

Pero sé que ella nunca le importó ser “la otra”, la que vino después, y además como los moteros podemos ser muy casquivanos, bastó que me la llevara un fin de semana del puente de noviembre a probarla en una ruta (de rodaje!) por Zaragoza, Teruel y Valencia para que ya no volviera al concesionario, donde como un novio ansioso había visto llegar su caja y como salía de la misma y terminaban de montarla.




La primera Trophy matriculada en España, creo, y seguro que en Zaragoza. Era impresionante! Como rugía su poderoso tricilíndrico, lo hermosa que brillaba, casi como un ingenio espacial.


Una Triumph, Tricilíndrica, y propiedad de un seguidor de la saga de Star Trek... su nombre salió inmediatamente y de forma natural... Trekkie. Una pegatina con el símbolo de la Flota Estelar, posteriormente sustituida por otra al ir perdiendo colores, colocada en el depósito, así lo atestiguaba.



Poco después la presenté en sociedad al Club Triumph en Valladolid, en los Pingüinos de 2013; como llovía ese mediodía y que spray lanzaba su enorme rueda, cuando salimos siguiendo a Bob para ir a su pueblo a la tradicional comilona!



Otros la conocisteis en la Calçotada de ese año, e hicimos bastantes salidas de domingo por Aragón y Navarra y así para mayo la estábamos listos para realizar mi primera Ruta de los Penitentes, un sueño perseguido desde hacía tiempo, con el dorsal 524, que ostentó en otras dos ocasiones consecutivas, todas ellas finalizadas con éxito y chequeando en todos los controles, además en esa primera edición pasamos a Andorra, su debut internacional.


Y durante esos meses al ir a aparcar en una clínica se me cerró la dirección y en parado besó el suelo por primera vez sin que pudiera hacer nada por impedirlo, ni tan siquiera ralentizar la caída; todo quedó en el disgusto y una cicatriz en el espejo y el intermitente derechos.






Ese mes de junio hicimos nuestro primer gran viaje, la ruta de los Alpes, junto a mis compañeros Juan Carlos y Héctor y sus germanas, cerca de 5.000 km por Francia, Suiza, Liechtenstein, Alemania, Austria e Italia, con paso por lugares tan míticos como la Bonnette, Pequeño San Bernardo, Furka y Grimselpass, una Autobahn (la nº8) donde la puse a más de 240 de su marcador en un tramo libre, la Grossglockner Hochalpenestrasse y por supuesto ... Stelvio y sus 48 “tornanti”...

Durante la ruta besó el suelo en dos ocasiones, como siempre en parado, maniobrando en suelos mojados y sucios, lo que motivó que tuviera que pasar una sesión de “maquillaje”, es decir repintar las maletas y la carrocería, es decir todo menos el depósito y guardabarros.



La Cargolada y el X Aniversario en Segovia, fueron otros de los hitos de ese año, en que también asistimos a los GP’s de Aragón en Motorland y la Comunidad Valenciana en Cheste.

2014 comenzó con un nuevo Pingüinos, pero ese año en marzo, sucedió algo que cambió mi vida radicalmente, cuando fui a mi primer crucero de buceo al Mar Rojo y descubrí que el submarinismo era mucho más que algo que hacer en el verano, y no solo porque fuera la primera vez que vi las motos del interior del Thistlegorm.


Había conocido una nueva pasión que en lo sucesivo quitaría mucho protagonismo a las motos.



No habíamos organizado ningún viaje para ese año, por distintas circunstancias, y rodamos mucho menos, aunque en mayo hicimos con Juan Carlos nuestro segundo Penitentes, y en agosto la Ruta des Colls, de puertos pirenaicos por Francia, Andorra y España


En octubre pasamos un fin de semana inolvidable por Gredos y Guadarrama, muy divertido y diferente, que me ha dejado recuerdos imperecederos, aunque no lo comprendiera hasta mucho más adelante, y que visto en retrospectiva debió haber supuesto un cambio en la forma de enfocar mi vida en general, incluyendo la forma de ser motero, que siempre había entendido como una suerte de “lobo solitario”.



Finalmente en noviembre me llevó tras rodar por la Sierra Norte a una, desgraciadamente ya irrepetible reunión -más de 30 años después- de los amigos de la infancia y juventud (La Quinta del 59) en la Urbanización cercana a Madrid, donde dimos los primeros pasos como moteros, en forma de saltos, acelerones, derrapadas -y caídas- a lomos de nuestras Montesas y Ossas.





2015 fue un año muy poco motero, con Pingüinos suspendido, apenas cabe destacar un tercer y último Penitentes con Trekkie (aún iría el año siguiente pero con la Bonnie como despedida de una prueba en la que ya no creía, con muchos menos participantes tanto que incluso me dieron un dorsal distinto y no defendí el 524) y sobre todo el -por fin- haber podido acudir a un clásico del Club, Les Arribes del Duero y conocer la Quinta de la Concepción que se me iba resistiendo hasta entonces, y que me permitió añadir Portugal a la lista de países por la que habíamos rodado.

