasado. Y a esa tarea, redactar la que sería la Carta Magna de 1978, se dedicaron los hombres –las mujeres iban apareciendo ya, pero aún las dejaban al extremo de la foto– mejores y más brillantes de todas las fuerzas políticas de entonces. Con sus intereses y ambiciones, claro; pero también con una generosidad y un sentido común nunca vistos en nuestra Historia.
[Continuará].
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Re: HISTORIA DE AQUÍ, POR CAPÍTULOS
Una historia de España (XCI)
Fue, paradójicamente, un golpe de estado, o el intento de darlo, lo que acabó por consolidar y hacer adulta la recién recobrada democracia española. El 23 de febrero de 1981, el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero, respaldado por el capitán general de Valencia, general Milans del Bosch, y una trama de militares y civiles nostálgicos del franquismo, asaltó el parlamento y mantuvo secuestrados a los diputados durante una tensa jornada, reviviendo la vieja y siniestra tradición española de pronunciamiento, cuartelazo y tentetieso, tan cara a los espadones decimonónicos (nunca la lectura de El ruedo ibérico de Valle-Inclán y los Episodios Nacionales de Galdós fue tan recomendable como en los tiempos que corren, para entender aquello y entendernos hoy). Entraron Tejero y sus guardias en las Cortes, gritó aquel animal «¡Todos al suelo!», y toda España contuvo el aliento, viéndose otra vez en las zozobras de siempre. Con todos los diputados en el suelo, en efecto, acojonados y agazapados como conejos –no siempre Iberia parió leones– excepto el dirigente comunista Santiago Carrillo (lo iban a fusilar seguro, y se fumó un pitillo sin molestarse en agachar la cabeza), el presidente Adolfo Suárez y el teniente general Gutiérrez Mellado, que le echaron unos huevos enormes enfrentándose a los golpistas (Tejero cometió la vileza de querer zancadillear al viejo general, sin conseguirlo), todo estuvo en el alero hasta que el rey Juan Carlos, sus asesores y los altos mandos del Ejército detuvieron el golpe, manteniendo la disciplina militar. Pero no fueron ellos solos, porque millones de españoles se movilizaron en toda España, y los periódicos, primero El País, luego Diario 16 y al fin el resto, hicieron ediciones especiales llamando a la gente a defender la democracia. Ahí fue donde la peña estuvo magnífica (o estuvimos, porque los de mi quinta ya estábamos), a la altura de la España que deseaba tener. Y se curró su libertad. Eso quedó claro cuando, dimitido Suárez –sus compadres políticos no le perdonaron el éxito, ni que fuera chulo, ni que fuera guapo, y algunos ni siquiera le perdonaban la democracia– y gobernando Leopoldo Calvo-Sotelo, en España se instaló la plena normalidad democrática, aprobándose los estatutos de autonomía y entrando nuestras fuerzas armadas en la OTAN, decisión que tuvo una doble ventaja: nos alineaba con las democracias occidentales y obligaba a los militares españoles a modernizarse, conocer mundo y olvidar la caspa golpista y cuartelera. En cuanto a las comunidades, la Constitución de 1978, consensuada por todas –subrayo el todas– las fuerzas políticas y redactada por notables personalidades de todos los registros, había definido la España del futuro con nacionalidades y regiones autónomas, a punto de caramelo para 17 autonomías de las más avanzadas de Europa, en lo que uno de nuestros más ilustres historiadores vivos –quizá el que más–, Juan Pablo Fusi, define como «un estado social y democrático de derecho, una democracia plena y avanzada». Antes de salir de escena, y a fin de desactivar una vieja fuente de conflicto que siempre amenazó la estabilidad de España, Adolfo Suárez había logrado unos acuerdos especiales para Cataluña restableciendo la Generalidad, abolida tras la Guerra Civil, haciendo regresar triunfal del exilio a su presidente, Josep Tarradellas. Pero en el País Vasco las cosas no fueron tan fáciles, debido por una parte a la violencia descerebrada y criminal de ETA, y por otra al extremismo sabiniano de un individuo en mi opinión nefasto llamado Xabier Arzalluz, que llevó al PNV a posiciones de turbio oportunismo político (recordemos su cínico «unos mueven el árbol y otros recogemos las nueces»mientras ETA mataba a derecha e izquierda). Aun así, pese a que el terrorismo vasco iba a ser una llaga constante en el costado de la joven democracia española, ésta resistió con valor y entereza sus infames zarpazos. Y en las elecciones de octubre de 1982 se logró lo que desde 1939 parecía imposible: el partido socialista ganó las elecciones, y lo hizo con 10 millones de votos –Alianza Popular tuvo 5,4–. El PSOE, con Felipe González y Alfonso Guerra a la cabeza, gobernó España. Y durante su largo mandato, pese a todos los errores y problemas, que los hubo, con la traumática reconversión industrial, terrorismo y crisis diversas, los españoles encontramos, de nuevo, nuestra dignidad y nuestro papel en el mundo. En 1985 entrábamos en la Comunidad Europea, y el progreso y la modernidad llegaron para quedarse. Alfonso Guerra lo había clavado: «A España no la va a reconocer ni la madre que la parió».
