pi
03-01-2004, 04:16 PM
Hubo un tiempo en el que Apsley con su modesta Suzuki 400 triturada nos hacia los viajes encantadoramente inolvidables a todos los que viajábamos con él.
Inolvidables, porque estabas tanto tiempo encima de la moto que al final ya no recordabas cuando te habias desplazado con tus propias piernas por última vez. Con su vertiginososa velocidad de crucero de 120 km/h en terreno favorable, hacer un viaje de 800 km. se convertía en toda una epopeya de nuestros días.
Son las típicas cosas que sólo puedes aguantar a un familiar cercano, de lo contrario le hubiéramos dejado tirado en cualquier gasolinera, de echo alguna vez surgió la tentación… Viajar por una autovía con una moto de alta cilindrada actual a esa velocidad es cercano a la tortura: te aburres, te desesperas, haces el indio encima de la moto, te duermes…
En su favor hay que decir que estaba ligeramente acomplejado por la forma en la que nos pasaban siempre las demás motos, ññaaaaaaaoooooooooooonnn, (más o menos), en especial las Suzukis GS 500, modelo que Apsley consideraba “inferior a su GSX 400” por llevar sólo dos válvulas por cilindro, en una de esas juro solemnemente: “Algún día me compraré una moto de esas, de las de adelantar”
Una de las tantas veces que regresábamos del G.P. de Jerez, por las interminables carreteras manchegas, algo cambio, una especie de telepatía se apodero de nosotros, y no pudimos resistirlo mas, y así empezó:
“LA GUERRA DE LOS REBUFOS”
Sin previo aviso ni premeditación Apsley se colocó “a rueda” de mi BMW, que con las maletas laterales la pantalla alta, los bártulos y el piloto formaban una espléndida pantalla contra el aire. Y de esa manera la velocidad comenzó a aumentar paulatinamente…
Primero nos pusimos a 140 km./h. sin mucha dificultad, Apsley mantenía una distancia de unos dos metros con mi rueda trasera, y cada vez nos adelantaban menos motos. Después la velocidad aumento hasta los 160 km./h., ahora ya viajábamos a la misma velocidad que la mayoría de las motos, pero Apsley ya no era capaz de aumentar más.
Sólo habia una solución; acercarse más a mi rueda trasera, de esta forma Apsley si podia segurirme, ahora ya estabamos a un metro el uno del otro…
pero los dos queriamos más…
Despacio pero sin pausa nos empezamos a mezclar con los grupos de moteros que volaban en el carril izquierdo a 180-190 km./h., y la BMW ya no daba para más, su velocidad máxima no era muy elevada pero era como una locomotora, era capaz de llevar ese ritmo hasta el fin del mundo, de esta forma nos fuimos intercalando entre diferentes grupos de motos y a nuestros compañeros de viaje ya los habíamos dejado atrás. A estas alturas Apsley me seguía a escasos 30 centímetros del guardabarros trasero de mi BMW totalmente agachado detrás de la cúpula de su Suzuki y jugando con el corte de encendido constantemente. Lógicamente yo no podía ver la cara de Apsley pero se que cuando adelantamos a alguna GS 500 una sonrisa se dibujo en su cara.
Me hubiera gustado ver las caras de los tíos a los que adelantamos por la autovía, porque la estampa de los dos debido de ser entre espeluznante y triste a la vez. En nuestra defensa hay que alegar que los dos fuimos ciclistas en un tiempo muy lejano, y que conocemos a la perfección el arte de chupar rueda. Pero aún así esto sólo se puede hacer entre hermanos que hayan recorrido muchos kilómetros juntos, pues la confianza en el otro a de ser extrema.
Con el tiempo evolucionamos la técnica y la aplicamos a los días de viento cruzado, formando bonitos abanicos.
Inolvidables, porque estabas tanto tiempo encima de la moto que al final ya no recordabas cuando te habias desplazado con tus propias piernas por última vez. Con su vertiginososa velocidad de crucero de 120 km/h en terreno favorable, hacer un viaje de 800 km. se convertía en toda una epopeya de nuestros días.
Son las típicas cosas que sólo puedes aguantar a un familiar cercano, de lo contrario le hubiéramos dejado tirado en cualquier gasolinera, de echo alguna vez surgió la tentación… Viajar por una autovía con una moto de alta cilindrada actual a esa velocidad es cercano a la tortura: te aburres, te desesperas, haces el indio encima de la moto, te duermes…
En su favor hay que decir que estaba ligeramente acomplejado por la forma en la que nos pasaban siempre las demás motos, ññaaaaaaaoooooooooooonnn, (más o menos), en especial las Suzukis GS 500, modelo que Apsley consideraba “inferior a su GSX 400” por llevar sólo dos válvulas por cilindro, en una de esas juro solemnemente: “Algún día me compraré una moto de esas, de las de adelantar”
Una de las tantas veces que regresábamos del G.P. de Jerez, por las interminables carreteras manchegas, algo cambio, una especie de telepatía se apodero de nosotros, y no pudimos resistirlo mas, y así empezó:
“LA GUERRA DE LOS REBUFOS”
Sin previo aviso ni premeditación Apsley se colocó “a rueda” de mi BMW, que con las maletas laterales la pantalla alta, los bártulos y el piloto formaban una espléndida pantalla contra el aire. Y de esa manera la velocidad comenzó a aumentar paulatinamente…
Primero nos pusimos a 140 km./h. sin mucha dificultad, Apsley mantenía una distancia de unos dos metros con mi rueda trasera, y cada vez nos adelantaban menos motos. Después la velocidad aumento hasta los 160 km./h., ahora ya viajábamos a la misma velocidad que la mayoría de las motos, pero Apsley ya no era capaz de aumentar más.
Sólo habia una solución; acercarse más a mi rueda trasera, de esta forma Apsley si podia segurirme, ahora ya estabamos a un metro el uno del otro…
pero los dos queriamos más…
Despacio pero sin pausa nos empezamos a mezclar con los grupos de moteros que volaban en el carril izquierdo a 180-190 km./h., y la BMW ya no daba para más, su velocidad máxima no era muy elevada pero era como una locomotora, era capaz de llevar ese ritmo hasta el fin del mundo, de esta forma nos fuimos intercalando entre diferentes grupos de motos y a nuestros compañeros de viaje ya los habíamos dejado atrás. A estas alturas Apsley me seguía a escasos 30 centímetros del guardabarros trasero de mi BMW totalmente agachado detrás de la cúpula de su Suzuki y jugando con el corte de encendido constantemente. Lógicamente yo no podía ver la cara de Apsley pero se que cuando adelantamos a alguna GS 500 una sonrisa se dibujo en su cara.
Me hubiera gustado ver las caras de los tíos a los que adelantamos por la autovía, porque la estampa de los dos debido de ser entre espeluznante y triste a la vez. En nuestra defensa hay que alegar que los dos fuimos ciclistas en un tiempo muy lejano, y que conocemos a la perfección el arte de chupar rueda. Pero aún así esto sólo se puede hacer entre hermanos que hayan recorrido muchos kilómetros juntos, pues la confianza en el otro a de ser extrema.
Con el tiempo evolucionamos la técnica y la aplicamos a los días de viento cruzado, formando bonitos abanicos.