Breve Relato Veraniego.

Foro para vuestras vivencias en moto, los viajes, rutas que habéis hecho o cualquier otro relato.
Responder
pate
Triumphero Maestro
Triumphero Maestro
Mensajes: 1768
Registrado: 03 Oct 2004, 00:00
20
Moto:: Bonneville T120 Ace
Ubicación: Pamplona (Reyno de Navarra)
Has vote: 2 times
Been voted: 35 times

Breve Relato Veraniego.

Mensaje por pate »

EL DÍA PERFECTO



En estos momentos.


Tuvo un acceso de tos.
Su médico, ella, le dijo que el reflujo gastroesofágico se lo provocaba.

Aunque esta vez tenía la certeza de que no era esa la causa. Chocar violentamente contra un depósito de amoniaco, que salió borboteante por el visible boquete de un lateral del mismo, parecía ser motivo de mayor peso.

Allí en el suelo, intentando recomponerse del impacto violento, entre golpe de tos y aturdimiento, quería poner en orden su cabeza. No tenía todo claro, pero si una idea bastante diÁfana de lo acontecido.

Alguien, quizás un operario del almacén donde se había producido el siniestro, se acercó atónito hacia él. Llevaba un mono de trabajo muy sucio y le olían los pies. En una mano portaba lo que parecía ser un bocadillo de sardinas a medio comer, que también luchaba por expandir su olor entre el amoniaco y los pies del trabajador.

Ella, su médico, le había hecho saber que gozaba de un olfato destacable. Fue en la primera visita al ambulatorio. Él le dijo que “me gusta su fragancia, ¿Shalimar de Guerlain, verdad?. Esas notas cítricas, en especial la bergamota.....”, y fue interrumpido bruscamente, “¿ha venido a hablar de perfumes o por su reflujo?”. A pesar de la diferencia de edad, se enamoró al instante.

El operario trataba de levantarlo, y Mateo abandonó sus pensamientos absurdos. Acababa de salir pRActicamente indemne de un grave accidente de tráfico y pensaba en ella, su médico, y en el perfume caro que usaba.

El irritante gas, tres partículas de hidrógeno por una de hidrogeno, disoluble fácilmente en agua, menguaba en su derrame. Otro puñado de pobres diablos intentaban evitar con poca fortuna que llegara a los contenedores de flúor o de yodo, lo cual, como un poco mas adelante comprobarían podía causar una deflagración.

Mateo daba por sentado que su Moto Guzzi LeMans formaba ya parte del recuerdo. Y no le faltaba razón. Por muy buena que fuese una moto, chocar contra un hito kilométrico de cemento, pintado en su rubicón de color amarillo, salir volando colina abajo a toda velocidad, atravesar la debil valla de madera carcomida e impactar contra un depósito cincado de cinco mil litros de amoniaco no presagiaba nada bueno para su integridad. Ser bañada por el líquido irritante tampoco ayudaba.

El “sardino”, tal y como había bautizado al buen samaritano que había conseguido ponerlo en pie, le preguntaba muchas cosas atropelladamente. Mateo seguía aturdido. Su visión era confusa, en parte por que había perdido una lente de las gafas de ver, era muy miope, y la visera del Bieffe parcialmente destruida no colaboraba en absoluto. De nuevo un fuerte golpe de tos.

A veces ella, su médico, le hacía creer que lo suyo podría cuajar. O eso quería creer en sueños Mateo. Su relación no iba más allá de lo estrictamente médico-paciente, que si un antiácido, o ibuprofeno para los dolores musculares, pero Mateo veía en esa mujer a su Venus de Milo. A fuerza de ser justo, la imagen de ella, su médico, era más parecida a la Venus de Willendorf, pero los intrincados caminos del amor, o del enamoramiento eran inexplicables.

Oyó sirenas a lo lejos. La ayuda no tardaría en llegar.




Dos horas antes.

