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: Como conocí a Liz Hurley, parte I


pate
07-22-2005, 01:43 PM
Si la alegría pudiera medirse por el tamaño de la boca, ahora mismo sería un buzón de Correos de esos de cabeza de león.

Despúes del estado de ánimo deplorable que tenía por los sucedidos tras mi cita con Sharon, y valiendome de malas artes, y habiendo superado la crisis gracias a mi buen amigo Johnnie Walker, conseguí un chivatazo extraordinario, que podría con un poco de suerte, ponerme en contacto con Liz Hurley, la musa que inspiraba ahora mis momentos de inspiración. Yo creo que había básicamente dos asuntos que hacian que ella me resultara atractiva, el hecho que su antiguo novio la dejara colgada por otra, lo mismo que hizo conmigo Sharon, y ese par de inmensos...ojos azules que tenía.

El caso es que el amigo de un conocido del bar de abajo, tenía un primo que trabajaba en verano en Cannes, como tripulación del yate de un millonario yankee, y le habia asegurado que si yo me presentaba bien aseado y sabiendo nadar, me contrataban para la temporada estival como ayudante de abordo, una especie de chico de los recados, igual de valido para aparcar el coche, que para limpiar el pescado de la cena o abrillantar la cubierta.

El asunto me interesaba, era vox populi que el millonario se ganaba la vida como cirujano plástico de estrellas del cine y la moda, y quien sabe si en un momento de relajo podría sacarle un buen precio para que hiciera desaparecer mis michelines y preguntarle que hay de cierto en eso de que se puede alargar la hombría a base de talonario, esto último no me preocupaba a mi personalmente, era el encargo de un amigo.

Acepté la oferta de alojamiento en cubierta de tripulación, compartiendo camarote con otros marineros, comida, y un día libre de cada quince, por unos 500 dólares el mes. Casí lo mismo que me pagaban por el subsidio de desempleo. Concerté cita en la Casa de Asturias de Cannes para dos días despúes a la hora de la comida.

Y allí que aparecí, no entraré en detalles del viaje por no aburrir, pero si haré notar que el hecho de viajar en un coche con techo corredizo abierto y sin tomar las debidas precauciones, produce un severo enrojecimiento de lo que viene siendo las calvas y por lo tanto un dolor de cabeza importante. La Casa de Asturias era un local situado en un barrio marginal de la ciudad, adornado con típicos motivos asturianos, posters de corridas de toros, muñequitos de esas sevillanas vestidas de faralaes, unas Senyeras y unas boinas de campeonatos de mus del año 63 y 64.

Pregunté por mi contacto al camarero que atendía la barra, un magrebí de uñas negras que decía no entenderme, y ninguno de los parroquianos que allí estaba, un negro, dos asiaticos y un hindú con turbante, dierón razón de ser. A la media hora entró tambaleandose un pobre hombre con aspecto siniestro, y pidió un Ricard, al segundo me reconoció y pidió otro para mí. Debió ser por mi atuendo, jersey de rayas azules marinas y blancas, naúticos del rastro y coronando mi enrojecida testa, una gorra de capitán de fragata. No paraba de reirse el buen hombre, tenía un humor excelente.

Comimos, nos atendió debido a ser él cliente preferente, la hija del dueño del local, una portuguesa entrada en carnes y años, que decía todo el rato y de carrerilla el menú. Yo elegí sin dudarlo unas patatas a la riojana, callos a la madrileña y de postre crema catalana, como es natural en una Casa de Asturias. Para beber, más Ricard.

Terminada la comida, pasamos a hablar de negocios. Él se comprometía a ponerme en contacto con el encargado de contratarme, un tal François, si a cambio le pagaba la comida y le daba 100 euros. Acepté. Visitamos al que yo creía francés de turno que iba a contratarme, un Armenio ex-legionario, apodado "el esponja", ya que en cierta ocasión sobrevivió a una inmersión de tres minútos con los pies y manos atados y gracias a que una paisana que iba de paseo vio como tres hombres con sombrero lo tiraban al rio.

Al verme, dudó. Insinuó que mi rojez de piel estaba motivada a mi afición al alcohol, cosa que no ayudaba a desmentir mi olor a Ricard, pero aceptó a contratarme debido a que dos de los tripulantes sudaméricanos se habian envenenado al confundir la botella de whisky con unas de gasolina para limpiar la pasarela de acceso al barco, y los señores llegaban mañana al aeropuerto de Niza. También le impactó mi atuendo de viejo lobo de mar, seguro.

Continuará..........

anita
07-23-2005, 06:54 PM
Voy a por la segunda parte esto engancha.