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: La puerta trasera de Mauritania. 2ª y última parte.


Apsley
02-06-2004, 04:37 PM
Aquella noche, en Nouadhibou, me alojé en un “camping”.
Era un lugar tétrico, que no ofrecía ningún tipo de higiene, pero no pedían documentos para registrarse, lo cual significaba una ventaja para alguien que en escasas horas, con toda seguridad, se convertiría en un “ilegal”.
El primer paso era averiguar las vías para abandonar el país sin pasar por la frontera, ¡si es que las había! por lo que decidí preguntarle a un negrito, el mismo negrito que atendía el sucísimo bar.
Hablé en voz baja, se diría que me avergonzaba de mis intenciones, pero él, aparte de su lengua, sólo hablaba francés, y yo, aparte de la mía, solo el inglés... Aun así debió de adivinar mis intenciones, (el gesto de angustia es internacional) porque me hizo un gesto de “espera que ahora vengo” y se marchó dejándome solo. Aproveché para tomar un té.
Un rato después regresó acompañado de un individuo de aspecto indefinible, que como averigué tras un instante se proclamaba como guía. ¡Y hablaba inglés! No se trataba de un guía turistico cualquiera, no, era un guía dedicado en cuerpo y alma al negocio de la emigración ilegal. Y sin necesidad de dar muchos rodeos, me hizo una oferta. Yo pensaba que mi caso era único, que vivía una situación aparte, pero durante la noche me percaté de que muchos jóvenes de Nouadhibou se ganaban la vida sacando a subsaharianos de Mauritania por la puerta trasera. Y es que cuando se supo que un blanco "capullo" necesitaba huir, -fué un secreto a voces- gran parte de ellos vinieron a ofrecerse, luciendo en sus negras caras una sonrisa de sospechosa satisfación.

He de decir que las ofertas de estos guias no eran nada baratas, por lo que finalmente -el primer impulso suele ser el bueno, acepte la del primero que vino a verme, el amigo del camarero del bar. Acordamos que vendria a buscarme al dia siguiente sobre las diez de la noche, y yo corri el riesgo de entregarle por adelantado mi último manojo de dolares americanos. Aquel hombrecillo era mi unica esperanza, y mientras lo vi perderse en la oscuridad, rogué con todas mis fuerzas para que regresase al dia siguiente...

Mientras me preparaba la cena con el hornillo -cena que consistió en el último bote de fabada Litoral que me quedaba- miré la moto, y al tiempo que daba vueltas a las judías, pensaba en la forma en que la abandonaría.
¿Debería quitar las placas de matricula y borrar los números de chasis y motor? ¿o sería mejor prenderla fuego?
Por Dios...prenderla fuego...¡Si era una moto pagada a plazos! A las dos de la madrugada, tras darle muchas vueltas al asunto, decidí que no la tocaría, Pero le quitaria la matricula...si..y...si...sólo la matricula...y la dejaría en la gasolinera, con las llaves puestas, ¡a ver si con un poco de suerte algún muchacho la robaba! Así la policia tardaría en encontrarla y...y...y...