La Taberna Montánchez, era regentada por un enjuto extremeño, alto, barbilampiño, y malhumorado, que contrastaba enormemente con su esposa, una señora agradable, de tez muy oscura, ojos color avellana y melena larga de color azabache. Era de un curioso pueblo gaditano, que parecía estar condenado a sucumbir a las inmensas rocas que servían de refugio a las casas cuevas que parasitaban en sus entrañas. El pequeño y escarpado pueblo se llamaba Setenil de las Bodegas.

Allí se reunían Mateo y sus colegas de ruta. No tenía la culpa de tener dinero, y por eso tenía la mejor moto. Y también el mejor almuerzo. Tres huevos fritos, tomate, “de mi pueblo, y el aceite también” decía la tabernera, dos butifarras de cebolla y longaniza a destajo. Había que mantener en forma sus más de cien kilos de peso. Tosió.

Si ella, su médico, tuviera conocimiento de su menú, le pondría a dieta.

El “Pirri”, madridista acérrimo, había llegado con su Ducati 500, “la Desmo, no la normal”, y tomaba café y tostadas de manteca colorá. A su lado Chefo,Triumph T140, trataba de limpiar sus zapatillas Ked´s del aceite de motor que las había empapado. De cuando en cuando le metía mano a un bocadillo de mortadela con aceitunas y a un palmero de vino con sifón.

Gente desconocida se sumaba aleatoriamente al grupo. El carnicero de Chefo, que tenía una parada en el mercado, con su Morini 3 ½, un tipo muy bajito con espeso bigote y pocas palabras y su Sanglas 500, paladeaba una cerveza tras otra.

Y llegó Cristóbal. El desafiante muchacho que contaba a quien quisiera escucharle, que iba a correr carreras del Campeonato de España con una escudería de renombre. Cuentos chinos. Era cierto que tenía manos para las motos, pero no iba más allá de un virtuosismo de barrio. La Ossa Copa era una moto ligera, capaz de unos buenos 160 km/h gracias a sus 34 caballos de potencia, si montaba tubarro de competición.Y lo montaba.

Ya entre pecho y espalda sus dos mil calorías de almuerzo, tocaba poner en solfa al resto de motoristas. Con algo mas de ochenta caballos, nadie le ensombrecía, bastaba con buscar el recorrido adecuado, plagado de rectas y alguna curva para sentirse Agostini o Phil Read.

Pero aquel día Cristóbal, propuso una subida a Peñarara, carretera plagada de curvas. Hubo quorum, sobre todo mostró énfasis, eso si con pocas palabras, el tipo entendido en cervezas de la Sanglas 500. Mateo hizo saber que tenía problemas de estómago y que no tenía un buen día, pero a regañadientes aceptó.

El plan consistía en darle caña en las rectas, sobre todo en la de la cantera, y coger suficiente ventaja para intentar dejar colgados al resto antes de la subida. También contaba con que Cristóbal y su Ossa Copa griparan una vez más y dejarán de ser una amenaza real.

La jornada transcurría de manera plácida. El plan había funcionado a la perfección. Antes de salir de la ciudad, la Ossa gripó, la Desmo parecía tener problemas eléctricos, la Laverda ni siquiera llegó a arrancar y la Morini era escandalosamente lenta. El tipo de la Sanglas no parecía tener prisa, y paró en una cervecería que era de su propiedad para verificar la temperatura de los grifos y la calidad de la espuma. La Triumph volvió a su garaje de confianza a rellenar de aceite motor, y su conductor a cambiarse de calzado.

La subida al puerto fue tediosa. El cardan no colaboraba en la fluidez de los cambios de marcha, y sentía mucha acidez gástrica. Pensó en ella, su médico, y fantaseó con que ella dejara a su marido, le endiñara los dos hijos, y se fugara con él a, por ejemplo, Torremolinos. La cubriría de caros perfumes, para eso tenía dinero, y harían el amor debajo de una barca de espetos como adolescentes, aunque al menos ella, su médico, estaba más cerca de la menopausia que de la pubertad.

