TRYNOMIUN
08-31-2005, 08:15 PM
No es mío, lo he sacado de ducatistas.com y lo cuelgo aquí por si quereis echarle un vistazo.
Aviso que es largo, pero a mí me ha gustado mucho, y espero que no le moleste al autor.
"Historia de un motorista que después de algunas motos llegó a Ducati.
De como llegué y como de incierto es el futuro.
La primera moto que tuve, compartida con mi hermano, fué una RD350LC, era magnífica, dos tiempos, con mucha mala leche y toda una escuela que forjó junto a las Hurricanes (Honda MBX80) de Honda toda una generación de conductores (algunos llegaron a pilotos) que acudiamos a ver los Superprestigio “Sólo Moto” en el viejo circuito de Calafat, alucinábamos con las carreras de un tal Aspar en 125cc., un tal Cardús, un tal Garriga, un tal Sito en 250cc... emocionantes carreras donde el olor a máquinas de dos tiempos quemando Bradol e incluso Sopral invadían la atmósfera.
Creo que fué allí donde tuve mi primer “rito iniciático” Ducatista.
En éstas carreras había una categoría de motos derivadas de serie llamada “Superbike”, participaban motos de calle preparadas para circuito -carreras cliente- para ser exacto, estaban allí todas las máquinas por las que vendería su alma al diablo cualquier motorista deportivo: Suzuki GSXR750 del equipo Voltá con un piloto prometedor que se llamaba Alberto Puig, preciosas Honda RC30 V4 que eran la -creme-de-la-creme- entonces, la moto a batir, Yamaha FZR750 OW01 tremendamente bonitas y rápidas, Kawasakis ZXR750 “telefónicas” un bicho tan espectacular como inconducible, seguro que había otras marcas que ahora no puedo recordas, incluso gente que pilotaba motos con manillares altos, más propios de las famosas “subidas en cuesta” que no de los circuitos de velocidad...
Pero lo que realmente me impresionó fué lo siguiente:
En Calafat siempre nos situábamos, para ver las carreras, en la zona de las “eses” delante de boxes, era donde se concentraban todos los moteros y el mejor lugar para ver las motos que pasaban por el otro lado de la alambrada de protección, a unos escasos cinco metros del público, de pronto, antes de empezar la carrera de Superbike (vuelta de calentamiento) se oía un bramido a lo lejos que se iba acercando, el suelo parecía que temblaba, era como un ronquido gutural rodeado de miles de abejorros, se iba acercando y el bramido se hacía más intenso hasta que se metía y se alojaba en tu estómago, la sensación era casi de miedo, pánico, ¿que coño era eso?, luego, como más intenso era el sonido más se acercaban unas motos rojas con un chasis que parecia un andamio en color blanco, eran preciosas y además acojonaban, y mucho.
Lo impresionado que yo estaba con este ruído tan brutal de la aceleración de esos monstruos sólo me faltó el grito metálico y ronco que propinaban cuando soltaban gas y reducían la velocidad.
Quedé impresionado, muy impresionado, como anécdota diré que las pilotaba un tal Dani Amatriain y las motos eran de una marca italiana llamada Ducati, el modelo era un número que supongo se refería a su cilindrada 888 (o quizás 851, hablo de memoria), no se que tenían pero eran diferentes a las otras, no sólo por el sonido... no se, eran diferentes.
Allí empezó todo.
Empecé a devorar información sobre Ducati como un poseso, -algún día tendré una-
La siguiente moto que tuve fué -como no-, caí en la tentación, piqué... una Honda CBR600 del 1992, digan lo que digan, era la mejor supersport de la época con mucha diferencia: rápida, amable, poco mantenimiento, irrompible... en definitiva anodina y para todos los públicos.
Me caí dos veces con ella, por suerte no me hice daño y la moto tenía sólo arrastrones, cambié el carenado y compré uno de la marca Speed Fiber que -curiosamente- pinté en un reluciente rojo parecido a Ducati, tenía una CBR totalmente roja, el subsconsciente me estaba diciendo algo... la pinté como una Ducati... que cosas ¿no? Finalmente la vendí por un precio que hasta a mi me pareció caro (la gente compraba CBR’s como si su vida dependiera de ello, no creo que otro modelo aguantara un precio tan alto tanto tiempo, la compré por 950.000 pts. y la vendí con dos caídas, carenado pirata, tubarro Yoshimura y 3 años por 650.000 pts. increible, ni rechistó el comprador).
