pate
05-13-2005, 09:05 PM
La crónica del encuentro con Sharon empieza en el momento en que un automovil con chófer se presenta en mi domicilio para trasladarme al aeropuerto. Tuve el tiempo justo de preparar mi maleta, de comprar unos obsequios para ella y su entorno y de cortarme el pelo, (también me depilé los sobacos porque oí hace tiempo que a las norteamericanas eso les gustaba),y de ponerme ropa cómoda para las 7 horas de vuelo que me esperaban.
Nada más subir al avión, una amable azafata me acomodó en una especie de asiento ultramoderno con pantalla de video y dvd, bastante alejado del resto de los ocupantes de Grand Class, que no dejaban de mirarme con cierto recelo. Hasta que descubrí que podía seleccionar individualmente la temperatura de mi espacio, pasé bastante frio, lo cual provoco algún que otro estornudo. Comprendo que aquella señora se molestara cuando en uno de ellos, que fue repentino, le salpiqué el chaquetón con los cacahuetes que estaba comiendo, pero lo solucioné con elegancia, como era extranjera no enetendía muy bien que estaba diciendo, pero si llegue a comprender que se apellidaba Armani, (o eso repetía sin cesar a la azafata que trataba de limpiar la prenda), y yo me disculpé diciendole mi nombre, Paté.
El vuelo trnascurrió sin más novedad, exceptuando que a pesar de viajar en primera clase, fuerón incapaces de traerme para cenar unos huevos con chorizo y una San Miguel, y debí conformarme con "escargots au fines herbes" y "bistec au vin avec pommes de terre" ,que sinceramente me parecierón caracoles con tomillo como los que preparan en Sidamón y filete con patatas cocidas. De beber agua en botella de color rosa y champagne Mumm. Tampoco tenian sidra.
Al llegar al aeropuerto, me esperaba un señor muy grande, calvo, con gafas de sol muy muy negras, con un cartel en el que ponía mi nombre (mal escrito por cierto), salimos por la puerta Vip, lo que supone que no te registran el equipaje si sueltas un billete, cosa que hizo el buen hombre, y de allí nos dirijimos a un pedazo de coche impresionante, me abrio la puerta y un mozo se encargó de mi equipaje, la maleta y la mochila de lona, aquella que me regalarón en el Carrefour. Envuelto en un ambiente de lujo nos dirijimos al hotel Grand no sé qué. Casí me duermo en el trayecto, por la música, la Cabalgata de las Walkirias de un tal Wagner, aburridisimo a pesar de que a veces la melodía se sobresaltaba con impetu. No hubo manera de que pusiera nada de Estopa.
Me recibió en la entrada del hotel, (allí lo llaman "guest hall"), la secretaria de Sharon, muy maja, muy amable a pesar de que no entendí nada de lo que me dijo, pero me reverenciaba mucho. Un botones, un asistente, y una camarera me acompañarón a mi suite, ¡que lujo!, alfombras mejores que las de Crevillente, jarrones con finos adornos dorados, sofá de cuero, marmol de Carrara, sabanas de esas que me dan dentera, y que hice cambiar por unas de Tergal, un baño con jacuzzi y nos lo vais a creer una ducha que caia directamente al suelo, sin bañera, y con tres chorros a la vez y música.
Me instalé, aunque la verdad no tuve que hacer gran cosa, la camarera se encargó de mi ropa, incluso de limpiar el bolsillo de mi cazadora, ese donde puse el chicle cuando me recibio la secretaria, y también fue muy educada al no decir nada y sacar al balcón las playeras porque olian a sudor. Cuando hubo terminado se quedo un rato esperando en la puerta mirandome, digo yo que para despedirse, y así lo hice, le besé, y es que una persona que ha recogido tus calzoncillos merece ser besada al menos. Marchó algo desconcertada.
LLegó la hora de la cita. Nuevamente me esperaba el chófer ese tan bruto, Danny le llamaban, y me llevo en un suspiro a la playa donde estaban realizando el trabajo. Me facilitó la acreditación, y fuí acompañado por una chica con cara de Fiat Ulysse a un emplazamiento donde me dijo que no me moviera y donde pude ver a unos 300 mts la sombra de Sharon Stone. Hacía calor, mucho, y empecé a sudar y empecé también a maldecir la hora en que me depilé el sobaco, bueno aquí se dice axila que es más finolis. Tuve que adoptar la postura de jotera porque me picaba menos la piel. Dos horas mas tarde me dieron otra botellita de agua de color rosa, tampoco tenian San Miguel. Y llegó el momento.