Llegó 2016 y con él el fin de muchas cosas; comenzamos bien, en abril, con un fin de semana de celebración especial con spa incluido para relajar después de la ruta, rodando por Guadalajara y Cuenca, aunque solo pudimos salir el primer día por lo mucho que llovió el segundo.


Ya en junio hicimos nuestra última ruta larga, solos ella y yo porque a última hora problemas laborales impidieron venir a mi habitual compañero y yo no estaba dispuesto a suspenderla, porque me interesaba mucho conocer esos lugares y había dedicado mucho tiempo a planearla, y porque tal y como estaba concebida, era en ese momento o nunca.








Así en junio salí atravesando Francia para visitar varios campos de batalla de la II Guerra Mundial, aprovechando que mi hijo por entonces vivía en el corazón de uno de los más importantes, el Bosque de las Ardenas; de camino paré a contemplar los vestigios y el Memorial de la Batalla de Verdún, de la I Guerra Mundial, justo un siglo atrás y finalmente llegué al lugar donde vivía. Y así durante dos días rodé con él de paquete por carreteras espectaculares en Bélgica, Luxemburgo y Holanda, viendo los lugares donde se combatió en diciembre de 1944 con hermosas localidades llenas de recuerdos de la batalla, en forma de memoriales y todo tipo de tanques.









A continuación, de nuevo solos Trekkie y yo, cruzamos hacia Normandía para visitar durante tres días las playas del Desembarco del 6 de junio de 1944 y los escenarios de la Operación Overlord... el puente Pegasus, las playas de Utah, Omaha, Gold, Sword y Juno, el acantilado de Point du Hoc, los Cementerios Americano, Británico, y Alemán, las baterías de Costa, Sainte-Mere-Eglise, los museos del desembarco....

Con los objetivos cubiertos me dirigí al Mont Saint-Michel y allí maniobrando en un aparcamiento de gravilla sufrió su cuarta y última caída, que afortunadamente solo la dejó unas leves marcas en la maleta que aún ostenta; finalmente pude retornar a casa, después de algo más de 4.500 km.

Ese año ya estaba muy metido en el mundo del buceo y consideraciones económicas aparte, no tenía tiempo para poder hacer otros viajes, ni asistir al Aniversario que me coincidió con otro crucero, y ya hicimos apenas alguna que otra salida de día.





El año siguiente la situación se repitió, problemas personales y también laborales que se iniciaron a finales del año anterior, me llevaron a perder mucho peso, quizás demasiado, ya no hice más rutas y para colmo una infortunada caída con la Bonnie el mismo día que tenía que salir hacia Les Arribes, aunque no tuvo consecuencias serias, me impidió acudir a dicha cita, aunque si asistimos en julio a la Kedada Trophyera de Sabiñánigo y en septiembre al XIV Aniversario en Tarragona.






La situación se repitió en 2018 cuando solo nos dejamos ver por la Kedada Trophyera en Javier y el XV Aniversario en Ciudad Rodrigo - Miróbriga.



El tiempo no pasa en balde y aunque hago mucho ejercicio y me mantengo en buena forma, mientras íbamos en marcha era una gloria, pero empezaba a notar que en parado me costaba cada vez más mover sus más de 300 kg -incluso teniendo algún que otro susto que quedó en eso- y así a lo largo de un 2019 en que estuve totalmente absorbido por cursos de especialización de Buceo Técnico, sábados o domingos de inmersiones de prácticas y nada menos que cuatro viajes de buceo -actividades que me impidieron asistir a ningún evento Triumphero por coincidencia de fechas-, el caso que solo la cogí para ir por ciudad cuando precisaba la capacidad de carga del baúl y las maletas por algún motivo y así que literalmente no hicimos un solo kilómetro de carretera, si exceptuamos rodar por la circunvalación de Zaragoza para asistir a un acto motero local.

Como consecuencia fui empezando a pensar que nuestros caminos estaban empezando a separarse, pero era más una sensación, que intentaba apartar de mi mente y no llegaba a concretarse.

Curiosamente, un parón forzado de 6 meses en el submarinismo que debía extenderse durante la primera mitad de este año, afortunadamente ya resuelto, me hizo retomar las ganas de salir en moto, y volví a conectarme al Foro del Club y me apunté a la Calçotada de nuevo, y tenía la intención de hacer lo propio con Les Arribes y el Aniversario.

Todos sabemos lo que nos cayó encima a partir de febrero de este malhadado 2020.

Cronológicamente lo primero fue la suspensión de la Calçotada y a continuación el confinamiento y todo lo demás; para algunos es más complicado que para otros, porque yo ahora para ir a trabajar preciso llevar una parte del EPI relativamente frágil y voluminosa (mi pantalla y máscara particulares), así como la comida y no resultaba conveniente bajar al vestuario de las distintas clínicas el casco y la alforja como hacía diariamente con la Bonnie.


Ahora tenía que salir siempre con Trekkie, y moverla estando cansado, deshidratado, asustado, habiendo dormido mal.... y teniendo más tiempo para pensar.