[Continuará].
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Fue, paradójicamente, un golpe de estado, o el intento de darlo, lo que acabó por consolidar y hacer adulta la recién recobrada democracia española. El 23 de febrero de 1981, el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero, respaldado por el capitán general de Valencia, general Milans del Bosch, y una trama de militares y civiles nostálgicos del franquismo, asaltó el parlamento y mantuvo secuestrados a los diputados durante una tensa jornada, reviviendo la vieja y siniestra tradición española de pronunciamiento, cuartelazo y tentetieso, tan cara a los espadones decimonónicos (nunca la lectura de El ruedo ibérico de Valle-Inclán y los Episodios Nacionales de Galdós fue tan recomendable como en los tiempos que corren, para entender aquello y entendernos hoy). Entraron Tejero y sus guardias en las Cortes, gritó aquel animal «¡Todos al suelo!», y toda España contuvo el aliento, viéndose otra vez en las zozobras de siempre. Con todos los diputados en el suelo, en efecto, acojonados y agazapados como conejos –no siempre Iberia parió leones– excepto el dirigente comunista Santiago Carrillo (lo iban a fusilar seguro, y se fumó un pitillo sin molestarse en agachar la cabeza), el presidente Adolfo Suárez y el teniente general Gutiérrez Mellado, que le echaron unos huevos enormes enfrentándose a los golpistas (Tejero cometió la vileza de querer zancadillear al viejo general, sin conseguirlo), todo estuvo en el alero hasta que el rey Juan Carlos, sus asesores y los altos mandos del Ejército detuvieron el golpe, manteniendo la disciplina militar. Pero no fueron ellos solos, porque millones de españoles se movilizaron en toda España, y los periódicos, primero El País, luego Diario 16 y al fin el resto, hicieron ediciones especiales llamando a la gente a defender la democracia. Ahí fue donde la peña estuvo magnífica (o estuvimos, porque los de mi quinta ya estábamos), a la altura de la España que deseaba tener. Y se curró su libertad. Eso quedó claro cuando, dimitido Suárez –sus compadres políticos no le perdonaron el éxito, ni que fuera chulo, ni que fuera guapo, y algunos ni siquiera le perdonaban la democracia– y gobernando Leopoldo Calvo-Sotelo, en España se instaló la plena normalidad democrática, aprobándose los estatutos de autonomía y entrando nuestras fuerzas armadas en la OTAN, decisión que tuvo una doble ventaja: nos alineaba con las democracias occidentales y obligaba a los militares españoles a modernizarse, conocer mundo y olvidar la caspa golpista y cuartelera. En cuanto a las comunidades, la Constitución de 1978, consensuada por todas –subrayo el todas– las fuerzas políticas y redactada por notables personalidades de todos los registros, había definido la España del futuro con nacionalidades y regiones autónomas, a punto de caramelo para 17 autonomías de las más avanzadas de Europa, en lo que uno de nuestros más ilustres historiadores vivos –quizá el que más–, Juan Pablo Fusi, define como «un estado social y democrático de derecho, una democracia plena y avanzada». Antes de salir de escena, y a fin de desactivar una vieja fuente de conflicto que siempre amenazó la estabilidad de España, Adolfo Suárez había logrado unos acuerdos especiales para Cataluña restableciendo la Generalidad, abolida tras la Guerra Civil, haciendo regresar triunfal del exilio a su presidente, Josep Tarradellas. Pero en el País Vasco las cosas no fueron tan fáciles, debido por una parte a la violencia descerebrada y criminal de ETA, y por otra al extremismo sabiniano de un individuo en mi opinión nefasto llamado Xabier Arzalluz, que llevó al PNV a posiciones de turbio oportunismo político (recordemos su cínico «unos mueven el árbol y otros recogemos las nueces»mientras ETA mataba a derecha e izquierda). Aun así, pese a que el terrorismo vasco iba a ser una llaga constante en el costado de la joven democracia española, ésta resistió con valor y entereza sus infames zarpazos. Y en las elecciones de octubre de 1982 se logró lo que desde 1939 parecía imposible: el partido socialista ganó las elecciones, y lo hizo con 10 millones de votos –Alianza Popular tuvo 5,4–. El PSOE, con Felipe González y Alfonso Guerra a la cabeza, gobernó España. Y durante su largo mandato, pese a todos los errores y problemas, que los hubo, con la traumática reconversión industrial, terrorismo y crisis diversas, los españoles encontramos, de nuevo, nuestra dignidad y nuestro papel en el mundo. En 1985 entrábamos en la Comunidad Europea, y el progreso y la modernidad llegaron para quedarse. Alfonso Guerra lo había clavado: «A España no la va a reconocer ni la madre que la parió».
