Apsley
02-05-2004, 02:53 PM
Quizás algún día me siente frente a una chimenea en un gran sofá, rodeado de mis nietos, y les cuente esta historia:
En octubre de 1998 tuve la oportunidad -y la suerte- de viajar en una vieja XT desde Madrid a Dakar, cruzando Marruecos, el Sahara Occidental, Mauritania y gran parte de Senegal, ya en el África negra.
El viaje en moto hasta Dakar, en líneas generales, fué un exito, pues llegué a la capital senegalesa en 23 días, tras rodar cuatro mil kilómetros sobre todo tipo de pistas y carreteras , sin contar con las vueltas tontas que dí en las ocasiones en que me perdí en las etapas de pura orientación através las grandes extensiones de dunas y arena.
Pero cuando por fin llegué a la meta, y apesar de emborracharme en mi propia euforia, sentí que estaba agotado, que pesaba diez kilos menos y que la cartera había adelgazado tanto como yo. Afortunadamente, todo había ido bien, ¡era un viaje arriesgado! sólo restaba regresar a casa...
Llegado ese momento -el del regreso a casa- caí en la cuenta de que las cosas pueden torcerse en cualquier momento, y no tardé en averiguar que así iba a ocurrir. Mi euforia tras la llegada “victoriosa” se fué al traste cuando no pude llevar acabo mi idea inicial, que era embarcar la destartalada Yamaha en un carguero atracado en Dakar con destino al puerto de Las Palmas, y tomar yo un avión directo a Madrid. ¿Y por qué?
Los problemas comenzaron cuando entré en el puerto y supe que el barco que yo tenía contratado para el viaje de regreso de la XT había aplazado su salida, y que no abandonaría el amarre en dos meses. Y eso representaba un gran problema, por que yo ya había comprado -y pagado-mi billete de avión con una tarifa económica, y si no embarcaba perdería mi billete y nadie me reembolsaría el dinero. Para colmo, en la aduana portuaria se negaron a dejar la moto en depósito, pues el futuro del carguero que debía tranportarla era una incógnita. -”Sí, dos meses, quizás tres, quizás nunca...”- me dijo un empleado bigotudo. Y en ninguna otra compañía, apesar de ofrecerles un montón de dinero, estuvieron dispuestos a hacerme el transporte. Era tan evidente que iba a perder mi avión como evidente era que tenía un serio contratiempo, pues para salir de Senegal por tierra ( regresar por donde había llegado se me antojaba como la opción más lógica) debía hacerlo obligatoriamente con la moto, por la razón de que para cruzar Mauritania -y el propio Senegal- me obligaron a suscribir un “carnet de passage”, que viene a ser un documento que garantiza -desde que entramos en estos países- que mi moto y yo formabamos una unidad... Esto, se supone, lo hacen con la intención de evitar el abandono de vehículos en el desierto, y también para impedir la venta de vehículos de dudosa procedencia a lo largo y ancho de su territorio.
Por lo tanto, y para resumir, decir que me era imposible subir al avión sin justificar con documentos el regreso a España de la moto, por lo que decidí dar media vuelta, abandonar Dakar y regresar a Madrid por el mismo camino por el que había llegado. Otros cuatro mil kilómetros de aventura, otros cuatro mil kilómetros de polvo , de calor y sed...y en vista de lo ligero de mi cartera, de hambre. Pero si las cosas se tuercen, se tuercen de verdad, y es que al intentar salir de Senegal me encontré con un problema mas, inesperado, y es que no tenía visado para volver a cruzar la frontera con Mauritania, y se trataba de un visado que sólo me expedían en la embajada de Madrid. Todo se complicaba, por lo que recurrí a mi espiritu aventurero y a mi capacidad de sacrificio, y sin perder la calma me gasté un montón de dinero en convencer al funcionario para que me concediese el sellito que me ofrecía la posibilidad de regresar a casa...Así es Africa.
Al menos había conseguido pasar a Mauritania de nuevo. Aquel día creí haber tocado fondo, pero lo cierto es que aún estaba muy lejos de haberlo tocado.
El verdadero problema, como descubriría días de desierto y calor agobiante después, no era este, no, nisiquiera era el verme obligado a recorrer de nuevo cuatromil kilómetros sin fuerzas y falto de recursos económicos. El problema de verdad estaba en el siguiente puesto fronterizo -entre Mauritania y el Sahara Occidental (”legalmente” Marruecos)-pues permitían la entrada al país por este punto (yo lo había hecho) pero nunca la salida. ¡Estaba atrapado!
Durante mi viaje de regreso hacia el norte mantuve la esperanza de que, como había hecho en Senegal, sobornando a los militares me dejasen pasar a Marruecos, pero tras otra semana de desierto a lomos de mi -y nunca mejor dicho-inseparable moto, llegué a la conclusión de que no merecía la pena ni intentarlo. Conviene recordar que este es un territorio en constante conflicto militar y una de las zonas con más minas personales -y explosivas- por metro cuadrado del planeta...
Así que llegué a Nouadhibou, última población al norte de Mauritania, casi sin gasolina, con una válvula traqueteando y sin tener muy claro cual era mi futuro más inmediato. Me sentía prisionero en un pais en el que me habían dejado entrar, pero del que me estaba prohibido salir, si no era en avión y con la moto a cuestas. Si no fuera por el “carnet de passage” podía haber volado cómodament de Noadibou a Las Palmas en menos de media hora.
A estas alturas, agotado tras 6.000 kilómetros de viaje, había comprendido que me vería obligado a abandonar la moto y gran parte de mi equipaje y salir ilegalmente del país a pie.
A pie.
Pero ¿por dónde? ¿cómo? ¿con quién?
¿Sería capaz de caminar de noche, evitando las patrullas del Ejercito Mauritano, por un desierto plagado de minas?