El dia siguiente amaneció muy caluroso, y solo la cercania del mar refrescaba aquella sordida llanura.
Pasé gran parte de la jornada deshaciéndome de mi equipaje, y decidí que únicamente cargaria con lo necesario para poder llegar, si es que llegaba, al primer lugar habitado de Marruecos. Si he de ser sincero, y en estos asuntos me precio de serlo, he de confesar que el día se me hizo muy largo, y que sentí un miedo profundo que me privó del apetito, de la sed, y entre otras muchas cosas, de la satisfacción que siempre he sentido por viajar. Me sentía aturdido, muy cansado, apenas me restaba dinero y veía muy de cerca la posibilidad de “plegar” tumbado por una mina colocada por soldados del Frente Polisario, del ejército Mauritano o el Marroquí.
Cuando comenzó a anochecer, llevé la moto a la gasolinera, y pasé un rato horrible hasta que la perdí de vista. Acabó por dolerme el cuello de mirar hacia atrás, y sólo un capitán de un barco hundiendose hubiese sentido lo mismi que sentí yo.
A las diez en punto de la noche apareció por el camping mi guía, puntual como un profesional, y con el mísmo aspecto indefinible de la jornada anterior. Recuerdo su nombre, pero me reservo el hecho de escribirlo, a pesar de que existen muchas posibilidades de que fuera un nombre falso. Apenas me habló. Con un gesto rápido me indicó que le siguiese, y cuando salimos del camping me hizo un ademán para que subiese en un destartalado Peugeot 504. En él ya estaban cinco hombres y una mujer. Recuerdo perfectamente el olor de aquel coche. ¡Olía a fruta fresca! Recorrimos, en la oscuridad y en silencio, algunas calles solitarias de Nouadhibou, y cerca de la estación de tren tomamos una pista arenosa que discurria paralela a la vía. Todavía, al día de hoy, no entiendo como el coche no se hundía en la arena, pues zizagueabamos de un lado a otro y cualquiera hubiese dicho que ibamos a volcar irremediablemente. Y lo mejor de todo es que yo sólo tenía una idea aproximada de qué ibamos a hacer. ¿dónde ibamos? ¿cuando cruzaríamos la frontera? ¿nos seguía ya una patrulla? ¿qué ocurriría al llegar Marruecos?
La negrita que iba sentada a mi lado me miraba muy extrañada. Ellos al fin y al cabo se jugaban el pellejo para buscar una vida mejor en Europa, pero ¿que había llevado a aquel blanco hasta allí? Lo más impresionante de todo es que en ningún momento nadie me preguntó “qué” hacía "yo" en aquel “taxi”, y fué la primera -y no la última- prueba de cultura y respeto con que me deleitaron durante las horas siguientes.
Porque -aunque en aquel momento yo no daba un duro por mi vida- restaban horas siguientes. ¡Vaya si restaban!
Continuamos circulando con el coche por aquella pista del desierto durante un tiempo indefinido. Y es que el tiempo, mi tiempo, había entrado en una dimensión tan extraña como pueda serlo en un sueño. De aquellos momentos sólo guardo un recuerdo vago, pero nunca olvidaré el tenso silencio del interior de aquel Peugeot azul. Nadie decía nada, seseabamos a lo largo de la pista, aquel olor a fruta fresca...
En algún momento el coche se detuvo al borde mísmo de la vía del tren. En la oscuridad sólo se dejaba entrever una caseta de madera medio destruida, una caseta de un paso a nivel. Fué entonces cuando nuestro guía nos dijo que nos bajasemos del coche.
En aquel lugar nos encontramos con cuatro personas más, tres hombres y una mujer, que nunca supe cómo habían llegado hasta allí. Yo esperaba que de un momento a otro nos pusiesemos a andar, pero todos mis compañeros extendieron sus mantas en el suelo y se dispusieron a dormir con toda naturalidad.
En Nouadhibou, en un vertedero cercano al mercado, yo había dejado gran parte de mis pertenecias, entre ellas mis prendas de abrigo, la tienda, mi saco, la esterilla y todo el equipo que me servía para viajar en la moto. Durante aquella noche, la noche de mi fuga programada, mi vestimenta consistía en un pantalón corto, en una camiseta vieja y en forro polar ligero -todo lo que conservaba- y cuando las temperaturas descendieron (y en el desierto eso ocurre con mucha rapidez) empecé a morirme de frío. Me senté junto al Peugeot, pues el motor despedía calor, y me acurruqué de espaldas a una rueda, en espera de que ocurriera algo.
Tenía claro que aún nos encontrabamos en Mauritania, y suponía que nuestro guía aguardaba el momento oportuno para adentrarnos en el desierto a pie y cruzar la línea fronteriza.
Bien pudieron pasar dos horas hasta que ví que alguien se movía. Y quien se movía era uno de mis compañeros, que se acercó hasta donde yo estaba con la intención de prestarme una manta. Pocas veces he agradecido tanto un gesto de este tipo, pues entrada la madrugada el frío era intenso. Se acercó a mi como un espectro en la oscuridad, y después se alejó caminando a saltitos con una gran sonrisa en su enorme boca. A esto le sucedió un periodo de tiempo en que permanecí en un auténtico duermevela. Me sacó de mi letargo el guía, que dió un par de tirones a la manta para que me pusiese en pie. Unos minutos después iniciabamos nuestra caminata ascendiendo por una duna, descendiendo por el otro lado y perdiendonos en la oscuridad. Formabamos una larga fila de caminantes silenciosos con destino a un punto incierto. Yo iba el último y apenas podía ver nada, y solo me concentraba en no perder los pasos de quien me precedía. Sus huellas quedaban marcadas en la arena, y esa será una imagen que nunca podré olvidar. Sólo se podía escuchar el sonido de nuestras pisadas, y la única luz perceptible era la de las estrellas, que configuraban en el cielo un espectáculo maravilloso.
Mi mayor temor era que fuesemos sorprendidos por alguna patrulla del ejército Mauritano, que sin lugar a dudas andaban cerca, pues los había visto patrullando por esta zona en el inicio de mi viaje en moto, cuando llegué a la frontera como miembro de un comboy escoltado por militares marroquies. Mi otro temor era pisar alguna mina, pero confiaba en que el guia supiese bien por dónde nos llevaba. En resumidas cuentas: mi estado de ánimo era pésimo, me encontraba tan cansado que me era muy dificil caminar por la arena y estaba atemorizado, por lo que deseaba con todas mis fuerzas que aquella situación terminase de una vez. Pero por otro lado, había algo en todo aquello que me excitaba sobremanera, algo que me producía una descarga de adrenalína intensa, y, aunque me cueste reconocerlo, muy placentera...
Mientras caminaba no podía dejar de pensar en las razones que me habían llevado hasta allí. Había iniciado mi viaje con todos los cabos bien atados, pero Africa es una caja de sorpresas, y cuando menos lo esperas te acecha con trampas dificiles de sortear.
Seguiamos caminando hacia el norte, en dirección a la estrella polar, pero de vez en cuando el guía se detenía y nos abandonaba mientras se perdía en la oscuridad. ¿Dónde iba? Yo supongo que hacía avanzadillas para controlar a las patrullas fronterizas, pero lo único que supe con certeza es que nosotros no nos movíamos un solo centímetro de donde él nos dejaba, pues corríamos el riesgo de saltar por los aires hechos pedazos.En estas ocasiones aprovechábamos para comer y beber, incluso dormitar, y me sorprendió ver que alguno de mis eventuales camaradas lo hacian con toda tranquilidad. Yo comía gracias a la generosidad de mis compañeros, que compartieron conmigo sus tortas de harina y el poco agua de que disponían.