Con paso firme, sonriendo, y mucho antes de que pudiera reaccionar, se plantó delante mia con una sonrisa esplendida, ella. Me tendió la mano y como no sabía que hacer, le besé un anillo de bisuteria que tenía puesto. Soltó una carcajada y dijo:
-Is funny....
Yo solo acerté a decir:- mjurtyeur (balbuceos)
Se me informó que en veinte minútos iriamos a un restaurante a cenar, a una sala privada. Dos horas más tarde conseguí aprenderme que aquí el agua rosa se llama Evian, y que refresca muy bien los sobacos. Una hora mas tarde apareció. Sin dejar de mirarle mientras daba instrucciones a su secretaria, llegamos al coche, allí Danny le abrió la puerta a ella y a mí no. Fuí en un taxi que amablemente me pidierón.
El comedor privado, no lo era tanto, entre los camareros, dos para cada uno, el Maitre, el sumiller, un cocinero, estabamos nueve. La comida transcurrió en un suspiro, ella tenía una conversación muy fluida y amena, lo sé porque no paró de hablar por teléfono con sus allegados.
A la hora del postre, después de tanto caviar Beluga, acompañado por Champagne "la fontaine des dieux", de tanto salmón, de tanta salsa de arandanos, de tanta trufa francesa, me sentía tan lleno y adormilado, que no me percaté de que tan solo estaba allí el cocinero preparando unas Crepes flambeadas con Kirsh y que la luz era mucho mas tenue.
Me creí morir cuando de repente noté su pie en mi entrepierna, y del susto que me lleve, me levante de súbito y tiré los platos de porcelana de una tal Bohemia, las copas de cristal y de paso el carrito con las Crepes y el artilugio que permitía cocinarlas, aquel chisme entre llamaradas fue a instalarse debajo de una cómoda vieja y le dejó bastante achicharrada una de las patas.
-Mon dieu ¡¡ une Louis XVI ¡¡
Debía tener un valor sentimental o algo así, porque no paraba de decir mondié, mondié, y pa mí que aquello era una cómoda vieja y no un sinfomier de un tal luis. (Su abuelo quiero creer)
Cuando nos despedimos del Restaurante, noté cierta frialdad en el trato hacia mí, a ella le pusierón por el cuello el pañuelo de gasa que llevaba y a mí simplemente arrojarón en una silla el jersey que había dejado. Me fuí enfadado, era un buen jersey de Cortefiel, 28 euros me costó hace tres años en las rebajas.
Vuelta al coche, bueno, yo al taxi, y de allí al hotel. Como llegué mas tarde, porque estuve hablando con el taxista, que era mexicano, y tenía una cinta de Maná, nadie estaba para recibirme, me dierón mi tarjeta de entrada y allí que fuí. Crei desmayarme de nuevo cuando al entrar a mi suite descubrí en el sofa de cuero a Sharon vestida con un salto de cama de seda que justo le tapaba los pechos, y allí supe que ya no tenía escapatoria. Dando unso golpecitos en el cojín, me invitó a sentarme a su lado, y me beso. Tenía sabor a tabaco, y es que fuma mucho la condenada. Me puse nervioso, pero supe reaccionar, me quite el polo, los Lois y allí en ropa interior, ella, ella empezó a reirse, no sé si porque tenía los sobacos como el culo de un mandril, o porque mi slip era aquel que me puse en casa previendo el largo viaje que me esperaba, y que fue elegido por tener la goma ya cedida para evitar apreturas.
Sin más preambulos, me tiré al sofa, de pronto noté, no sin sorpresa, una inmensa rayada en el estomago, quizas fruto de los nervios o de tanto caviar de ese, o del cambio horario, pero el caso es que tuve que ir corriendo al baño. Dios que justo. Una descomposición del quince, y muy ruidosa, pero gracias a mi habilidad para toser en el momento preciso, dudo mucho que consiguiera oir nada. Al terminar, pensé que ella tal vez quisiera lavarse los dientes, y con aquel olor, mal asunto, pero previsor que soy , coloqué unas cajas de cerillas en el neceser del Telva que le tocó a mi madre al comprar la revista, y decidí no andarme con chiquitas y prender fuego a una caja entera por si acaso.