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Re: HISTORIA DE AQUÍ, POR CAPÍTULOS
Una historia de España (y XCII)
Desde hace cuatro años, alternando con otros asuntos, he venido contando en esta página una visión de la historia de España. En ningún momento, como fue fácil deducir de tonos y contenidos, pretendí suplantar a los historiadores. Un par de ellos, gente de poca cintura y a menudo con planteamientos sectarios de rojos y azules, de blancos y negros, de buenos y malos, bobos más o menos ilustrados en busca de etiquetas, que confunden ecuanimidad con equidistancia, se han ofendido como si les hubiera mentado a la madre; pero su irritación me es indiferente. En cuanto a los lectores, si durante este tiempo logré despertar la curiosidad de alguno y dirigirla hacia libros de Historia específicos y serios donde informarse de verdad, me doy por más que satisfecho. No era mi objetivo principal, aunque me alegro. En mi caso se trataba, únicamente, de divertirme, releer y disfrutar. De un pretexto para mirar atrás desde los tiempos remotos hasta el presente, reflexionar un poco sobre ello y contarlo por escrito de una manera personal, amena y poco ortodoxa con la que, como digo, he pasado muy buenos ratos oyendo graznar a los patos. En estos noventa y dos artículos paseé por nuestra historia, la de los españoles, la mía, una mirada propia, subjetiva, hecha de lecturas, de experiencia, de sentido común dentro de lo posible. Al fin de cuentas, sesenta y cinco años de libros, de viajes, de vida, no transcurren en balde, y hasta el más torpe puede extraer de todo ello conclusiones oportunas. Esa mirada, la misma con que escribo novelas y artículos, no la elegí yo, sino que es resultado de todas esas cosas: la visión, ácida más a menudo que dulce, de quien, como dice un personaje de una de mis novelas, sabe que ser lúcido en España aparejó siempre mucha amargura, mucha soledad y mucha desesperanza. Nadie que conozca bien nuestro pasado puede hacerse ilusiones; o al menos, eso creo. Los españoles estamos infectados de una enfermedad histórica, mortal, cuyo origen quizá haya aflorado a lo largo de todos estos artículos. Siglos de guerra, violencia y opresión bajo reyes incapaces, ministros corruptos y obispos fanáticos, la guerra civil contra el moro, la Inquisición y su infame sistema de delación y sospecha, la insolidaridad, la envidia como indiscutible pecado nacional, la atroz falta de cultura que nos ha puesto siempre –y nos sigue poniendo– en manos de predicadores y charlatanes de todo signo, nos hicieron como somos: entre otras cosas, uno de los pocos países del llamado Occidente que se avergüenzan de su gloria y se complacen en su miseria, que insultan sus gestas históricas, que maltratan y olvidan a sus grandes hombres y mujeres, que borran la memoria de lo digno y sólo conservan, como arma arrojadiza contra el vecino, la memoria del agravio y ese cainismo suicida que salta a la cara como un escupitajo al pasar cada página de nuestro pasado (muchos ignoran que los españoles ya nos odiábamos antes de Franco). Estremece tanta falta de respeto a nosotros mismos. Frente a eso, los libros, la educación escolar, la cultura como acicate noble de la memoria, serían el único antídoto. La única esperanza. Pero temo que esa batalla esté perdida desde hace tiempo. La semana pasada detuve mi repaso histórico en la victoria socialista de 1982, en la España ilusionada de entonces, entre otras cosas porque desde esa fecha hasta hoy los lectores tienen ya una memoria viva y directa. Pero también, debo confesarlo, porque me daba pereza repetir el viejo ciclo: contar por enésima vez cómo de nuevo, tras conseguir empresas dignas y abrir puertas al futuro, los españoles volvemos a demoler lo conseguido, tristemente fieles a nosotros mismos, con nuestro habitual entusiasmo suicida, con la osadía de nuestra ignorancia, con nuestra irresponsable y arrogante frivolidad, con nuestra cómoda indiferencia, en el mejor de los casos. Y sobre todo, con esa estúpida, contumaz, analfabeta, criminal vileza, tan española, que no quiere al adversario vencido ni convencido, sino exterminado. Borrado de la memoria. Lean los libros que cuentan o explican nuestro pasado: no hay nadie que se suicide históricamente con tan estremecedora naturalidad como un español con un arma en la mano o una opinión en la lengua. Creo –y seguramente me equivoco, pero es lo que de verdad creo– que España como nación, como país, como conjunto histórico, como queramos llamarlo, ha perdido el control de la educación escolar y la cultura. Y creo que esa pérdida es irreparable, pues sin ellas somos incapaces de asentar un futuro. De enseñar a nuestros hijos, con honradez y sin complejos, lo que fuimos, lo que somos y lo que podríamos ser si nos lo propusiéramos.
