Motorista de cartón piedra.

[Angel]

ok.

Definición de motero.............


Definición de motorista.......

A partir de ahí podré sacar conclusiones, mientras tanto estoy

http://www.elclubtriumph.com/viewtopic.php?f=1&t=72365

Gracias

[veterano]

Creo imaginar que gozo del permiso de Microtaller, el autor de este hilo para recordar otros escritos que tambien se perdieron con el crak de los discos duros.

Aqui puedes encontrar la informacion que buscas ,el define segun su leal saber y entender diversos conceptos relacionados con esos artefactos sobre dos gomas redondas.

En los dos primeros relatos, se refiere a "motoristas vs moteros" y tambien a los "pilotos" y es una lastima porque no está su, probablemente, mejor relato "El fantasma" , prometo buscarlo y subirlo al foro.

http://microtaller.blogspot.es/

Asi se manifiesta el, en tu caso debes ser tu quien se defina.

Dificilmente podriamos hacerlo otros.

Lo que si puedo aclararte es que yo soy motorista desde hace +/- 55 años, lo soy porque desde entonces me he subido a una moto siempre que he podido. Con moto en propiedad desde 1970.

Ello no significa que tenga algo en contra de los moteros, simplemente los considero de otra especie diferente a la mia, amistosamente diferente, como no podria ser de otra manera.

Abrazotes.

Juan

[DavidAytor]

http://elclubtriumph.es/viewtopic.php?f ... usila+poco

Sólo hay que buscar un poco

[veterano]

Copio y pego despues de encontrar "FANTASMAS" en el foro La Maneta. El relato de La Jaula sigue estando perdido, habra que buscarlo.

