“EL COCHE QUE PERSEGUÍA AVIONES”
Todos estaremos de acuerdo que en el mundo del motor, en cualquiera de sus variantes, existen infinidad de categorías que acotan los distintos tipos de máquinas. Hoy voy a centrarme en un coche que pasó del olvido, a ser uno que encierra una peculiar historia tras de si.
La historia comienza unos cincuenta años antes de que este particular vehículo pusiera por primera vez sus ruedas en el suelo.
En 1920, concretamente el día 17 de Enero, el Congreso de los Estados Unidos de América aprobaba la XVIII enmienda que prohibía la fabricación, venta y consumo de alcohol en casi toda circunstancia y lugar. La conocida como Ley Seca siguió en vigencia durante casi catorce años, exactamente hasta el 6 de Diciembre de 1933, que fue derogada por le enmienda XXI.
Esta circunstancia motivó que el crimen organizado subiera de forma exponencial y que los crímenes y violencia se convirtieran en algo rutinario. Una de las vertientes que tuvo la delincuencia fue la fabricación de bebidas alcohólicas en destilerías clandestinas, que iban desde la cuasi fabricación industrial, hasta pequeños reductos donde se fabricaba alcohol de alta graduación de manera particular.
Los “moonshiners”y los “botleggers” o contrabandistas que aprovechaban la noche para el reparto de sus bebidas eran acosados y perseguidos por las fuerzas del orden, a menudo compinchadas con las grandes mafias, y que se centraban en pequeños diablos que solían ser presa fácil y así hacer creer que la lucha obtenía frutos.
Surgió la necesidad de modificar los coches que se usaban para obtener mejores prestaciones y poder escapar de la policía. Uno de los favoritos de aquella época eran los De Soto, que resultaban ser coches rápidos y fiables, así como los infatigables Ford V8.
Cuando en los albores de 1934 desapareció la necesidad de escapar de la ley, debido al nuevo orden legal, estos coches y sus conductores, curtidos en mil batallas, emplearon sus máquinas, rápidas y veloces, en carreras donde poder demostrar sus prestaciones. Particularmente en Daytona Beach, cuna del automovilismo deportivo en USA.
Y llegó la guerra. Y con ella la parálisis en muchos de los escenarios del país. Fue cuando concluyó la contienda que muchos de los soldados que regresaron se interesaron de nuevo por los coches. Acostumbrados a máquinas poderosas en la guerra, buscaban coches con mucha potencia para poder dar rienda suelta a sus nuevas ganas de vivir. Simultáneamente, en 1946, nacía la mundialmente conocida serie NASCAR, donde los vehículos denominados “stock cars”, o coches modificados de serie, competían por el honor de ser el más rápido, el más veloz, el mejor.
Un fabricante decidió coger uno de sus coches populares y dotarlo de un poderoso motor V8 dando lugar al nacimiento de un nuevo movimiento en la vaga industria de la automoción americana. El origen de los “muscle cars”.
Oldsmobile Rocket 88
Aunque existe alguna discrepancia al respecto, la mayoría de los expertos consideran al Oldsmobile Rocket 88 de 1949, como el primero de la especie. Era un vehículo ligero, de precio contenido y potente. Todo eso dentro de los parámetros habituales en la industria americana, algo alejada en concepto de la europea. Participó en la NASCAR consiguiendo los títulos en 1949, 1950 y 1952, donde dio muestras de un gran dominio. Su sucesor en el palmarés fue sin duda un coche de los mas hermosos de la época, y mundialmente famoso por aparecer en forma de dibujo en la película “Cars” , el Hudson Hornet dominador los años posteriores, una especia de canto de cisne antes de la desaparición de la marca en 1957.
Hudson Hornet
El movimiento de los muscle cars siguió en auge y tuvo el espaldarazo definitivo cuando un grupo de ingenieros de Pontiac, marca perteneciente a la todopoderosa General Motors, entre los cuales estaba John De Lorean, desarrolló el GTO en 1964 que no estuvo exento de dificultades.