Y en eso que al sentirse sólo, decidió volver por donde había venido. A lo lejos se oía el sonido de dos motores, posiblemente la Morini y quizás la Sanglas 500. Un eructo dentro del Bieffe, y gracias a su fino olfato, le permitió descubrir matices de romero, de canela, seguramente de las morcillas de cebolla, y al licopeno y exceso de azúcar de los tomates serranos.

Desde la perspectiva de los ocupantes del R-10 que acababa de adelantar, la inmensidad de Mateo hacia parecer la Guzzi como una bicicleta. No obstante el embriagador sonido de sus escapes eclipsaba todo lo demás. Y enlazaba una curva con otra con pasmosa facilidad, confirmando la impecable estabilidad de la transalpina de Mandello.

No diríamos que sopor, pero si quietud máxima envolvía su conducción, hasta que de pronto vio venir de frente la Sanglas que había perdido la trayectoria e invadía su carril. El conductor de la misma parecía ir sobre el depósito y manejando la máquina con una sola mano, Mateo frenó con contundencia, gracias al a frenada combinada que tenía la Guzzi y evitó la colisión.

No fue tan afortunado el conductor del Renault 10, que pese a frenar con contundencia, perdió la trayectoria y a punto estuvo de hacer honor a su fama del “coche de las viudas”, de no chocar violentamente con la Moto Guzzi que salió despedida contra un pretil blanco y amarillo y salir volando por un terraplen rumbo a una nave de productos químicos lo suficientemente alejada del núcleo urbano para evitar desgracias, lo cual provocó la detención del turismo.

Mateo no sabía muy bien donde estaba cuando en grácil vuelo se dirigía hacia una valla que atravesó como la mantequilla. Lo que pasó después ya lo sabemos.


De nuevo ahora.


Le habían sentado en el interior de la nave. Cubierto de polvo iba descubriendo las lesiones que disfrutaba tras el accidente. Veía borroso, pero guiñaba el ojo y tenía la visión más clara de sus heridas. Le faltaba una bota y la uña del dedo gordo del pie. Laceraciones poco profundas en las manos, dolor de cuello moderado, y se había clavado la maneta de freno en un costado y no descartaba tener una costilla rota. El pantalón estaba desgarrado en su mayor parte y del calzoncillo se le escapaba un huevo peludo. Nadie reparó en ello y le avisó para volver a tener una situación mas decorosa.

Le acercó su samaritano un vaso repleto de Licor 43, “para revivir” mientras llegaba una médico que tenía una casa de recreo por allí cerca. Al poco la vió entrar a ella, su médico, y antes de salir de su asombro, de agradecer al destino su buena suerte, el amoniaco entró en contacto con el fluor y el yodo.

Los escasos supervivientes relataron que el enorme depósito salió volando envuelto en llamas. De la nave que se derrumbó casi en su totalidad brotaba una intensa polvareda. Un incendio se propagó a buena velocidad colina arriba, convirtiendo en cenizas varios corrales, de los cuales escaparon reses bravas que convirtieron las calles de la ciudad en unos improvisados encierros, con la diferencia de que los asistentes no eran voluntarios dispuestos a que les cornearan, pisotearan o se partieran la crisma en una caída imprevista. El depósito tuvo a bien ir perdiendo fragmentos en llamas en la graciosa parábola que describió en su majestuoso vuelo.

Uno de ellos impactó en el R-10, que pasó a ser una magnifica tea, otro destruyó una casa de recreo de una doctora de la ciudad y fueron afortunados sus hijos que jugaban en la piscina. No tanto su marido que sesteaba en una tumbona güisqui DYC en mano, que sufrió los efectos del fuego en su preciosa mata de pelo cano de la que hasta ese momento presumía.