Fluashhhhhhh, ya no olía, bueno, sí, a pólvora. ¿Que es ese ruido? ¿Una alarma?. Había saltado la alarma antincendios por el humo de los cerillos. Se presentarón en un plis plas un bombero, el recepcionista, dos botones, una camarera, un asistente, Danny, y cuatro mozos con extintores. Horrible espectáculo, yo desnudo, con los sobacos rojos, intentando explicar a los ATS que llegarón, que no se debía al incendio, esfuerzo baldío, me pusierón la antitetánica para prevenir.
Una vez mas relajados, le hice entrega de los obsequios que le había llevado, las morcillas de Burgos, la Txistorra de Lacunza, una boina de Tolosa y la garrota artesana de Urduliz. Comprendí por su cara que le había impactado, nunca nadie le había regalado aquello. Ahí la volví a tener en el bote. Le enseñé tambien la traca de Valencia que llevaba en la mochila del Carrefour, y puso cara de no saber que era.
Le dije:- Como dijiste que era una reunión informal y divertida, era inconcebible que lo fuera sin una mascletá. Ven, vamos a reirnos.
Llamamos al ascensor, y colocamos la traca dentro, le pegué fuego a la mecha y lo mandamos al ático. Después de aquello tengo la mente un poco confusa, a ella nunca mas la ví, el escándalo que se montó fue considerable, nada de extrañar, cuando supimos que en el ático se encontraba alojado el Sr Henry Kissinger y diez guardaespaldas. Helicópteros, policia de asalto, alarmas, bomberos, desalojo, gente corriendo, como aquella señora del avión, la señora Armani lo recuerdo perfectamente, que corría despavorida con un consolador en la mano.
El día siguiente sentí alivio, ya volvía a casa. Me recogió Manuel, el del taxi, un tio majo, se preocupó de la música del trayecto, y todo orgulloso me dijo que iba a poner un grupo español de mucho exito, y pusó a Camela. Un detallista, si señor. Le dí una buena propina y unos petardos que me sobrarón.
En el avión, más de lo mismo, nada de San Miguel, nada de tocino, nada de nada, solo foies, patés, quesos, champagne, delikatessen, Beluga, y demás tonterias. Ví tres veces en el viaje "Harry el sucio", y no consentí que aquella azafata consiguiera ponerme las zapatillas de felpa. Confundí el Relajapies con el Relajapárpados, de esos que te tocan en el neceser que te regalan, y conseguí no quedarme ciego de milagro. Aquella rojez de ojos mosqueo a los de aduanas y me tuvierón una hora de reloj cacheandome, preguntandome con quien había estado, que había hecho, y no creyeron lo que les conté, que fue casí todo, obvié lo de la rayada y lo de la traca.
Que bien se esta en casa coño.
Nada más subir al avión, una amable azafata me acomodó en una especie de asiento ultramoderno con pantalla de video y dvd, bastante alejado del resto de los ocupantes de Grand Class, que no dejaban de mirarme con cierto recelo. Hasta que descubrí que podía seleccionar individualmente la temperatura de mi espacio, pasé bastante frio, lo cual provoco algún que otro estornudo. Comprendo que aquella señora se molestara cuando en uno de ellos, que fue repentino, le salpiqué el chaquetón con los cacahuetes que estaba comiendo, pero lo solucioné con elegancia, como era extranjera no enetendía muy bien que estaba diciendo, pero si llegue a comprender que se apellidaba Armani, (o eso repetía sin cesar a la azafata que trataba de limpiar la prenda), y yo me disculpé diciendole mi nombre, Paté.
El vuelo trnascurrió sin más novedad, exceptuando que a pesar de viajar en primera clase, fuerón incapaces de traerme para cenar unos huevos con chorizo y una San Miguel, y debí conformarme con "escargots au fines herbes" y "bistec au vin avec pommes de terre" ,que sinceramente me parecierón caracoles con tomillo como los que preparan en Sidamón y filete con patatas cocidas. De beber agua en botella de color rosa y champagne Mumm. Tampoco tenian sidra.