https://www.zendalibros.com/una-historia-espana-xcii/
Desde hace cuatro años, alternando con otros asuntos, he venido contando en esta página una visión de la historia de España. En ningún momento, como fue fácil deducir de tonos y contenidos, pretendí suplantar a los historiadores. Un par de ellos, gente de poca cintura y a menudo con planteamientos sectarios de rojos y azules, de blancos y negros, de buenos y malos, bobos más o menos ilustrados en busca de etiquetas, que confunden ecuanimidad con equidistancia, se han ofendido como si les hubiera mentado a la madre; pero su irritación me es indiferente. En cuanto a los lectores, si durante este tiempo logré despertar la curiosidad de alguno y dirigirla hacia libros de Historia específicos y serios donde informarse de verdad, me doy por más que satisfecho. No era mi objetivo principal, aunque me alegro. En mi caso se trataba, únicamente, de divertirme, releer y disfrutar. De un pretexto para mirar atrás desde los tiempos remotos hasta el presente, reflexionar un poco sobre ello y contarlo por escrito de una manera personal, amena y poco ortodoxa con la que, como digo, he pasado muy buenos ratos oyendo graznar a los patos. En estos noventa y dos artículos paseé por nuestra historia, la de los españoles, la mía, una mirada propia, subjetiva, hecha de lecturas, de experiencia, de sentido común dentro de lo posible. Al fin de cuentas, sesenta y cinco años de libros, de viajes, de vida, no transcurren en balde, y hasta el más torpe puede extraer de todo ello conclusiones oportunas. Esa mirada, la misma con que escribo novelas y artículos, no la elegí yo, sino que es resultado de todas esas cosas: la visión, ácida más a menudo que dulce, de quien, como dice un personaje de una de mis novelas, sabe que ser lúcido en España aparejó siempre mucha amargura, mucha soledad y mucha desesperanza. Nadie que conozca bien nuestro pasado puede hacerse ilusiones; o al menos, eso creo. Los españoles estamos infectados de una enfermedad histórica, mortal, cuyo origen quizá haya aflorado a lo largo de todos estos artículos. Siglos de guerra, violencia y opresión bajo reyes incapaces, ministros corruptos y obispos fanáticos, la guerra civil contra el moro, la Inquisición y su infame sistema de delación y sospecha, la insolidaridad, la envidia como indiscutible pecado nacional, la atroz falta de cultura que nos ha puesto siempre –y nos sigue poniendo– en manos de predicadores y charlatanes de todo signo, nos hicieron como somos: entre otras cosas, uno de los pocos países del llamado Occidente que se avergüenzan de su gloria y se complacen en su miseria, que insultan sus gestas históricas, que maltratan y olvidan a sus grandes hombres y mujeres, que borran la memoria de lo digno y sólo conservan, como arma arrojadiza contra el vecino, la memoria del agravio y ese cainismo suicida que salta a la cara como un escupitajo al pasar cada página de nuestro pasado (muchos ignoran que los españoles ya nos odiábamos antes de Franco). Estremece tanta falta de respeto a nosotros mismos. Frente a eso, los libros, la educación escolar, la cultura como acicate noble de la memoria, serían el único antídoto. La única esperanza. Pero temo que esa batalla esté perdida desde hace tiempo. La semana pasada detuve mi repaso histórico en la victoria socialista de 1982, en la España ilusionada de entonces, entre otras cosas porque desde esa fecha hasta hoy los lectores tienen ya una memoria viva y directa. Pero también, debo confesarlo, porque me daba pereza repetir el viejo ciclo: contar por enésima vez cómo de nuevo, tras conseguir empresas dignas y abrir puertas al futuro, los españoles volvemos a demoler lo conseguido, tristemente fieles a nosotros mismos, con nuestro habitual entusiasmo suicida, con la osadía de nuestra ignorancia, con nuestra irresponsable y arrogante frivolidad, con nuestra cómoda indiferencia, en el mejor de los casos. Y sobre todo, con esa estúpida, contumaz, analfabeta, criminal vileza, tan española, que no quiere al adversario vencido ni convencido, sino exterminado. Borrado de la memoria. Lean los libros que cuentan o explican nuestro pasado: no hay nadie que se suicide históricamente con tan estremecedora naturalidad como un español con un arma en la mano o una opinión en la lengua. Creo –y seguramente me equivoco, pero es lo que de verdad creo– que España como nación, como país, como conjunto histórico, como queramos llamarlo, ha perdido el control de la educación escolar y la cultura. Y creo que esa pérdida es irreparable, pues sin ellas somos incapaces de asentar un futuro. De enseñar a nuestros hijos, con honradez y sin complejos, lo que fuimos, lo que somos y lo que podríamos ser si nos lo propusiéramos.
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Re: HISTORIA DE AQUÍ, POR CAPÍTULOS
Sobre historias y sobre Españas
XLSemanal - 05/1/2014
No deja de tener su guasa, oigan. Y les explico por qué. Desde hace unos meses, a retales, hago en esta página una especie de resumen gamberro de la historia de España, desde que la llamaban Ispahan o tierra de conejos. La idea no es otra que pasarlo bien recordando cosas, y contarles a ustedes cómo veo los accidentados siglos que dieron lugar al actual bebedero de patos. Basta leer uno de esos artículos para comprender que está lejos de mi intención el afán didáctico serio, y que el rigor extremo no es la principal de mis preocupaciones. Lector de Historia pertinaz, como soy, escribo casi siempre de memoria, o consultando por encima algún dato a fin de no meter mucho la gamba. Incluso incurro en deliberados y evidentes anacronismos, como meter litronas en Roma, tortilla de patatas en la época visigoda o al tío Gilito en la corte de los Reyes Católicos. A eso hay que añadir las simplificaciones obligadas en un folio y medio, así como las erratas o gazapos propios de simples artículos de prensa escritos en una mañana y que, si para cada uno de ellos me levantase a consultar y leer los libros correspondientes, llevarían días de prolija escritura, como ocurre cuando ando metido en una novela histórica, que ya es otra cosa. Y tampoco se trata de eso. El asunto, como digo, es hacer un recorrido ameno por la historia española, de manera que a quien lo lea le quede un poso general, incluido mi punto de vista sobre lo que fuimos y somos; y quizá también la curiosidad, abordando ya otros textos serios, de profundizar en la fascinante historia de esta casa de putas a la que llamamos España.