Estuve una temporada sin moto, tenía la Kawa ZX6R de mi hermano para calmarme en épocas que la adrenalina supuraba por los poros.
Llegó el día.
Hacía poco que Bordoy ya no era el importador de Ducati para España, paseando por delante de una tienda de motos de Suzuki de toda la vida (Floreal) vi que tenía también Ducati, entré y vi una preciosa 750SS del 1997 expuesta entre alguna SS, una 916 Senna y alguna Monster; pregunté por ella.
Estaba en venta, impecable, o al menos eso aparentaba, discutimos un poco el precio, llegamos a un acuerdo y, ya era mía.
Quedamos al cabo de dos días para pagar, cambio de nombre y llevármela... que nervios, creo que la noche anterior no dormí.
Llegué al concesionario, al que me acompañaron en coche mis padres y la que era en aquellos tiempos mi novia (hoy mi mujer).
Una vez realizado el pago y todos los trámites un señor de unos 50 años con una bata azul traía la que ya era mi moto, impecable, recien revisada y probada, él mismo la probó, la acariciaba, parecía que entregaba a su hija a un desconocido... su primera pregunta fué:
-¿has conducido nunca una de estas?
mi respuesta fué
-no,
procedió a darme unos consejos entre los cuales, el que más grabado me quedó:
-No salgas con tus amigos el primer día, sal sólo, tu y la moto, debeis conoceros, es una moto que exige que la conozcas, tienes que acostumbrarte a ella, hay que tratarla con cariño y conducirla con respeto y decisión.
Entonces este amable señor arrancó la moto, se me encogió el corazón, el suelo temblaba, mi novia me miraba sorprendida y yo casi no podía creérmelo, dió un par de golpes de gas y la dejó ronroneando al ralentí, entonces dijo, casi ordenando:
-sube.
Subí, di un poco de gas suave, flipé y la paré.
Me despedí de la gente de Floreal, arranqué la moto y encaré la calle, mis padres y mi novia ya se habían ido en el coche.
Realmente lo pasé mal entre los semáforos de Barcelona pero, al final, cuando se acabó la Diagonal y entré en la autopista todo se tranquilizó, subir marchas hasta quinta a un ritmo tranquilo era una delicia, desaparecieron todas las vibraciones própias de una Ducati de carburadores maltratada en ciudad y nos relajamos, ella y yo.
Los tres años y pico que disfruté de esta maravilla fueron inolvidables, la estabilidad, la entrega... y lo bonita que era, la última de faro cuadrado, como siempre, lo que faltaba eran CV’s aunqué no hay ningún vehículo de 64CV que corra tanto como una SS750.
Cuando empezó a rondarme por la cabeza el cambio sólo tenía una cosa clara, mi próxima moto será también una Ducati.
Primavera del 2003, hablé con mi mecánico de confianza y le dije que tenía intención de cambiar la moto, el dijo:
-No lo hagas, guárdala, es una moto para guardar y en impecable estado de orígen.
Casi me convenció, pero yo quería variar, quería más motor y no tenía tanto dinero (no haberla guardado es uno de los errores de mi vida), la que me gustaba era la 749 o la DS1000SS que acababan de salir, todo empezó cuando nació mi hija, estaba en el hospital con mi mujer y durante la visita del ginecólogo (que no dejan que estés presente) me fuí a dar una vuelta y llegué hasta el concesionario Ducati de Lleida, allí pillé los folletos publicitarios de todas las Ducati, la 749 me había robado el corazón.
En el concesionario de Lleida se negaron a quedarse mi 750 a cambio comprando la 749 que valía “sólo” 13.300 eruos.
Mi mecánico de confianza usó sus contactos y me envió a Sant Celoni, un concesionario Ducati cerca de Barcelona, allí llegamos rápidamente a un acuerdo y en una semana pasaba a recojer mi nueva 749.
La 749 era otro mundo, era una moto moderna, todo digital, funcionaba suave, casi no hacía ruído (por ser Ducati) no daba coces a bajas vueltas, en fin, una Ducati del siglo XXI, por su puesto roja.
La compré en plena época de discusión entre la linea antigua (916) y la linea nueva (999), pasé de eso, creo que la moderna superaba en todos los aspectos a la antigua, consideraciones subjetivas a parte.
Aún disfruto de ella y actualmente la tengo en venta.