Cuando el guía regresaba volvíamos a la marcha.

El sentimiento de tensión era creciente, pues os aseguro que no es agradable saber que un grupo de soldados mal pagados andan armados buscando tipos como nosotros en plena madrugada. De tanto ver películas uno se habitua a ver esas armas, pero cuando la ficción se torna en realidad es inevitable no sentir pavor. Son armas de verdad, disparan de verdad y matan en un abrir y cerrar de ojos.
No debía de quedar mucho tiempo para el amanecer cuando paramos al pie de una pequeña duna.
Vi al guía hablar con uno de los componentes del grupo, y luego se dirigió a mi por primera vez desde que salímos del camping. En un inglés muy peculiar me advirtió que él se marchaba de vuelta, y que no nos moviesemos del punto en que estabamos. Yo, muy extrañado, me interesé por lo que iba a ocurrir, pero él sonrió y sin decirme nada dió media vuelta y se marchó... Era evidente que ya no estabámos en Mauritania, pero no sabíamos qué iba a ocurrir. Me tranquilizaba el hecho de que todos los componentes de del grupo mostraban una actitud calma. Se diría que no sentian ningún temor, pero tras un viaje tan largo desde sus respectivos países -Senegal, Malí...- era posible que ya no sintiesen nada. Y me asustaba pensar en cuanto les restaba aún. Todavía deberían afrontar el paso mas dificil: cruzar el estrecho de Gibraltar. Así que allí permanecimos inmóviles hasta que el sol surgió tras una duna. Me levanté del suelo, y sin moverme de donde estaba, pude observar que habíamos pasado todo aquel tiempo al borde de una pista muy deteriorada. Ya no había rastro de la vía del tren. No se veía ningún lugar habitado, y la vista se perdía en el horizonte de aquel inhóspito lugar. Pero por extraño que parezca, aquel amanecer me relajaba, por que traia consigo toda la belleza de una salida del sol en pleno desierto. Por primera vez en muchas horas sentía un poco de paz, pero es evidente que en aquella situación no podía durar mucho: de repente, mi corazón se aceleró.