Todo eso es bien comprendido por quienes me honran leyendo lo que escribo. Por los cómplices de esta manera de contar y de mirar la foto de nuestro deneí nacional. Por eso estos artículos se titulan Una historia de España. Es sólo una manera de contar, entre otras posibles. Sin embargo, pese a esa evidencia, en los últimos tiempos advierto resquemores entre dos clases de lector: uno, más bien joven, es el que, habiendo recibido en el colegio nociones históricas perturbadas por el descojono educativo de las últimas décadas, se traga hasta la bola versiones inspiradas por caciques de pueblo, cantamañanas catetos o historiadores de parcelita que reinventan la historia de España a gusto de quien la financia. Con lo que a veces uno encuentra a esos lectores en desacuerdo, a menudo de buena fe, oponiendo argumentos de una simpleza abrumadora: desde la secular lucha vascongada contra el centralismo español -nunca hubo soldados vascos en los ejércitos de España, afirma un indignado jovencito guipuzcoano- a la heroica guerra de independencia que en 1714 libraron todos los catalanes, pasando por la conmovedora, culta y tolerante Al Andalus. Al referirme a cuyos habitantes, por supuesto, se critica mucho que utilice la palabra moro.
El otro grupo crítico es el de la bilis. Los espumarajos. Y ahí figura media docena de historiadores profesionales, o que así se consideran, a los que irrita que alguien ajeno a su oficio ose comentar cosas del pasado. Cómo se atreve ese cabrón, es el resumen de la cosa. Que el arriba firmante tenga publicadas, entre otras, catorce novelas históricas y lleve veinte años tocando episodios puntuales de nuestro viejo curriculum en esta página, no contribuye a mejorarles el humor. Y a eso me refería al principio de este artículo diciendo que la cosa tiene guasa. Porque esos pavos que ahora se indignan con que un aficionado sin otro mérito que una biografía movidilla y treinta mil libros en la biblioteca les toque la flor, podrían haber dedicado sus sabios esfuerzos, ellos, en los últimos veinte o treinta años, a llenar la inmensa brecha, el agujero negro que el desmantelamiento educativo y cultural impulsado por gobernantes analfabetos y sin escrúpulos impone a nuestra historia y nuestra memoria; escribiendo libros y artículos que hicieran anecdóticos o superfluos los míos y los de otros ajenos al gremio; denunciando ausencias o tergiversaciones; peleando por la verdadera memoria histórica que tanto necesita este desgraciado país para comprender lo que fue, lo que es y lo que podría ser. Tendrían que haber hecho eso, por ejemplo, en vez de dejarnos a otros el trabajo. Deberían haberse mojado, como es su obligación, dando la cara, en vez de ser tantas veces cómplices oportunistas, callados y cobardes de los golfos que nos desorientan y manipulan, cuando no mercenarios pagados para reescribir y enseñar a los jóvenes diecisiete historias distintas, que a nadie aprovechan sino a los canallas que les llenan el pesebre.
http://www.perezreverte.com/articulo/pa ... e-espanas/
XLSemanal - 05/1/2014
No deja de tener su guasa, oigan. Y les explico por qué. Desde hace unos meses, a retales, hago en esta página una especie de resumen gamberro de la historia de España, desde que la llamaban Ispahan o tierra de conejos. La idea no es otra que pasarlo bien recordando cosas, y contarles a ustedes cómo veo los accidentados siglos que dieron lugar al actual bebedero de patos. Basta leer uno de esos artículos para comprender que está lejos de mi intención el afán didáctico serio, y que el rigor extremo no es la principal de mis preocupaciones. Lector de Historia pertinaz, como soy, escribo casi siempre de memoria, o consultando por encima algún dato a fin de no meter mucho la gamba. Incluso incurro en deliberados y evidentes anacronismos, como meter litronas en Roma, tortilla de patatas en la época visigoda o al tío Gilito en la corte de los Reyes Católicos. A eso hay que añadir las simplificaciones obligadas en un folio y medio, así como las erratas o gazapos propios de simples artículos de prensa escritos en una mañana y que, si para cada uno de ellos me levantase a consultar y leer los libros correspondientes, llevarían días de prolija escritura, como ocurre cuando ando metido en una novela histórica, que ya es otra cosa. Y tampoco se trata de eso. El asunto, como digo, es hacer un recorrido ameno por la historia española, de manera que a quien lo lea le quede un poso general, incluido mi punto de vista sobre lo que fuimos y somos; y quizá también la curiosidad, abordando ya otros textos serios, de profundizar en la fascinante historia de esta casa de putas a la que llamamos España.