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Fantasmas.
La primera vez que le vi fue en el Puerto de Los Leones y me asustó. Pero no porque él quisiese hacerlo; simplemente yo volvía tarde a casa e iba despistado y despacio y no le vi ni oí, algo normal como supe después. Solo sé que en una curva a derechas me pasó a una velocidad endiablada y ciñéndose de tal manera que casi se me lleva por delante. Sea como fuera, el subidón de adrenalina hizo que me volviese la mala leche y fuese a por ese loco descerebrado más por pedirle explicaciones que por otra cosa. Me costó cogerle, y comprendí que si lo hice fue más por moto que por pilotaje porque el tío llevaba una Metralla posiblemente de finales de los sesenta, y mientras lo comprendía tras adelantarle, volvió a pasarme de nuevo en una maniobra arriesgada que se llevó la mala leche y me hizo quitar gas y dejar que se marchara.
Como la cosa me había cabreado, decidí parar en el bar de cabecera de mi pueblo a tomar un café y compartir mi enfado con algún parroquiano antes de irme a casa a cenar. El bar estaba vacío, y por no quedarme con las ganas le referí la historia a Venancio que estaba al otro lado de la barra, algo natural teniendo en cuenta que el bar es suyo.
- Ya sabía yo que volvería de la tumba – me dijo nada más terminar yo mi historia – a mí me lo había dicho muchas veces.
- ¿De la tumba? – pregunté con extrañeza.
- En verano solía sentarse en la terraza a tomar una cerveza, con la Metralla al lado. En cuanto veía aparecer una moto camino del puerto, se ponía el casco y los guantes mientras contaba hacia atrás, tras lo cual salía disparado puerto arriba para ver si era capaz de adelantarla antes de que llegase a la cumbre. El problema fue que cada vez dejaba pasar más tiempo antes de iniciar la persecución, seguramente buscando cual era el límite máximo. Y el límite máximo resultó ser un camión que tomó mal una de las últimas curvas a izquierdas y se lo llevó por delante. Y ahora ha vuelto.
- Estás de coña, claro.
- Para nada. Muchas veces me anunció que si se mataba con la moto volvería al puerto tarde o temprano. Para mí que lo llevaba en la sangre. Lo de picarse, digo.
- Pues será alguien que conoce la historia, tiene una Metralla y ganas de cachondeo. No me jodas Venancio que crees en fantasmas.
- Normalmente no, pero este era muy cabezón.
Durante los siguientes días no volví a pensar en la historia del fantasma, creo que la archivé en el apartado de anécdotas varias sin más importancia que la de ser una historia curiosa y con un punto amargo. Pero un día que iba a dar una vuelta le vi en una de las curvas, parado fuera de la carretera con la moto aparcada y fumándose un pitillo, tranquilamente.
No pude evitarlo y paré. Más por la historia que por el pique, con sinceridad.
- Bonita moto.
- Si, la verdad – me contestó – y rápida.
- ¿Es muy antigua?
- Dos años. Es lo que tenía cuando el accidente.
- ¿Tuviste un accidente?
- Desde luego. Me maté en esta curva. Un camionero inútil. Bueno, y yo que iba pelín deprisa.
- ¿Te mataste?
- Pues claro – contestó con tranquilidad – Mira, toca – y extendió un brazo.
Con un poco de aprensión toqué su brazo, y como no podía ser de otra manera, lo atravesé limpiamente. A simple vista parecía sólido, pero el tío no tenía consistencia. Superado el primer momento de sorpresa, entendí que si era un fantasma esto era completamente normal, y me tranquilicé.
- ¡vagina! – acerté a exclamar.
- Ya ves. Cosas que pasan. Pero bueno, todo tiene su lado positivo. Puedo seguir montando en moto sin temor a que me pase nada. El otro día entré coladísimo en una curva y atravesé limpiamente un autobús y dos turismos que iban detrás de él.
- Y supongo que el conductor debió de alucinar.
- No, porque solo me ven si quiero que me vean – hizo un silencio para encender otro pitillo – tú es que me has caído bien.
Se puso en pie y fue a por la Metralla. La arrancó de una patada. Puede ver que tenía un motor de Pursang 370 y un tubarro de dos pares de cáspitas. Daba miedo oír como sonaba.
- ¿Nos damos una vuelta?
Y vaya si nos la dimos. No sé si sería por no tener miedo o porque era muy fino, o por las dos cosas, pero el tío iba a toda leche, tomando las curvas como si fuesen a terminarse. Tenía que recuperarle terreno en las rectas y apurando frenadas a lo bestia. Cuando habíamos hecho el puerto varias veces paró en la curva del accidente y nos despedimos.
- Ha sido un placer rodar contigo – me dijo – si quieres repetirlo me podrás encontrar en esta curva. A no ser – me guiñó un ojo – que esté repasando a algún pardillo, claro.
Y así fue. Durante algunos días curveamos a saco puerto arriba y puerto abajo, en ocasiones solos y otras veces persiguiendo a algunos pardillos que pasaban por allí. Al final conocía todas las curvas como la palma de la mano, y comencé a aburrirme, de modo que se lo dije.
- ¿por qué no vamos a otro sitio?
- Pues no sé… hace muchos años que no salgo de aquí.
- Hay una carretera cerca de aquí magnífica para eso. Los domingos se reúnen cientos de motos y el ambiente es fantástico. El asfalto es muy bueno y con tantas motos seguro que hay muchos pardillos para asustar. Podíamos probar el próximo día.
Pareció pensarlo un momento, pero al final decidió que merecía la pena probar, y así quedamos para la próxima vez.
Por motivos de trabajo tuve que viajar, por lo que pasé quince días sin verle. Eso hizo que cogiese la moto con más ganas y fuese a la curva como siempre pero con más ilusión. Allí estaba él, con la Metralla y el pitillo, pero esta vez con gesto serio.
- ¿Sabes? – me espetó sin darme tiempo ni a darle los buenos días – estuve el otro día por donde me dijiste. Buena carretera y buen trazado. Incluso paré en un bar donde había cientos de motos para ver el ambiente. Mal asunto.
- ¿Mal asunto?
- Si. Siempre he pensado que ser un fantasma me hacía especial, único.
- Y lo eres.
- ¿Seguro? Vete allí un domingo y verás la cantidad de fantasmas que hay. Todos pavoneándose con sus motos y sus equipos, pero sin espíritu. Yo no había visto tantos fantasmas juntos ni cuando estaba vivo, y eso antes de escuchar muchas de sus conversaciones… una pena – encendió otro pitillo con la colilla del anterior – de modo que ante la avalancha de fantasmas vivos, he decidido irme para siempre. Te regalaría la moto, pero no es corpórea, qué le vamos a hacer.
No sabía qué contestar. Iba a echar mucho de menos nuestros paseos, pero entendía su frustración. El era un espíritu, un fantasma motorista. Los otros eran seres vanos dispuestos a exhibirse porque no tenían espíritu. Y lo único que tenían en común era que ninguno de los dos tipos de fantasma tenía consistencia, aunque de modo muy diferente.
Arrancó la moto con gran destreza, como siempre. Me miró con afabilidad y me intentó estrechar la mano, aunque pasó a través de la mía. Sonrió.
- Ha sido un placer.
Y desapareció detrás de la curva.
Ahora, seis meses después, estoy sentado en la terraza del bar de Venancio con mi cerveza, mi moto al lado, y el casco y los guantes a mano. Oigo una moto que se acerca, camino del puerto. Y mientras me pongo el casco y los guantes, cuento despacio. Quince, catorce, trece, doce, once…