Estoy seguro de que no será mi última Ducati.
El dilema.
Ahora mis prioridades han cambiado, tengo una familia que mantener, una hipoteca que pagar y no puedo permitirme el lujo de “pilotar” por carretera abierta y reconozco, aunque me pese, que he corrido mucho por carretera y algunas veces me he puesto en peligro, hasta ahora he tenido mucha suerte pero, no puedo permitirme un accidente, hay gente que depende de mi.
Por eso he decidido la venta, sólo quiero correr en circuito cerrado, la posibilidad de dañarte de forma severa es mucho menor que por la carretera, allí no hay camiones, no viene nadie de frente, no hay guardarraíles asesinos...
Vendo la Ducati 749 porqué, siendo como es una moto de circuito, -es su hábitat natural-, se mueve como pez en el agua ahí... es carísima de mantener en este entorno, me gustaría prepararla para circuito pero es prohibitivo: un tubo de escape vale como mínimo 1.500 eruos. No sólo el precio me frena, además es dificilísimo en España encontrar recambios de terceras partes para Ducati, tienes que acabar pagando los brutales precios de Ducati Performance.
Todo está en contra pero bueno... sin no encuentro comprador antes del mes de agosto, cuando caduca el seguro, no lo renovaré y entonces si que sólo circuito con Ducati... ni que sea de serie.
Si llego a venderla, con el dinero que consiga, puedo comprar una supersport japonesa -incluso nueva- sin matrícula y aún me sobra algo de dinero para prepararla con fibras, tubo, filtro, etc. Imaginaos si encuentro algo de segunda mano, aún me sobraría más dinero para prepararla bien. En eso estoy.
Antes he dicho que no será mi última Ducati. La que me ha robado el corazón ahora es la Multistrada 620, ya que lo próximo que haré por carretera en moto será pasear y sólo pasear, ocasionalmente con mi mujer, ir a comer una paella a la costa o sencillamente dar una vuelta para disfrutar de algún paisaje o de unas cervecitas con los amigos, nada de carreras por carretera ni jugarse la cara a cada frenada o a cada curva, por no hablar de los radares que, económicamente, también pueden destrozarte la vida.
Estas son reflexiones de un Ducatista en proceso de excedencia durante poco tiempo.
Clau.
Aviso que es largo, pero a mí me ha gustado mucho, y espero que no le moleste al autor.
"Historia de un motorista que después de algunas motos llegó a Ducati.
De como llegué y como de incierto es el futuro.
La primera moto que tuve, compartida con mi hermano, fué una RD350LC, era magnífica, dos tiempos, con mucha mala leche y toda una escuela que forjó junto a las Hurricanes (Honda MBX80) de Honda toda una generación de conductores (algunos llegaron a pilotos) que acudiamos a ver los Superprestigio “Sólo Moto” en el viejo circuito de Calafat, alucinábamos con las carreras de un tal Aspar en 125cc., un tal Cardús, un tal Garriga, un tal Sito en 250cc... emocionantes carreras donde el olor a máquinas de dos tiempos quemando Bradol e incluso Sopral invadían la atmósfera.
Creo que fué allí donde tuve mi primer “rito iniciático” Ducatista.
En éstas carreras había una categoría de motos derivadas de serie llamada “Superbike”, participaban motos de calle preparadas para circuito -carreras cliente- para ser exacto, estaban allí todas las máquinas por las que vendería su alma al diablo cualquier motorista deportivo: Suzuki GSXR750 del equipo Voltá con un piloto prometedor que se llamaba Alberto Puig, preciosas Honda RC30 V4 que eran la -creme-de-la-creme- entonces, la moto a batir, Yamaha FZR750 OW01 tremendamente bonitas y rápidas, Kawasakis ZXR750 “telefónicas” un bicho tan espectacular como inconducible, seguro que había otras marcas que ahora no puedo recordas, incluso gente que pilotaba motos con manillares altos, más propios de las famosas “subidas en cuesta” que no de los circuitos de velocidad...