GM estaba retirada de toda competición deportiva y eso podría ser una traba. Lo mismo ocurría con el modelo de coche empleado basado en una carrocería del Pontiac Tempest, un coche de 4,8 mts considerado por la marca como del “tipo medio” , y que según normas internas, no podía motan motores mayores de 330 c.i. (5.400 cc). Pero los ingenieros hicieron caso omiso, y desarrollaron el coche casi en secreto y lo dotaron de un motor V8 de 389 c.i. (6.400cc) del Pontiac Catalina.
Lo denominaron Pontiac GTO y fue aprobado con recelo por la dirección, y un auténtico éxito de público y ventas. Y aquí surgió el verdadero despegue de la categoría, involucrando a grupos automovilísticos enteros, que pusieron casi todas sus marcas comerciales a batallar por la supremacía.
Pontiac GTO 64
Fue una época fantástica, con coches extraordinarios, bellos, poderosos, indomables, con fama (merecida) de no desenvolverse bien en curvas, muchos montaban antiguos ejes rígidos traseros, pero insuperables en línea recta y en consumo de combustible.
El grupo Chrysler era propietaria, entre otras, de sus tres marcas principales Crhysler, Dodge y Plymouth. La primera era considerada como la marca de lujo del grupo y permaneció al margen de la batalla. No obstante, sus modelos carecían del enfoque, digamos que rebelde y desenfadado, propio de los muscle cars , pero montaban mecánicas poderosas, como la del Chrysler 300 C, cuya nomenclatura hacía referencia a la potencia de su V8.
Dodge fabricaba la gama media, y Plymouth, era la marca dedicada al público mas joven . Muchos de sus modelos eran clónicos. Apenas cambiaba un poco la estética y los Plymouth quizás montaran menos extras o materiales menos elaborados en el interior con el fin de contener un poco más el precio. Tal y como sucedía con los Dodge Charger y su mellizo el Plymouth Road Runner. Estos dos modelos participaban en la NASCAR, y uno de ellos es el protagonista de esta historia.
En 1970 nació el nuevo Plymouth Barracuda, para mí (y esto es muy particular) el santo grial de los muscle cars. Conocido en sus versiones más extremas como Cuda. Su hermano de sangre fue un año después el Dodge Challenger, prácticamente igual en sus formas, aunque con mayor tamaño y batalla, para dotarlo de algo más de confort y espacio. El resto, lo compartían todo.
´Cuda71
Dodge Challenger
Oldsmobile 442
Ford Mustang Boss 69
Chevrolet Camaro SS
Las marcas rivales ofrecieron gran variedad de modelos, los Ford Mustang y Torino, el Pontiac Firebird, los Camaro, Corvette y Chevelle de Chevrolet, Oldsmobile Cutlass, con gran variedad de motores, que incluso llegaban a los 7.500 cc y potencias de 475 CV. El paraíso de quien se emocione con el sonido gutural y bronco de un buen V8 gordo.
Pero volvamos a los Dodge Charger o Plymouth Road Runner de hace unas líneas.
Eran los coches empleados en las carreras de la NASCAR. Por aquel entonces, y no como sucede ahora, donde los coches son un chasis tubular con un motor estándar para todos y una carrocería de fibra que simula el modelo de producción, los coches eran vehículos de serie, modificados según reglamento, que se disputaban la victoria en los circuitos ovales.
Con el fin de conseguir mayor velocidad, la Chrysler Corporation, desarrolló un kit aerodinámico, que si bien era un poco controvertido a nivel estético, mejoró ostensiblemente la velocidad punta de los dos coches. En 1970 consiguió el Plymouth una velocidad punta de 200 mph, o 322 km/h. Y Richard Petty, unos años después logró una velocidad media superior a las 200 mph en competición.
Dodge Charger Daytona
Plymouth Superbird
Plymouth Road Runner Richard Petty
En el caso del Dodge adoptó el sobrenombre de Dayotna, dando lugar al Dodge Charger Daytona, y en el Plymouth, el de Plymouth Road Runner Superbird. Y uno de los 1930 de estos Plymouth que se fabricaron es el detonante de este relato.