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Una vez mas, un millon de gracias Manu.

Un abrazo compañero.

Juan

[23]

¿ vagina? Con tanto cultureta esto está imposible...

[Microtaller]

Muchas gracias chicos por los comentarios.

[Microtaller]

Un pequeño cambio de tercio. Esto lo escribí hace poco. Imagino que atravesaba una fase moña


- Tiene mucha fiebre.
Las muchachas miraban al médico con ojos húmedos y expectantes. El doctor estaba sentado en la cama junto al enfermo, cuyos ojos, tras los párpados cerrados, se movían con rapidez de un lado a otro.
- Está delirando – dijo el médico – es normal.
El hombre estaba en un parque, sentado en un banco de madera con ella tumbada, apoyada su cabeza sobre las piernas de él. Su cabello negro caía en cascada hacia la hierba fresca, sin llegar a tocarla, como si flotase.
- Tienes las manos frías – dijo ella envolviéndole con sus ojos negros como el infinito – mételas aquí – y se ahuecaba el abrigo para guiar la mano hacia los centímetros breves por debajo de su pecho – aquí estarán calientes.
Al requerimiento de su mirada, la besó y de nuevo estaba invadido por la calidez de sus labios y su lengua, y de nuevo abrió los ojos para ver los de ella cerrados, y cuando ella le pasó el brazo por el cuello y le sujetó hacia sí, estuvo tentado de subir la mano y acariciar brevemente sus pechos, pero no lo hizo: era como si temiese romper algo frágil de cuya existencia no estuviese seguro.
- Te quiero – le dijo, y la mirada de ella contestó lo que las palabras no podían expresar.

- Está muy débil – el médico parecía preocupado – y la fiebre no mejora eso ni mucho menos.
A una de las muchachas se le empezó a formar una lágrima, y notó cómo se enfriaba rápidamente antes de caer esquivando su pómulo. Se tapó para no dejar ver su pena, sin caer en la cuenta que la hacía más evidente.
El banco y el parque se fueron, arrastrados por el viento. El hombre estaba en un bar y junto a él los ojos verdes más intensos que había conocido, como su propietaria, ni más ni menos.
- Mira – decía ella haciendo un nudo con un mechón de su cabello, liso y castaño – mira lo que pasa si lo suelto – y el nudo se deshacía solo – Es porque tengo el pelo más suave del mundo, y si quieres puedes tocarlo – y ponía una cara de inocencia que le convirtió en alguien sin más objetivo que ese pelo.
Cuando puso su mano sobre su cabeza, sintió que ella tenía razón y su suavidad le impulsó a acariciar su nuca, y esto hizo que ella sintiese un escalofrío y cerrase los ojos, momento en que él decidió besarla, y de nuevo la calidez y los ojos cerrados centraron toda su vida.
- Estamos jugando con fuego – susurró ella a muy poca distancia de su boca.
- Yo solo siento un calorcillo muy agradable – contestó él antes de que la boca de ella pidiese de nuevo su presencia, y esta vez ni tan siquiera se planteó abrir los ojos.

