xoxe
02-17-2004, 07:40 PM
Aunque yo no tengo muy buena memoria, intentare plasmar mis vivencias el día que recuperé mi conciencia motera despues de un parón, obligado por la indigencia más cruel y absoluta, que reprime a cualquier trabajador que comienza su vida de manera independiente.
Estaba trabajando en el estudio cuando sono una vez más el teléfono, fue un día infernal de llamadas, y al levantar el auricular oigo a Pi, que por aquel entonces trabajabamos juntos, planear con Apsley una salidita de fin de semana en moto. Están un rato “que si esto”, “que si aquello” y al terminar su conversación me cuenta que querían salir el sábado por la mañana a dar una vuelta por carreteras de segundo orden, alegando que son las má divertidas y pasar la noche en ruta para aprovechar bien el fin de semana.
Pasado un rato, Pi se me encara y me comenta… —¿Por qué no te vienes con nosotros¿— a lo que le contesto —mira tio, yo de paquete no voy ni a la vuelta de la esquina—, y él, muy decidido me dice, —podías ir en mi moto y yo me llevo la de mi parienta—. Después de un tira y afloja por aquello de que me parecía una decisión importante en mi vida, me convencio. No recuerdo que día de la semana era pero sería un miércoles o un jueves.
Ahora pasaba al primer escoyo, LA PARIENTA. Os podeis imaginar las escenas… cariño que peinado más bonito llevas hoy; quieres que te ayude en la casa; si quieres puedo hacer los recados; creo que esta noche deberíamos salir a cenar; en fin, parecia un urogallo en época de celo, mostrándome y contorneando mi cuerpo con la falsa idea de que mi mujer pensara —menudo tio tengo en casa— o algo así. Después de todo este derroche de medios por mi parte para parecer merecedor de tan importante evento, vino la pregunta del siglo…… —veras cariño es que los chicos están pensando en… en… en… salir a dar una vuelta este fin de semana y me han dicho que si me voy con ellos— (glup), evidentemente antes de la pregunta le desarrolle con pelos y señales como mi cuerpo necesitaba distracción por todo aquello relacionado con el estrés y esas cosas. Y sucedio… me dijo —¡vaaaale!
Ahora llegaba el momento de preocuparme por la equipación, pues después de tantos años sin “motear” pues todas mis pertenencias se resumían en unas simples botas deportivas de la marca Clice del año 1982 y, que al día de hoy, todavía conservo. Pero como siempre, Pi se saco su corazón del pecho y se dispuso a dejarme su chaqueta de Gore, los pantalones de barbour y creo recordar que su primer caso abatible, que por cierto me apretaba la “pelota” una barbaridad, el saco de dormir de su mujer y supongo que unos guantes.
Y por fin llegó el gran día. Nueve de la mañana del sábado. Pi viene a buscarme a casa con su flamante BMW R850R y vamos los dos subidos en ella hasta su garaje donde el recoge la Honda CB 250 de su mujer. Nos subimos los dos, yo en la BMW como un señor, hasta Colmenarejo, lugar donde quedamos con Apsley y su Suzuki GSX400E. Lo primero que nos esperaba al llegar a Colmenarejo fue colocar una gran jardinera en su ubicación pues nos estaban esperando para tal fin. El esfuerzo fue bestial pues esta pesaba 300 kilos. Una vez recuperamos el aliento, partimos por la carretera de El Escorial hacia el Cruz Verde, donde paramos a tomar un pinchito de torilla. Como primera etapa no estaba del todo mal; habíamos recorrido 17 kilómetros sin escalas. Una vez degustamos la “spanish hommelet” continuamos hacia Robledo de Chavela y de ahí tomamos unas carreteras increibles hasta la zona de Gredos. Es justo comentar que yo iba chupando rueda de mis dos compañeros de aventura y que estos a paso de crucero me iban dejando atrás sin yo poder solucionarlo; me dedicaba al pilotaje en cuerpo y alma y ni así era capaz de seguir a Pi con CB 250. Además tuve que hacer una pàrada forzosa ya que entre tantas curvas y la suspensión delantera de la BMW llegue a marearme… lo cual empezó a minar mi autoestima como motero.