En 1970 la agencia del medio ambiente americana, EPA, se interesó por buscar un vehículo lo suficientemente solvente y rápido para controlar el nivel de contaminación de los aviones en el momento del despegue. La tarea no era sencilla y se puso en contacto con Nichels Engeenering e Grifith , Indiana, sede de numerosas victorias en carreras de las NASCAR, tanto con Plymouth como con Dodge, para encontrar un vehículo capaz de alcanzar los 225 km/h con solvencia, y mantenerlos durante al menos, 40 segundos.
El presupuesto de 25.000 dólares de la época, incluía el coche y todos los equipos técnicos necesarios para tomar las muestras requeridas.
Manos a la obra, dieron con una unidad del Plymouth Road Runner Superbird con apenas 2.000 km y que si bien no equipaba la motorización más potente de las existentes, era considerada como suficiente. Montaba un 440-4 que hace mención a las pulgadas cúbicas (7.200cc) y a cuatro cuerpos de carburador (dos carburadores dobles) que erogaba unos buenos 380 CV. Por encima estaban los 440-6 (tres carburadores dobles) y el emblemático, y “rey” de los motores Chrysler-Dodge-Plymouth, Hemi 426 de “sólo” 7.000 cc pero con potencias de unos 425-450 CV.
El coche fue modificado. Se cambió la transmisión automática que montaba por una de Chrysler manual de cuatro velocidades, con el fin de controlar mejor las revoluciones, y se cambiaron los asientos por unos de Dodge más envolventes. Una jaula de protección y todos los artilugios necesarios para su cometido. También se pintó del color corporativo de la EPA y pasó a desempeñar su cometido.
No era otro que situarse detrás de los aviones en el momento del despegue, entrar a su rebufo cuando alcanzaban los 160 km/h y mantenerse detrás hasta alcanzar 225 km/h durante más de medio minuto. Esto que parece fácil entrañaba mucha dificultad por las turbulencias, y la aerodinámica del coche, tan controvertida, fue extraordinariamente eficaz en la misión.
Los estudios determinaron que la polución hasta ahora considerada, era inferior a la mitad que se generaba realmente y eso estableció nuevas normas para las turbinas. Asimismo el coche estaba dotado con unos conductos en el frontal y alrededor de las ruedas que se encargaban de recoger los residuos de los neumáticos y pastillas de freno de las aeronaves. A partir de aquí, los compuestos de ambos, tuvieron que ser modificados.
Es curioso observar como en el alerón trasero se dispuso uno de los sensores de polución que no se veía de este modo alterado por las turbulencias del Plymouth, al estar situado en una zona alta. Las malas lenguas dicen que ese alerón se dispuso en una posición tan alta con el fin de poder abrir el maletero sin que golpeara al techo, pero la realidad es que ese no fue el motivo. Simplemente creían que era el sitio más idóneo para su cometido.
Este coche tiene el “honor” de ser quien extraoficialmente “mató” el desarrollo y la evolución de los muscle cars. Podemos decir que estaba en el momento equivocado, en las manos equivocadas, la agencia antipolución y que se inició con estos ensayos una batalla muy dura contra la contaminación. Pero no debemos olvidar que en 1973 se desató la guerra del petróleo de la OPEP y que una de sus consecuencias fue la no provisión de crudo a Estados Unidos. Desde entonces dedican toda su producción a reservas propias, por lo que pudiera pasar, pero eso es otra película.
Un par de años más tarde, el coche cayó en el olvido y fue comprado por 500$ por alguien que lo tuvo hasta el año 2006, donde fue vendido por unos 3.000$ con la única condición de tener que ser restaurado. El Coche fue subastado en 2016 por más de 3 millones de dólares, en estado impecable. Una buena inversión.
Plymouth Road Runner Superbird 440-4 E.P.A.
Otra curiosidad del vasto mundo del automóvil....
Un saludo.
Era tan bello el instante, que para detenerlo, sólo quedaba una opción.......el silencio.