Y llegué a la conclusión más lógica, necesitaba cambiar de montura; y de nuevo surgieron dos posibilidades, una era pasarme a un scooter de esos de ahora con un hueco grande para el casco y ponerle un baúl donde llevar mis cosas. Pero no lo veía y mi espíritu motero, que ha sido obviamente atenuado por la pasión por el Azul, aún permanece, hacía que no me resignara a carecer de una moto que me permitiera salir por carretera con más comodidad y autonomía de la que a mis casi 61 años me proporciona mi fiel Bonnie, mi viejo amor, que ahora ya me resulta dura para hacer salidas de más de un día.
Y entonces vi un anuncio de una promoción, era la otra posibilidad, y aquí sí que las cosas cuadraron.
Porque podía tener una Triumph tricilíndrica de 200 kg y con maletas. Por supuesto implicaba bajar de nivel, aunque yo lo veo más como dar un paso atrás (o al lado) para poder seguir avanzando, y al menos asistir en 2020 -crucemos los dedos- al XVII Aniversario y a lo que se tercie, y en el 21 y sucesivos a todo lo que pueda llegar.

Y aprovechando una visita a Bikerland, le eché un ojo a la nueva Tiger 900, y también pregunté por la 800 objeto de la oferta. Y salí a probar ambas. Me gustaron mucho las dos, no eran Trekkie pero me permitían rutear con seguridad y tranquilidad y en parado pesan como la Bonnie y las puedo usar a diario sin problemas. Y finalmente me decidí por una 800 en color gris, pero eso ya es, será otra historia.
El lunes siguiente lo pude coger libre y aprovechando que ya podíamos salir de la provincia, quedé con mi amigo Juan Carlos, compañero de rutas y que me venía conmigo la primera vez que salí con Trekkie ese lejano octubre de 2012, para hacer una última salida al Pirineo oscense. Pero cuatro días antes una lesión provocada por una caída por las escaleras (lo primero que pensaban mis amigos al oírlo era que había sido con la moto) me obligó a someterme a una intervención quirúrgica al día siguiente e impidió la misma.

Todo se retrasó dos semanas, pero ya están los trámites hechos, y sin embargo no podíamos despedirnos así.

De esa forma, quizás desgraciadamente en solitario, el pasado domingo salimos solos Trekkie y yo para una última ruta.



Mucho más corta de lo que hubiera deseado, pero aunque me he recuperado bastante, aún no estoy para grandes esfuerzos. Y me pareció que la mejor forma de despedirnos era hacer una salida que hemos repetido en bastantes ocasiones y así rodar entre Murillo de Gallego y el Pantano De la Peña una última vez en cada sentido, a la Ida llegar hasta Puente La Reina de Jaca para pasar el Puerto de Santa Bárbara, y después acercarnos a San Juan de La Peña y de allí ir al Camping de Anzánigo a rendir tributo a San Glas y agradecerle estos años en que nos ha protegido.



Pasado Ayerbe rodeamos el pantano de la Sotonera, que tantas veces visité cuando era windsurfista, y donde tanto placer obtuve y tras una breve parada logística, dolorido y acalorado ya salí a la Autovía para volver a casa. Y tomarme una cerveza a su salud. Para terminar la ruta, ¿que mejor compañía que escuchar (cosas del azar) a Los Beatles cantando “Let it be”?


Ahora descansa en el garaje. Creo que lo sabe y que me entiende. Es demasiado moto para mi, que por ley de vida, cada año, por mucho que me cuide -y lo hago- tendré menor fuerza y me costará más moverla.
Y así, a próxima vez que una mañana pulse el botón de arranque, será con tristeza porque iré a llevarla al Bikerland para dejarla allí y traerme a su sustituta.

Hemos rodado casi 51.000 km por 12 países y disfrutado todos y cada uno de nuestros viajes, tanto en solitario como acompañados. No se puede pedir más.
Estoy seguro que con el tiempo vendrán las experiencias compartidas y que Sharkie, mi tiburón tigre particular, -pues así he bautizado a mi nueva montura- me dará muchas alegrías y horas de disfrute, lo mismo que le deseo a aquel que me sustituya en un futuro sobre el asiento de Trekkie. Igual algún día nos cruzamos y saludamos con unas ráfagas y unas V’s…

Pero nunca me ha ilusionado tan poco estrenar una nueva “chica”. Probablemente porque me hace sentirme más viejo y me enfrenta al paso del tiempo, como lo hizo hace unos días esa caída por ir acelerado y sin fijarme, al ir a bajar unas escaleras, y también porque es un cambio que hago con la cabeza y no con el corazón, y sé, porque la vida me lo ha enseñado probablemente demasiado tarde, que el corazón tiene razones que la razón no entiende, y que siempre la echaré mucho de menos, aunque tenga otras alegrías.

Pero también sé que siempre nos quedará Stelvio. Y por supuesto, Gredos.

Hasta siempre, Trekkie.