Continuara…
Estaba trabajando en el estudio cuando sono una vez más el teléfono, fue un día infernal de llamadas, y al levantar el auricular oigo a Pi, que por aquel entonces trabajabamos juntos, planear con Apsley una salidita de fin de semana en moto. Están un rato “que si esto”, “que si aquello” y al terminar su conversación me cuenta que querían salir el sábado por la mañana a dar una vuelta por carreteras de segundo orden, alegando que son las má divertidas y pasar la noche en ruta para aprovechar bien el fin de semana.
Pasado un rato, Pi se me encara y me comenta… —¿Por qué no te vienes con nosotros¿— a lo que le contesto —mira tio, yo de paquete no voy ni a la vuelta de la esquina—, y él, muy decidido me dice, —podías ir en mi moto y yo me llevo la de mi parienta—. Después de un tira y afloja por aquello de que me parecía una decisión importante en mi vida, me convencio. No recuerdo que día de la semana era pero sería un miércoles o un jueves.
Ahora pasaba al primer escoyo, LA PARIENTA. Os podeis imaginar las escenas… cariño que peinado más bonito llevas hoy; quieres que te ayude en la casa; si quieres puedo hacer los recados; creo que esta noche deberíamos salir a cenar; en fin, parecia un urogallo en época de celo, mostrándome y contorneando mi cuerpo con la falsa idea de que mi mujer pensara —menudo tio tengo en casa— o algo así. Después de todo este derroche de medios por mi parte para parecer merecedor de tan importante evento, vino la pregunta del siglo…… —veras cariño es que los chicos están pensando en… en… en… salir a dar una vuelta este fin de semana y me han dicho que si me voy con ellos— (glup), evidentemente antes de la pregunta le desarrolle con pelos y señales como mi cuerpo necesitaba distracción por todo aquello relacionado con el estrés y esas cosas. Y sucedio… me dijo —¡vaaaale!
Ahora llegaba el momento de preocuparme por la equipación, pues después de tantos años sin “motear” pues todas mis pertenencias se resumían en unas simples botas deportivas de la marca Clice del año 1982 y, que al día de hoy, todavía conservo. Pero como siempre, Pi se saco su corazón del pecho y se dispuso a dejarme su chaqueta de Gore, los pantalones de barbour y creo recordar que su primer caso abatible, que por cierto me apretaba la “pelota” una barbaridad, el saco de dormir de su mujer y supongo que unos guantes.
Y por fin llegó el gran día. Nueve de la mañana del sábado. Pi viene a buscarme a casa con su flamante BMW R850R y vamos los dos subidos en ella hasta su garaje donde el recoge la Honda CB 250 de su mujer. Nos subimos los dos, yo en la BMW como un señor, hasta Colmenarejo, lugar donde quedamos con Apsley y su Suzuki GSX400E. Lo primero que nos esperaba al llegar a Colmenarejo fue colocar una gran jardinera en su ubicación pues nos estaban esperando para tal fin. El esfuerzo fue bestial pues esta pesaba 300 kilos. Una vez recuperamos el aliento, partimos por la carretera de El Escorial hacia el Cruz Verde, donde paramos a tomar un pinchito de torilla. Como primera etapa no estaba del todo mal; habíamos recorrido 17 kilómetros sin escalas. Una vez degustamos la “spanish hommelet” continuamos hacia Robledo de Chavela y de ahí tomamos unas carreteras increibles hasta la zona de Gredos. Es justo comentar que yo iba chupando rueda de mis dos compañeros de aventura y que estos a paso de crucero me iban dejando atrás sin yo poder solucionarlo; me dedicaba al pilotaje en cuerpo y alma y ni así era capaz de seguir a Pi con CB 250. Además tuve que hacer una pàrada forzosa ya que entre tantas curvas y la suspensión delantera de la BMW llegue a marearme… lo cual empezó a minar mi autoestima como motero.
Continuara…