La otra muchacha no quiso tapar su cara. En vez de eso, hizo como que miraba por la ventana, tan solo por dar la espalda y no dejar ver sus ojos convertidos en un mar de sal.
Estaba en un coche. Llovía y el semáforo mostraba su color rojo a través de las gotas que los limpiaparabrisas retiraban, tercos, una y otra vez. Él tenía la mano sobre la palanca de cambio y ella la suya sobre la de él, y la acariciaba brevemente. Era increíble sentir la suavidad de las yemas de sus dedos, y sentir a través de ellos un torrente de sensaciones. No hablaban, tan solo miraban hacia delante y sentían. De pronto, ella apretó su mano con fuerza.
- Te quiero – dijo – te quiero mucho.
- Y yo a ti, mi amor, y yo a ti – y cuando el semáforo pasó a verde, movió la palanca sin soltar su mano, y arrancó.

El doctor cerró su maletín. Habló para las dos sin dirigirse a ninguna de ellas.
- Lo único que podemos hacer es esperar. Si notan algún cambio, llámenme y vendré lo antes posible.
Podía sentir la caricia de las sábanas y el calor del cuerpo de ella junto al suyo, y sus senos sobre su pecho, quemándole. Enredó su mano entre los rizos de su cabello, iniciando una caricia intensa, a la que ella respondió con un suave ronroneo.
- Soy una gatita mimosa – y cerró su abrazo – pero no te preocupes, que no sacaré las uñas.
Miró hacia ella y sus ojos le devoraron con su color miel llenándolo todo.
- Vaya, y yo que quería verlas…
- De acuerdo, tú lo has querido – y dejó el ronroneo por un gruñido mientras se subía a horcajadas encima de él – aquí las tienes – y él vio por primera vez una expresión de risa, fiereza y amor, todo junto. Y ya no pudo olvidarlo jamás.

- ¿Crees que sufre? – preguntó una de las muchachas.
- No lo sé. Mira cómo mueve los ojos, y los dedos. Debe tener una pesadilla terrible…
Estaba en una calle cualquiera, y ella a su lado con su pelo corto, rubio y sus ojos largos, azules. Era Otoño, o puede que fuese Primavera, qué más daba. Estaba muy serio.
- ¿Estás bien? – le preguntó ella – hoy ni hablas.
- Es que tengo un problema.
El intentaba que no se notase su nerviosismo, porque ¿y si ella no preguntaba?
- ¿Y se puede saber cuál es?
- Me estoy enamorando de ti – contestó sin mirarla.
Hubo un breve, largo silencio, tras el cual ella se detuvo delante de él, mirándole con decisión.
- Pues entonces tendremos que hacer algo para solucionarlo ¿no?
Y su respuesta, allí en la calle, en forma de abrazo, siempre dio calidez a sus recuerdos.

- ¡Parece más tranquilo!
Y era cierto. Sus ojos se movían menos, sus manos quedaron quietas y su respiración se pausó. Ahora se le veía tranquilo y reposado.
Estaba sentado en un sillón, y todas ellas estaban a su alrededor, mirándole. Tantas sonrisas le hicieron mella, y tantos recuerdos le dieron plenitud.
- ¿Habéis venido a verme?
- Nunca nos hemos ido – contestó una de ellas pero supo a respuesta de todas – siempre hemos estado contigo, con tu corazón y con tus vivencias. Tú nos has mantenido contigo.
- Me muero. Sé que habéis venido a despediros. Lo sé.
Sintió de pronto todos sus gestos, todos sus besos, todos sus abrazos, su pasión, sus palabras dulces o hirientes, sus sonrisas y sus momentos, sus confidencias, sus incertidumbres, sus pieles y sus lágrimas. Sintió la Vida, pero sobre todo supo con certeza que no iba a morir.
No mientras pudiese seguir amando.

[Angel]

Creo imaginar que gozo del permiso de Microtaller, el autor de este hilo para recordar otros escritos que tambien se perdieron con el crak de los discos duros.

Aqui puedes encontrar la informacion que buscas ,el define segun su leal saber y entender diversos conceptos relacionados con esos artefactos sobre dos gomas redondas.