Todo eso es bien comprendido por quienes me honran leyendo lo que escribo. Por los cómplices de esta manera de contar y de mirar la foto de nuestro deneí nacional. Por eso estos artículos se titulan Una historia de España. Es sólo una manera de contar, entre otras posibles. Sin embargo, pese a esa evidencia, en los últimos tiempos advierto resquemores entre dos clases de lector: uno, más bien joven, es el que, habiendo recibido en el colegio nociones históricas perturbadas por el descojono educativo de las últimas décadas, se traga hasta la bola versiones inspiradas por caciques de pueblo, cantamañanas catetos o historiadores de parcelita que reinventan la historia de España a gusto de quien la financia. Con lo que a veces uno encuentra a esos lectores en desacuerdo, a menudo de buena fe, oponiendo argumentos de una simpleza abrumadora: desde la secular lucha vascongada contra el centralismo español -nunca hubo soldados vascos en los ejércitos de España, afirma un indignado jovencito guipuzcoano- a la heroica guerra de independencia que en 1714 libraron todos los catalanes, pasando por la conmovedora, culta y tolerante Al Andalus. Al referirme a cuyos habitantes, por supuesto, se critica mucho que utilice la palabra moro.
El otro grupo crítico es el de la bilis. Los espumarajos. Y ahí figura media docena de historiadores profesionales, o que así se consideran, a los que irrita que alguien ajeno a su oficio ose comentar cosas del pasado. Cómo se atreve ese cabrón, es el resumen de la cosa. Que el arriba firmante tenga publicadas, entre otras, catorce novelas históricas y lleve veinte años tocando episodios puntuales de nuestro viejo curriculum en esta página, no contribuye a mejorarles el humor. Y a eso me refería al principio de este artículo diciendo que la cosa tiene guasa. Porque esos pavos que ahora se indignan con que un aficionado sin otro mérito que una biografía movidilla y treinta mil libros en la biblioteca les toque la flor, podrían haber dedicado sus sabios esfuerzos, ellos, en los últimos veinte o treinta años, a llenar la inmensa brecha, el agujero negro que el desmantelamiento educativo y cultural impulsado por gobernantes analfabetos y sin escrúpulos impone a nuestra historia y nuestra memoria; escribiendo libros y artículos que hicieran anecdóticos o superfluos los míos y los de otros ajenos al gremio; denunciando ausencias o tergiversaciones; peleando por la verdadera memoria histórica que tanto necesita este desgraciado país para comprender lo que fue, lo que es y lo que podría ser. Tendrían que haber hecho eso, por ejemplo, en vez de dejarnos a otros el trabajo. Deberían haberse mojado, como es su obligación, dando la cara, en vez de ser tantas veces cómplices oportunistas, callados y cobardes de los golfos que nos desorientan y manipulan, cuando no mercenarios pagados para reescribir y enseñar a los jóvenes diecisiete historias distintas, que a nadie aprovechan sino a los canallas que les llenan el pesebre.
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Re: UNA HISTORIA DE AQUÍ, POR CAPÍTULOS
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Re: UNA HISTORIA DE AQUÍ, POR CAPÍTULOS
23 escribió:Como me gusta Reverte, copón...
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Re: UNA HISTORIA DE AQUÍ, POR CAPÍTULOS
Igualmente, te supongo recuperado ya,no?kekodi escribió:23 escribió:Como me gusta Reverte, copón...
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Re: UNA HISTORIA DE AQUÍ, POR CAPÍTULOS
En el Aniversario te doy detalles23 escribió:Igualmente, te supongo recuperado ya,no?kekodi escribió:23 escribió:Como me gusta Reverte, copón...
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Re: UNA HISTORIA DE AQUÍ, POR CAPÍTULOS
Cuídate y un abrazo...hasta la vista.kekodi escribió:En el Aniversario te doy detalles23 escribió:Igualmente, te supongo recuperado ya,no?kekodi escribió:23 escribió:Como me gusta Reverte, copón...
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Re: UNA HISTORIA DE AQUÍ, POR CAPÍTULOS
Me lo he leído de un tirón, o mejor dicho en dos, uno ayer y otro hoy.
Debido a las propias circunstancias de la vida conozco bastante bien Inglaterra y la cultura inglesa, aparte de disfrutar de la amistad de muchos ingleses y varios gibraltareños. No es cosa de contar aquí el porqué ni el cómo, pero sí me permite tener una visión un poco bastante amplia tanto de ellos como de nosotros.
Y lo que mejor resume lo que son ellos y lo que somos nosotros es que mientras que los ingleses esconden sus muchas miserias y ofrecen al mundo en bandeja de oro y adornado con guirnaldas lo poco bueno que tienen, nosotros hacemos justo lo contrario: escondemos nuestras hazañas, nos avergonzamos de nosotros mismos y procuramos airear a los cuatro vientos nuestras cagadas.