Pero lo que realmente me impresionó fué lo siguiente:
En Calafat siempre nos situábamos, para ver las carreras, en la zona de las “eses” delante de boxes, era donde se concentraban todos los moteros y el mejor lugar para ver las motos que pasaban por el otro lado de la alambrada de protección, a unos escasos cinco metros del público, de pronto, antes de empezar la carrera de Superbike (vuelta de calentamiento) se oía un bramido a lo lejos que se iba acercando, el suelo parecía que temblaba, era como un ronquido gutural rodeado de miles de abejorros, se iba acercando y el bramido se hacía más intenso hasta que se metía y se alojaba en tu estómago, la sensación era casi de miedo, pánico, ¿que coño era eso?, luego, como más intenso era el sonido más se acercaban unas motos rojas con un chasis que parecia un andamio en color blanco, eran preciosas y además acojonaban, y mucho.
Lo impresionado que yo estaba con este ruído tan brutal de la aceleración de esos monstruos sólo me faltó el grito metálico y ronco que propinaban cuando soltaban gas y reducían la velocidad.
Quedé impresionado, muy impresionado, como anécdota diré que las pilotaba un tal Dani Amatriain y las motos eran de una marca italiana llamada Ducati, el modelo era un número que supongo se refería a su cilindrada 888 (o quizás 851, hablo de memoria), no se que tenían pero eran diferentes a las otras, no sólo por el sonido... no se, eran diferentes.
Allí empezó todo.
Empecé a devorar información sobre Ducati como un poseso, -algún día tendré una-
La siguiente moto que tuve fué -como no-, caí en la tentación, piqué... una Honda CBR600 del 1992, digan lo que digan, era la mejor supersport de la época con mucha diferencia: rápida, amable, poco mantenimiento, irrompible... en definitiva anodina y para todos los públicos.
Me caí dos veces con ella, por suerte no me hice daño y la moto tenía sólo arrastrones, cambié el carenado y compré uno de la marca Speed Fiber que -curiosamente- pinté en un reluciente rojo parecido a Ducati, tenía una CBR totalmente roja, el subsconsciente me estaba diciendo algo... la pinté como una Ducati... que cosas ¿no? Finalmente la vendí por un precio que hasta a mi me pareció caro (la gente compraba CBR’s como si su vida dependiera de ello, no creo que otro modelo aguantara un precio tan alto tanto tiempo, la compré por 950.000 pts. y la vendí con dos caídas, carenado pirata, tubarro Yoshimura y 3 años por 650.000 pts. increible, ni rechistó el comprador).
Estuve una temporada sin moto, tenía la Kawa ZX6R de mi hermano para calmarme en épocas que la adrenalina supuraba por los poros.
Llegó el día.
Hacía poco que Bordoy ya no era el importador de Ducati para España, paseando por delante de una tienda de motos de Suzuki de toda la vida (Floreal) vi que tenía también Ducati, entré y vi una preciosa 750SS del 1997 expuesta entre alguna SS, una 916 Senna y alguna Monster; pregunté por ella.
Estaba en venta, impecable, o al menos eso aparentaba, discutimos un poco el precio, llegamos a un acuerdo y, ya era mía.
Quedamos al cabo de dos días para pagar, cambio de nombre y llevármela... que nervios, creo que la noche anterior no dormí.
Llegué al concesionario, al que me acompañaron en coche mis padres y la que era en aquellos tiempos mi novia (hoy mi mujer).
Una vez realizado el pago y todos los trámites un señor de unos 50 años con una bata azul traía la que ya era mi moto, impecable, recien revisada y probada, él mismo la probó, la acariciaba, parecía que entregaba a su hija a un desconocido... su primera pregunta fué:
-¿has conducido nunca una de estas?
mi respuesta fué
-no,
procedió a darme unos consejos entre los cuales, el que más grabado me quedó:
-No salgas con tus amigos el primer día, sal sólo, tu y la moto, debeis conoceros, es una moto que exige que la conozcas, tienes que acostumbrarte a ella, hay que tratarla con cariño y conducirla con respeto y decisión.
Entonces este amable señor arrancó la moto, se me encogió el corazón, el suelo temblaba, mi novia me miraba sorprendida y yo casi no podía creérmelo, dió un par de golpes de gas y la dejó ronroneando al ralentí, entonces dijo, casi ordenando:
-sube.
Subí, di un poco de gas suave, flipé y la paré.
Me despedí de la gente de Floreal, arranqué la moto y encaré la calle, mis padres y mi novia ya se habían ido en el coche.
Realmente lo pasé mal entre los semáforos de Barcelona pero, al final, cuando se acabó la Diagonal y entré en la autopista todo se tranquilizó, subir marchas hasta quinta a un ritmo tranquilo era una delicia, desaparecieron todas las vibraciones própias de una Ducati de carburadores maltratada en ciudad y nos relajamos, ella y yo.