En los dos primeros relatos, se refiere a "motoristas vs moteros" y tambien a los "pilotos" y es una lastima porque no está su, probablemente, mejor relato "El fantasma" , prometo buscarlo y subirlo al foro.

http://microtaller.blogspot.es/

Asi se manifiesta el, en tu caso debes ser tu quien se defina.

Dificilmente podriamos hacerlo otros.

Lo que si puedo aclararte es que yo soy motorista desde hace +/- 55 años, lo soy porque desde entonces me he subido a una moto siempre que he podido. Con moto en propiedad desde 1970.

Ello no significa que tenga algo en contra de los moteros, simplemente los considero de otra especie diferente a la mia, amistosamente diferente, como no podria ser de otra manera.

Abrazotes.

Juan

No, si yo estoy definido, pero lo que me jode es que haya gente a día de hoy (usted X ejemplo)que parece que los considerados moteros son o somos seres barriobajeros dentro del sector motero/motorista, pus a mi me parece una ridiculidez debatir entre unos y otros pero que a la vez no dejo de considerar unos más que los otros Y PUNTO.

[Fritz]

Gracias por el relato,que lujazo dos relatos en pocos dias.Sin amor nada,ni en las motos claro. Mil gracias compañero

[veterano]

Angel escribió:

.............parece que los considerados moteros son o somos seres barriobajeros dentro del sector motero/motorista.

................................................................................................................................
NO, Rotundamente NO:

A los moteros en general, los considero de la especie zoologica Homo Sapiens , como a la inmensa mayoria de gremios humanos de este periodo historico en el que nos ha tocado vivir

Yo, biologicamente, tambien pertenezco a la misma especie pero es obligada por imperativos geneticos.

Personalmente preferiria pertenecer a la especie zoologica Pan Troglodytes; CHIMPANCE, ya sabes esos simpaticos animalitos tan parecidos a los hombres, para su desgracia.

http://pin.primate.wisc.edu/fs/sheets/images/108lg.jpg

Asi que relajate, no he insultado a nadie tildandolo de barriobajero ni nada por el estilo.

En mi caso, podria haber insultado a los chimpances, confio en que ninguno de ellos se me enfade.

Afectuosamente.

Juan.

[Airgus]

Pues yo paso de etiquetarme y me la suda sinceramente que otros lo hagan, más si encima no me conocen y mucho más si nunca rodamos juntos.

Monto en moto, me gusta la moto, disfruto de la moto y comparto eso con otra gente alguna de ella buenos y fieles amigos.

Desde cuando hago eso, lo a menudo que lo hago, la intensidad con que lo hago o si sigo o no un supuesto decálogo del perfecto motero es cosa mía y de mis verdaderos amigos.

Me la suda que nadie me dé el carnet de auténtico, a lo mejor no lo merezco pero es que podría ocurrir que lo que pasa es que NO LO QUIERO

[Rayworld]