Que son pocas en comparación con las inglesas, por cierto.
Estuve un tiempo trabajando y viviendo allí. Marché convencido de aprovechar una gran oportunidad, no en el aspecto laboral, que no necesitaba, pero sí en el personal y social. Pensaba que en el tiempo que pasaría allí aprendería de todo, organización social, servicios, educación y cortesía "europeas"... un modo de vida que yo pensaba avanzado social y culturalmente.
Me equivoqué de medio a medio. En mi círculo de amigos del pub el envidiado era yo. Casi todos estaban deseando jubilarse para traerse sus libras a España y huir de su modo de vida infecto, de sus carreteras infames, de su NHS caótica, de sus sistemas de transporte carísimos, lentos, anticuados y peligrosos, de sus ciudades todas exactamente iguales, del centralismo londinense, de su tiempo gris y aburrido...
Me sigue gustando la Gran Bretaña y viajo de vez en cuando a mis antiguos feudos, pero desde luego ya no veo a Inglaterra con la anglofilia con la que la veía antes.
Los palos del sombrajo se fueron cayendo uno a uno.
Regz
Debido a las propias circunstancias de la vida conozco bastante bien Inglaterra y la cultura inglesa, aparte de disfrutar de la amistad de muchos ingleses y varios gibraltareños. No es cosa de contar aquí el porqué ni el cómo, pero sí me permite tener una visión un poco bastante amplia tanto de ellos como de nosotros.
Y lo que mejor resume lo que son ellos y lo que somos nosotros es que mientras que los ingleses esconden sus muchas miserias y ofrecen al mundo en bandeja de oro y adornado con guirnaldas lo poco bueno que tienen, nosotros hacemos justo lo contrario: escondemos nuestras hazañas, nos avergonzamos de nosotros mismos y procuramos airear a los cuatro vientos nuestras cagadas.
Que son pocas en comparación con las inglesas, por cierto.
Estuve un tiempo trabajando y viviendo allí. Marché convencido de aprovechar una gran oportunidad, no en el aspecto laboral, que no necesitaba, pero sí en el personal y social. Pensaba que en el tiempo que pasaría allí aprendería de todo, organización social, servicios, educación y cortesía "europeas"... un modo de vida que yo pensaba avanzado social y culturalmente.
Me equivoqué de medio a medio. En mi círculo de amigos del pub el envidiado era yo. Casi todos estaban deseando jubilarse para traerse sus libras a España y huir de su modo de vida infecto, de sus carreteras infames, de su NHS caótica, de sus sistemas de transporte carísimos, lentos, anticuados y peligrosos, de sus ciudades todas exactamente iguales, del centralismo londinense, de su tiempo gris y aburrido...
Me sigue gustando la Gran Bretaña y viajo de vez en cuando a mis antiguos feudos, pero desde luego ya no veo a Inglaterra con la anglofilia con la que la veía antes.
Los palos del sombrajo se fueron cayendo uno a uno.
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Re: UNA HISTORIA DE AQUÍ, POR CAPÍTULOS
Supongo que la feria la cuenta cada uno segun le va.Shazzbat escribió: Y lo que mejor resume lo que son ellos y lo que somos nosotros es que mientras que los ingleses esconden sus muchas miserias y ofrecen al mundo en bandeja de oro y adornado con guirnaldas lo poco bueno que tienen, nosotros hacemos justo lo contrario: escondemos nuestras hazañas, nos avergonzamos de nosotros mismos y procuramos airear a los cuatro vientos nuestras cagadas.
Me equivoqué de medio a medio. En mi círculo de amigos del pub el envidiado era yo. Casi todos estaban deseando jubilarse para traerse sus libras a España y huir de su modo de vida infecto, de sus carreteras infames, de su NHS caótica, de sus sistemas de transporte carísimos, lentos, anticuados y peligrosos, de sus ciudades todas exactamente iguales, del centralismo londinense, de su tiempo gris y aburrido...
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Yo tambien he tenido bastante contacto con UK y no comparto tu visión. Hay muchas diferencias y para mi, por nombrar 2, las que hunden a España son:
- aquí todo el mundo sabe de todo. No hay más tonto que el que no sabe que lo es.
- en España subir en la jerarquía (social, política, intelectual) no se hace por méritos (ser mejor, en definitiva) sino que se utiliza un sistema de cooptación (los que están en la pomada, eligen a los sucesores).
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Re: UNA HISTORIA DE AQUÍ, POR CAPÍTULOS
En mi opinion no debemos compararnos con un solo pais.
El gran problema de España no es otro que la falta de Unidad Politica. España es simplemente una larga union de "cortijos" con muchas hectareas improductivas repartida entre muy pocos (pero mas que en UK y peor gestionadas) todo ello dentro de un marco de unificacion religiosa que era lo unico en lo que se interesaron nuestros gobernantes con la excepcion de uno pocos validos como Olivares y que como sabemos tambien fue fulminado por una especie de plaga biblica que siempre nos ha ahogado.