Un tipo con una Sanglas se había alejado cautamente del lugar ya que la Guardia Civil investigaba la pista del propietario de los restos calcinados de un coche que juraba que todo era culpa de un motorista que había provocado la colisión y que había continuado su camino de manera poco ortodoxa.

Entre los escombros de la nave, a salvo de la destrucción, Mateo estaba aún más cubierto de suciedad, más dolorido y extrañamente más feliz.

La onda expansiva había lanzado a su médico, ella, sobre él. La vio venir volando y la oyó gritar en su trayecto. Un grito agudo, con matices de miedo y dolor. Y también le llegó olor a romero de la paella que estaba cocinando, del güisqui que le había preparado a su marido momentos después de pedirle el divorcio, aromas a la Nivea que había untado a sus hijos y a callicida Gras de sus pies.

Allí aturdidos, uno sobre el otro en grotesca postura, sus miradas se cruzaron. “Hueles bien”, “¿que tal tu reflujo?, te falta un cristal de las gafas, tienes un huevo fuera.....”, “¿como sabes eso?”, “lo he visto antes de aterrizar sobre tu tripa”, “¿te duele algo?”, “me duele mi vida”,........


Los bomberos llegaron y les vieron allí tumbados. Al principio les dieron por muertos, luego observaron que estaban besándose. Su Venus de Willendorf ya era suya. Pensó en Torremolinos. Ella no pensó en nada.


Fín.
Era tan bello el instante, que para detenerlo, sólo quedaba una opción.......el silencio.
davscram
COLABORADOR
COLABORADOR
Mensajes: 679
Registrado: 26 Jun 2009, 09:54
16
Moto:: bonnie t100
Ubicación: mar menor
Been voted: 5 times

Re: Breve Relato Veraniego.

Mensaje por davscram »

ja, ja, ja, ja
Que bueno volver a leer uno de tus relatos, se te echaba de menos.
Que bien nos transportas a los que ya vamos necesitando ruedines en la moto a esos años jóvenes......
Muchas gracias por este buen ratico.
Un abrazo Pate.
alapues
COLABORADOR
COLABORADOR
Mensajes: 6296
Registrado: 12 Nov 2008, 08:50
16
Moto:: LA MOTO y Sharkie
Ubicación: Zaragoza
Has vote: 4 times
Been voted: 13 times

Re: Breve Relato Veraniego.

Mensaje por alapues »

Muy bueno, me alegra mucho ver que también estás de vuelta en el terreno literario! :plas: :plas: :plas:



Si hay que ir, se vá.....!

He rodado en el Jarama, subido Stelvio, buceado en el Thistlegorm y con tiburones, y ahora......
Avatar de Usuario
streetcuper
Triumphero profesional
Triumphero profesional
Mensajes: 954
Registrado: 30 Oct 2022, 20:26
2
Moto:: triuph v max 1400
Ubicación: un fumadero de opio en bangkok lleno de tailandesas en bikini
Has vote: 266 times
Been voted: 161 times

Re: Breve Relato Veraniego.

Mensaje por streetcuper »

gracias pate por un nuevo relato
Humphrey
Administrador
Administrador
Mensajes: 17413
Registrado: 22 Sep 2003, 02:00
21
Moto:: Una negra
Ubicación: Errenteria
Has vote: 20 times
Been voted: 77 times

Re: Breve Relato Veraniego.

Mensaje por Humphrey »

Muy bueno, Paté, como siempre.... :XX: :XX:
ImagenImagen
23
COLABORADOR
COLABORADOR
Mensajes: 6308
Registrado: 11 Jun 2007, 18:44
18
Moto:: Una leyenda
Has vote: 71 times
Been voted: 67 times

Re: Breve Relato Veraniego.

Mensaje por 23 »

Grande Paté...un R10 fue mi primer coche de nosecuantas manos...con un saco de cemento en el capó delantero :lol: :XX: :clap:
Responder