En dirección sur se levantaba una polvareda, que sin duda provenía de un vehiculo que avanzaba hacia nosotros. Unos instantes después la polvareda se acercó, creciendo, y pude oir con claridad el sonido de un motor. Todos se levantaron y envueltos en sus mantas se acercaron a mí. Sí. Se trataba un camión. Y Dios...¡eran militares!
Quien más y quien menos tiritaba de frío, aunque posiblemente fuera de miedo. los demás no sé, pero yo estaba muy asustado. Aquel vehículo se acercaba más y más al lugar donde permaneciamos inmóviles, y el tiempo volvió a distorsionarse -como sólo lo hace en las pesadillas- hasta que el camión se detuvo frente a nuestra pequeña duna.
A estas alturas, dejando a un lado mi miedo, únicamente quería tomar algo caliente y descansar -aunque fuese en una celda de Nouadhibou-, y todo lo demás me importaba un carajo. En aquel instante decisivo, toda la tensión acumulada durante los días anteriores se esfumó cuando tomé la iniciativa de caminar hacia aquel enorme camion caqui. ¿De qué país eran? Con pasos torpes y abrigado en la manta llegué hasta la puerta derecha, al tiempo que un joven de unos dieciocho años descendió. Hubo un detalle significativo, y es que el chaval no empuñaba ningún tipo de arma. ¿Era marroquí? Sin mediar palabra nos hizo a todos un gesto para que nos reuniesemos a su alrededor, y una vez que lo hicimos, nos pidió los pasaportes -no todos lo tenían- para meterlos después en una bolsa vieja.
Luego subimos a la caja del camión y nos pusímos en marcha. Eran marroquies.
A partir de ese momento, y durante todo aquel día -y los que le siguieron- mis recuerdos se difuminan hasta el punto de que poco o nada quedó en mi mente. Todo ocurría muy rápido. El ruido del camión, el olor a gasoil mal quemado, cortas cabezadas con sueños extraños, los bandazos por aquella pista, las miradas de los soldados.
Casi al caer la noche llegamos a Dakla, en al Sahara Occidental. Allí me separaron de los subsaharianos y sufrí un pequeño interrogatorio por parte de la autoridades locales. En mi pasaporte figuraba una hoja verde en la que se anotó -un mes antes- que yo había entrado y salido de Marruecos con una moto, y había vuelto a entrar sin ella...
Pero aquello no duró demasiado, y como era tarde y supongo que tenían ganas de regresar a sus casas, me dejaron marchar. Nunca volví a ver a mis compañeros.

Regresé a España de una forma un tanto peluliar. En Dakla, mientras haranganeaba por el mercado, conocí a un grupo de alemanes que estaban de vuelta de una ruta por el desierto. Horas después me dejaron subir a su todo terreno -debieron apiadarse de mi aspecto de indigente- y me llevaron hasta Ceuta. Desde allí, cansado de gorronearles la comida, tomé un barco con destinoal puerto de Algeciras y una vez llegué subí a un tren nocturno con destino a Madrid. Así terminó todo.

Quizás algún día me siente frente a una chimenea en un gran sofá, rodeado de mis nietos, y les cuente esta historia, la historia de que una vez caminé siguiendo una estrella en compañía de un grupo de subsaharianos. Y lo más sorprendente, espero que mis nietos sepan apreciarlo, es que viví para contarlo.

Apsley.

Armageddon
02-06-2004, 06:06 PM
Joder, Aspley, vaya historia 8O . Me he quedado de piedra. Y el relato.... increible. Como tengas muchas historias más así me muero de ganas por leerlas :wink:

V'ssssssss

MCP
02-07-2004, 09:57 AM
¡¡¡La madre que me parió!!! ¡¡¡Vaya acojone!!! ¡¡¡Uffff!!! Eso sobre pasa la aventura...