Los tres años y pico que disfruté de esta maravilla fueron inolvidables, la estabilidad, la entrega... y lo bonita que era, la última de faro cuadrado, como siempre, lo que faltaba eran CV’s aunqué no hay ningún vehículo de 64CV que corra tanto como una SS750.
Cuando empezó a rondarme por la cabeza el cambio sólo tenía una cosa clara, mi próxima moto será también una Ducati.
Primavera del 2003, hablé con mi mecánico de confianza y le dije que tenía intención de cambiar la moto, el dijo:
-No lo hagas, guárdala, es una moto para guardar y en impecable estado de orígen.
Casi me convenció, pero yo quería variar, quería más motor y no tenía tanto dinero (no haberla guardado es uno de los errores de mi vida), la que me gustaba era la 749 o la DS1000SS que acababan de salir, todo empezó cuando nació mi hija, estaba en el hospital con mi mujer y durante la visita del ginecólogo (que no dejan que estés presente) me fuí a dar una vuelta y llegué hasta el concesionario Ducati de Lleida, allí pillé los folletos publicitarios de todas las Ducati, la 749 me había robado el corazón.
En el concesionario de Lleida se negaron a quedarse mi 750 a cambio comprando la 749 que valía “sólo” 13.300 eruos.
Mi mecánico de confianza usó sus contactos y me envió a Sant Celoni, un concesionario Ducati cerca de Barcelona, allí llegamos rápidamente a un acuerdo y en una semana pasaba a recojer mi nueva 749.
La 749 era otro mundo, era una moto moderna, todo digital, funcionaba suave, casi no hacía ruído (por ser Ducati) no daba coces a bajas vueltas, en fin, una Ducati del siglo XXI, por su puesto roja.
La compré en plena época de discusión entre la linea antigua (916) y la linea nueva (999), pasé de eso, creo que la moderna superaba en todos los aspectos a la antigua, consideraciones subjetivas a parte.
Aún disfruto de ella y actualmente la tengo en venta.
Estoy seguro de que no será mi última Ducati.
El dilema.
Ahora mis prioridades han cambiado, tengo una familia que mantener, una hipoteca que pagar y no puedo permitirme el lujo de “pilotar” por carretera abierta y reconozco, aunque me pese, que he corrido mucho por carretera y algunas veces me he puesto en peligro, hasta ahora he tenido mucha suerte pero, no puedo permitirme un accidente, hay gente que depende de mi.
Por eso he decidido la venta, sólo quiero correr en circuito cerrado, la posibilidad de dañarte de forma severa es mucho menor que por la carretera, allí no hay camiones, no viene nadie de frente, no hay guardarraíles asesinos...
Vendo la Ducati 749 porqué, siendo como es una moto de circuito, -es su hábitat natural-, se mueve como pez en el agua ahí... es carísima de mantener en este entorno, me gustaría prepararla para circuito pero es prohibitivo: un tubo de escape vale como mínimo 1.500 eruos. No sólo el precio me frena, además es dificilísimo en España encontrar recambios de terceras partes para Ducati, tienes que acabar pagando los brutales precios de Ducati Performance.
Todo está en contra pero bueno... sin no encuentro comprador antes del mes de agosto, cuando caduca el seguro, no lo renovaré y entonces si que sólo circuito con Ducati... ni que sea de serie.
Si llego a venderla, con el dinero que consiga, puedo comprar una supersport japonesa -incluso nueva- sin matrícula y aún me sobra algo de dinero para prepararla con fibras, tubo, filtro, etc. Imaginaos si encuentro algo de segunda mano, aún me sobraría más dinero para prepararla bien. En eso estoy.
Antes he dicho que no será mi última Ducati. La que me ha robado el corazón ahora es la Multistrada 620, ya que lo próximo que haré por carretera en moto será pasear y sólo pasear, ocasionalmente con mi mujer, ir a comer una paella a la costa o sencillamente dar una vuelta para disfrutar de algún paisaje o de unas cervecitas con los amigos, nada de carreras por carretera ni jugarse la cara a cada frenada o a cada curva, por no hablar de los radares que, económicamente, también pueden destrozarte la vida.
Estas son reflexiones de un Ducatista en proceso de excedencia durante poco tiempo.
Clau.