Cuando me doy cuenta de que llevo cuarenta y cinco años montando en moto, me da por pensar que deben de gustarme mucho y lo que representan para haber mantenido una actividad durante tanto tiempo; sin duda la que más tiempo he mantenido en toda mi vida. Voluntariamente, claro, y con la excepción de la literatura puesto que escribí mi primer librito con cinco años, aunque reconozco haber puesto más horas en las motos.
Esto se acentúa de manera espectacular cuando analizo que siendo como soy una persona inquieta de más, pruebo de muchas cosas que vivo con intensidad pero luego abandono a veces durante años. Y nunca ha sido el caso de las motos: éstas han sido una constante con un único parón que abarcó los años de mi primer matrimonio, y sobre lo que prefiero no sacar ninguna conclusión.
Así pues, cabría deducir que este mundo de metal, gasolina y sensaciones ha calado muy hondo en mí y que soy un especialista en la materia, que tengo varios doctorados en temas relacionados con el motociclismo y que tengo las ideas muy claras sobre todo ello.
Pues no. Cuando leo en foros, atiendo a conversaciones de whatsapp, participo en charlas con otros motoristas (que no moteros) o leo prensa especializada, me doy cuenta de que no he aprendido casi nada o de que he aprendido otras cosas que no son las que se supone se aprenden normalmente. Ni tan siquiera soy el más rápido en las rutas, ni el que mejor traza, ni el que mejor frena, ni el que más sabe explicar cómo la electrónica ha cambiado el mundo de la moto, que los neumáticos influyen más que la tele, las suspensiones son más delicadas que las mariposas o que la auténtica realización en la vida son las tandas en los circuitos. Tampoco he sabido o podido sentir en mis propias carnes las diferencias entre los diferentes avances de las pipas de dirección ni la influencia de las bieletas de la suspensión junto a las extensiones y los hidráulicos , y mucho menos comprobar los tremendos problemas de un chasis que no da la talla seguramente porque soy un inútil incapaz de averiguar tal cosa incluso con el de mi Bultaco de 1.964.
Y no solo eso: puesto a ahondar en mi apostasía, desconozco la mayoría de los modelos que hay en el mercado, tanto de motos como de neumáticos, suspensiones, accesorios, cascos, guantes, cazadoras, monos... Y tampoco voy a los sitios donde se reúnen los motoristas para presumir (bueno, en este caso los moteros) ni hago el gilipollas con la moto a base de ruido o actitudes gamberriles propias de personajes ínfimos que saben de su absoluta inferioridad.
Total, que una vez asumido que soy un aficionado de bajo nivel y que nunca llegaré a ser de un nivel superior, creo que voy a seguir disfrutando de mis motos pese a que nunca llegue al final de sus chasis ni de sus neumáticos, las bieletas me la suden y la única pipa que me preocupe sea otra y cada vez menos. E incluso me plantearé comprarme si acaso una de esas motos cuyo único valor es que no sobresalen en nada porque no tienen muchos caballos, no tienen chasis de aleaciones alienígenas, no frenan como los fórmula 1 ni se puede entrar con ellas en las curvas a velocidad de misil continental y por lo visto a más de doscientos cincuenta la dirección acusa un leve temblor. Me compraré, digo, algo cómodo que gaste poco, sea sencillo y me lleve al fin del mundo como esa novia maravillosa que te comprende y apoya hasta el final. Y las modelos, para los guaperas de cabeza vacía.
Y es que resulta paradójico que con lo poco que me gustan las motos lleve tanto tiempo con ellas. Será que soy idiota.

Tío Manu... hace un rato se bajó el telón de un fin de semana motero-motorista
que comenzó el viernes a las 15h y paró hoy domingo a las 14h
en ese espacio de tiempo el reloj ha contabilizado 28 horas rodando junto a una persona,
a la que he tratado de convencer de que debajo de ella
iba una moto que no era "la moto" para recorrer esos kilómetros en ese espacio-tiempo

luego después de reponer fuerzas rodeado de compañeros ambos hemos seguido con mas ganas de viajar y lo hemos hecho en compañía de 3 motos rumbo a parajes verdes sin límite
donde el asfalto lijaba, la pintura no existía para delimitar nada, las curvas "iban al aire"
y bajábamos hacia praderas donde caballos y vacas eran espectadores
de milanos que levantaban el vuelo

y de ahí a emprender retorno a la oscuridad de un garaje donde han quedado abandonadas dos máquinas de hacer disfrutar

dos máquinas que no han hecho perder un segundo por avería ni desfallecimiento
dos maquinas que por las mañanas silbaban al aire sus diferentes acentos para hablarse entre ellas
y por las tardes noches roncaban igual de fino por esos escapes
hasta que las aparcabamos en posadas de carretera

dos máquinas que a la mañana siguiente con escasas seis horas durmiendo al raso apoyadas sobre sus patas
abrían los ojos prestas a devorar estepas y montañas

¡cuan burro soy !
por haberle faltado el respeto a una de ellas en la plaza de un pueblo donde las cigüeñas son reinas
diciendo era peor una que la otra

he aprendido lección del silencio de mi infatigable hermana

¿quién soy yo para elegir moto a nadie ?

cuando me atrevo a poner peros...

burro, soy un burro...