Continuará.
Apsley.
En octubre de 1998 tuve la oportunidad -y la suerte- de viajar en una vieja XT desde Madrid a Dakar, cruzando Marruecos, el Sahara Occidental, Mauritania y gran parte de Senegal, ya en el África negra.
El viaje en moto hasta Dakar, en líneas generales, fué un exito, pues llegué a la capital senegalesa en 23 días, tras rodar cuatro mil kilómetros sobre todo tipo de pistas y carreteras , sin contar con las vueltas tontas que dí en las ocasiones en que me perdí en las etapas de pura orientación através las grandes extensiones de dunas y arena.
Pero cuando por fin llegué a la meta, y apesar de emborracharme en mi propia euforia, sentí que estaba agotado, que pesaba diez kilos menos y que la cartera había adelgazado tanto como yo. Afortunadamente, todo había ido bien, ¡era un viaje arriesgado! sólo restaba regresar a casa...
Llegado ese momento -el del regreso a casa- caí en la cuenta de que las cosas pueden torcerse en cualquier momento, y no tardé en averiguar que así iba a ocurrir. Mi euforia tras la llegada “victoriosa” se fué al traste cuando no pude llevar acabo mi idea inicial, que era embarcar la destartalada Yamaha en un carguero atracado en Dakar con destino al puerto de Las Palmas, y tomar yo un avión directo a Madrid. ¿Y por qué?
Los problemas comenzaron cuando entré en el puerto y supe que el barco que yo tenía contratado para el viaje de regreso de la XT había aplazado su salida, y que no abandonaría el amarre en dos meses. Y eso representaba un gran problema, por que yo ya había comprado -y pagado-mi billete de avión con una tarifa económica, y si no embarcaba perdería mi billete y nadie me reembolsaría el dinero. Para colmo, en la aduana portuaria se negaron a dejar la moto en depósito, pues el futuro del carguero que debía tranportarla era una incógnita. -”Sí, dos meses, quizás tres, quizás nunca...”- me dijo un empleado bigotudo. Y en ninguna otra compañía, apesar de ofrecerles un montón de dinero, estuvieron dispuestos a hacerme el transporte. Era tan evidente que iba a perder mi avión como evidente era que tenía un serio contratiempo, pues para salir de Senegal por tierra ( regresar por donde había llegado se me antojaba como la opción más lógica) debía hacerlo obligatoriamente con la moto, por la razón de que para cruzar Mauritania -y el propio Senegal- me obligaron a suscribir un “carnet de passage”, que viene a ser un documento que garantiza -desde que entramos en estos países- que mi moto y yo formabamos una unidad... Esto, se supone, lo hacen con la intención de evitar el abandono de vehículos en el desierto, y también para impedir la venta de vehículos de dudosa procedencia a lo largo y ancho de su territorio.
Por lo tanto, y para resumir, decir que me era imposible subir al avión sin justificar con documentos el regreso a España de la moto, por lo que decidí dar media vuelta, abandonar Dakar y regresar a Madrid por el mismo camino por el que había llegado. Otros cuatro mil kilómetros de aventura, otros cuatro mil kilómetros de polvo , de calor y sed...y en vista de lo ligero de mi cartera, de hambre. Pero si las cosas se tuercen, se tuercen de verdad, y es que al intentar salir de Senegal me encontré con un problema mas, inesperado, y es que no tenía visado para volver a cruzar la frontera con Mauritania, y se trataba de un visado que sólo me expedían en la embajada de Madrid. Todo se complicaba, por lo que recurrí a mi espiritu aventurero y a mi capacidad de sacrificio, y sin perder la calma me gasté un montón de dinero en convencer al funcionario para que me concediese el sellito que me ofrecía la posibilidad de regresar a casa...Así es Africa.
Al menos había conseguido pasar a Mauritania de nuevo. Aquel día creí haber tocado fondo, pero lo cierto es que aún estaba muy lejos de haberlo tocado.
El verdadero problema, como descubriría días de desierto y calor agobiante después, no era este, no, nisiquiera era el verme obligado a recorrer de nuevo cuatromil kilómetros sin fuerzas y falto de recursos económicos. El problema de verdad estaba en el siguiente puesto fronterizo -entre Mauritania y el Sahara Occidental (”legalmente” Marruecos)-pues permitían la entrada al país por este punto (yo lo había hecho) pero nunca la salida. ¡Estaba atrapado!
Durante mi viaje de regreso hacia el norte mantuve la esperanza de que, como había hecho en Senegal, sobornando a los militares me dejasen pasar a Marruecos, pero tras otra semana de desierto a lomos de mi -y nunca mejor dicho-inseparable moto, llegué a la conclusión de que no merecía la pena ni intentarlo. Conviene recordar que este es un territorio en constante conflicto militar y una de las zonas con más minas personales -y explosivas- por metro cuadrado del planeta...
Así que llegué a Nouadhibou, última población al norte de Mauritania, casi sin gasolina, con una válvula traqueteando y sin tener muy claro cual era mi futuro más inmediato. Me sentía prisionero en un pais en el que me habían dejado entrar, pero del que me estaba prohibido salir, si no era en avión y con la moto a cuestas. Si no fuera por el “carnet de passage” podía haber volado cómodament de Noadibou a Las Palmas en menos de media hora.
A estas alturas, agotado tras 6.000 kilómetros de viaje, había comprendido que me vería obligado a abandonar la moto y gran parte de mi equipaje y salir ilegalmente del país a pie.
A pie.
Pero ¿por dónde? ¿cómo? ¿con quién?
¿Sería capaz de caminar de noche, evitando las patrullas del Ejercito Mauritano, por un desierto plagado de minas?
Continuará.
Apsley.