En palabras de Pierre Vilar, autor de una de las mejores ( y menos extensas) Historias de España que en forma de apuntes dicto a sus alumnos de La Sorbona. Sigue siendo una "biografia" de España de referencia que deberiamos leer todos los españoles para comprendernos entre nosotros y arrimar el hombro para , de una vez por todas, construir el pais que nos merecemos.
1.- Al ser expulsados los judios tras la conquista del Reino Omeya de Granada , porque no pagaba impuestos a Castilla y con el fin de no devolver a los bancos judios lkos dineros prestados para aquella campaña, España se quedó sin Revolucion Industrial si exceptuamos dos " regiones" españolas.
2.-Con la expulsion de los ultimos "musulmanes" (moriscos) España se quedo sin la necesaria racionalizacion de la agricultura.
Y con la ausencia de ambos, comerciantes,artesanos,obreros especializados, tecnicos, funcionarios competentes y cualquier atisbo de una incipiente clase media, nos queda lo que somos ahora.
Un pandilla de eunucos sojuzgados por una banda de salteadores de caminos, y lo mas grave es que padecemos de Sindrome de Estocolmo.
Y nos falta por todos lados, debate; pero no de bar y menos aún de Pub.
Deberiamos dejar de lado ese concepto aldeano de pensar que las mejores morcillas del mundo son las de nuestra abuela porque siempre habra otra abuela que hara mejores morcillas que las de la nuestra.
Todo ello se consigue viajando y comparando absolutamente todo y antes de viajar leer todo lo posible sobre el pais que vamos a visitar. Paises que debemos visitar para aprender lo mejor que han conseguido otros y olvidaar lo peor.
El problema es que invertimos el ultimo parrafo.
Abrazotes.
Juan
PD: Mi opinion sobre lo escrito por Reverte en un porcentaje muy alto acertado si nos olvidamos de la ultima parte de su Historia de Aqui, en general desde el nacimiento de la II Republica donde la Historia de España no se puede contar para las dos españas del XIX (precursora de la actual) con el mismo espiritu, en otras palabras, hacer felices a todos los lectores.
Vivimos unos tiempos donde se ejerce "autocensura" para no perder votos o no perder ventas que viene a ser lo mismo.
Fausto y Mefistofeles casan tan mal como el agua y el aceite.
El gran problema de España no es otro que la falta de Unidad Politica. España es simplemente una larga union de "cortijos" con muchas hectareas improductivas repartida entre muy pocos (pero mas que en UK y peor gestionadas) todo ello dentro de un marco de unificacion religiosa que era lo unico en lo que se interesaron nuestros gobernantes con la excepcion de uno pocos validos como Olivares y que como sabemos tambien fue fulminado por una especie de plaga biblica que siempre nos ha ahogado.
En palabras de Pierre Vilar, autor de una de las mejores ( y menos extensas) Historias de España que en forma de apuntes dicto a sus alumnos de La Sorbona. Sigue siendo una "biografia" de España de referencia que deberiamos leer todos los españoles para comprendernos entre nosotros y arrimar el hombro para , de una vez por todas, construir el pais que nos merecemos.
1.- Al ser expulsados los judios tras la conquista del Reino Omeya de Granada , porque no pagaba impuestos a Castilla y con el fin de no devolver a los bancos judios lkos dineros prestados para aquella campaña, España se quedó sin Revolucion Industrial si exceptuamos dos " regiones" españolas.
2.-Con la expulsion de los ultimos "musulmanes" (moriscos) España se quedo sin la necesaria racionalizacion de la agricultura.
Y con la ausencia de ambos, comerciantes,artesanos,obreros especializados, tecnicos, funcionarios competentes y cualquier atisbo de una incipiente clase media, nos queda lo que somos ahora.
Un pandilla de eunucos sojuzgados por una banda de salteadores de caminos, y lo mas grave es que padecemos de Sindrome de Estocolmo.
Y nos falta por todos lados, debate; pero no de bar y menos aún de Pub.
Deberiamos dejar de lado ese concepto aldeano de pensar que las mejores morcillas del mundo son las de nuestra abuela porque siempre habra otra abuela que hara mejores morcillas que las de la nuestra.
Todo ello se consigue viajando y comparando absolutamente todo y antes de viajar leer todo lo posible sobre el pais que vamos a visitar. Paises que debemos visitar para aprender lo mejor que han conseguido otros y olvidaar lo peor.
El problema es que invertimos el ultimo parrafo.
Abrazotes.
Juan
PD: Mi opinion sobre lo escrito por Reverte en un porcentaje muy alto acertado si nos olvidamos de la ultima parte de su Historia de Aqui, en general desde el nacimiento de la II Republica donde la Historia de España no se puede contar para las dos españas del XIX (precursora de la actual) con el mismo espiritu, en otras palabras, hacer felices a todos los lectores.
Vivimos unos tiempos donde se ejerce "autocensura" para no perder votos o no perder ventas que viene a ser lo mismo.
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La soledad es la mejor compañia para un hombre, la naturaleza y su moto.
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