Ta lueguínnn

Viktor
02-07-2004, 03:03 PM
8O 8O Bueno, pues para que vamos a decir todos lo mismo.... solo nos queda esperar otro de tus relatos (que no historias), deseando que al menos una vez, podamos realizar una decima parte de una aventura similar, y esto solo es UNA...!!! no quiero ni imaginarme, la cantidad de cosas que puedes enseñarnos al resto.

Añadir que tengo (y creo que la mayoria, por no decir todos) un sentimiento de profunda admiracion y respeto, ante un hombre que ha vivido tan intensamente, (y vive claro... :lol: ) no como la mayoria, que nuestro mayor dilema es si iremos por general o autovia.

Sera un honor, cuando llegue ese dia poder rodar a tu lado, y empaparme de todas esas vivencias (mientras esperas a tus nietos..... aqui tienes uno suplente :lol: )

V´sss maestro..

tfedi
02-08-2004, 09:40 AM
Apsley, en cuanto nos veamos, te vas a pasar toda la noche bebiendo cerveza (de eso me encargo yo) y contandome todas esas historias que has vivido, que aqui estarán muy bien plasmadas, pero tiene que ser la leche verte en persona contandolas.

por cierto, no pensaste en volver a por la XT ?

V'sss

TIGER
02-10-2004, 05:18 PM
¡¡¡LO HE IMPRIMIDO Y ME LO LLEVO A LEER PARA CASA !!!! QUE HE EMPEZADO Y ME ESTABA PONIENDO DE LOS NERVIOS Y EN EL CURRO NO ES BUENA COSA¡¡¡¡¡

TIGER
02-11-2004, 04:56 PM
¡¡¡¡¡ASPLEY ERES UN MONSTRUO!!!!!!

QUE PASADA¡¡¡¡ LO ESTUVE LEYENDO AYER POR LA NOCHE Y QUE AVENTURA¡¡¡¡¡

QUEREMOS MAS ¡¡¡¡¡¡¡¡ :D :D :D

JAVEVA
02-19-2004, 07:11 AM
ESO SI QUE ES PARA CONTARSELO A LOS NIETOS,ERES MI IDOLO.-

Neott
03-25-2004, 06:06 PM
Tus nietos serán afortunados de tener un abuelo como tú.

A ti eso de los viajes faciles no te gusta. ¿Verdad?.

Apsley
03-25-2004, 07:03 PM
Hola Neott, hola foro.

¿Viajes fáciles? Una vez hice un viaje fácil: fuí a Lanzarote -en un viaje organizado- con mi hijo y mi mujer, y no te miento si te digo que aquellos quince días en la playa -supuestamente de placer- se me hicieron dificilisimos, larguisimos, aburridísimos...

Desde entonces busco viajes donde, con mayor o menor dificultad, al menos me lo pase bien.

Y creo haberlo conseguido...

Un abrazo.

Apsley.

TIGER
05-27-2004, 08:12 AM
ERBUENO, LO MUEVO PARA QUE LO VEAS BIEN¡¡¡ :mrgreen:

Erbueno
08-06-2004, 09:18 PM
Aspley, una experiencia como ninguna, ni antes ni despues ¿Seguro! Pero te comento. El dia 10 de agosto recojo por fin mi flamante R 1200 GS y en conversacione con el jefe taller del concecionario mi dice que está será su proxima moto, además tiene en mente junto a una R 1150 GS para agosto del 2006 hacer Córdoba-Cabo verde. es decir abajo, abajo del todo. Yo sin pensarlo (Ni mucho ni poco) me he apuntado. ¿Que nos tienes que decir de la idea?.





Un Saludo del primer miembro admitido del KK cordobez

xoxe
08-09-2004, 06:44 PM
Me temo que Apsley está en el dique seco, pero le pasare el mensaje a ver si puede escribirnos algo…

Saludos.

Erbueno
08-13-2004, 12:54 PM
Me temo que Apsley está en el dique seco, pero le pasare el mensaje a ver si puede escribirnos algo…

Saludos.

Gracias Xoxe, no hay prisa, tengo dos años por medio. Pero si es cierto que la curiosidad algo mata.