Al llegar al aeropuerto, me esperaba un señor muy grande, calvo, con gafas de sol muy muy negras, con un cartel en el que ponía mi nombre (mal escrito por cierto), salimos por la puerta Vip, lo que supone que no te registran el equipaje si sueltas un billete, cosa que hizo el buen hombre, y de allí nos dirijimos a un pedazo de coche impresionante, me abrio la puerta y un mozo se encargó de mi equipaje, la maleta y la mochila de lona, aquella que me regalarón en el Carrefour. Envuelto en un ambiente de lujo nos dirijimos al hotel Grand no sé qué. Casí me duermo en el trayecto, por la música, la Cabalgata de las Walkirias de un tal Wagner, aburridisimo a pesar de que a veces la melodía se sobresaltaba con impetu. No hubo manera de que pusiera nada de Estopa.
Me recibió en la entrada del hotel, (allí lo llaman "guest hall"), la secretaria de Sharon, muy maja, muy amable a pesar de que no entendí nada de lo que me dijo, pero me reverenciaba mucho. Un botones, un asistente, y una camarera me acompañarón a mi suite, ¡que lujo!, alfombras mejores que las de Crevillente, jarrones con finos adornos dorados, sofá de cuero, marmol de Carrara, sabanas de esas que me dan dentera, y que hice cambiar por unas de Tergal, un baño con jacuzzi y nos lo vais a creer una ducha que caia directamente al suelo, sin bañera, y con tres chorros a la vez y música.
Me instalé, aunque la verdad no tuve que hacer gran cosa, la camarera se encargó de mi ropa, incluso de limpiar el bolsillo de mi cazadora, ese donde puse el chicle cuando me recibio la secretaria, y también fue muy educada al no decir nada y sacar al balcón las playeras porque olian a sudor. Cuando hubo terminado se quedo un rato esperando en la puerta mirandome, digo yo que para despedirse, y así lo hice, le besé, y es que una persona que ha recogido tus calzoncillos merece ser besada al menos. Marchó algo desconcertada.
LLegó la hora de la cita. Nuevamente me esperaba el chófer ese tan bruto, Danny le llamaban, y me llevo en un suspiro a la playa donde estaban realizando el trabajo. Me facilitó la acreditación, y fuí acompañado por una chica con cara de Fiat Ulysse a un emplazamiento donde me dijo que no me moviera y donde pude ver a unos 300 mts la sombra de Sharon Stone. Hacía calor, mucho, y empecé a sudar y empecé también a maldecir la hora en que me depilé el sobaco, bueno aquí se dice axila que es más finolis. Tuve que adoptar la postura de jotera porque me picaba menos la piel. Dos horas mas tarde me dieron otra botellita de agua de color rosa, tampoco tenian San Miguel. Y llegó el momento.
Con paso firme, sonriendo, y mucho antes de que pudiera reaccionar, se plantó delante mia con una sonrisa esplendida, ella. Me tendió la mano y como no sabía que hacer, le besé un anillo de bisuteria que tenía puesto. Soltó una carcajada y dijo:
-Is funny....
Yo solo acerté a decir:- mjurtyeur (balbuceos)
Se me informó que en veinte minútos iriamos a un restaurante a cenar, a una sala privada. Dos horas más tarde conseguí aprenderme que aquí el agua rosa se llama Evian, y que refresca muy bien los sobacos. Una hora mas tarde apareció. Sin dejar de mirarle mientras daba instrucciones a su secretaria, llegamos al coche, allí Danny le abrió la puerta a ella y a mí no. Fuí en un taxi que amablemente me pidierón.
El comedor privado, no lo era tanto, entre los camareros, dos para cada uno, el Maitre, el sumiller, un cocinero, estabamos nueve. La comida transcurrió en un suspiro, ella tenía una conversación muy fluida y amena, lo sé porque no paró de hablar por teléfono con sus allegados.
A la hora del postre, después de tanto caviar Beluga, acompañado por Champagne "la fontaine des dieux", de tanto salmón, de tanta salsa de arandanos, de tanta trufa francesa, me sentía tan lleno y adormilado, que no me percaté de que tan solo estaba allí el cocinero preparando unas Crepes flambeadas con Kirsh y que la luz era mucho mas tenue.
Me creí morir cuando de repente noté su pie en mi entrepierna, y del susto que me lleve, me levante de súbito y tiré los platos de porcelana de una tal Bohemia, las copas de cristal y de paso el carrito con las Crepes y el artilugio que permitía cocinarlas, aquel chisme entre llamaradas fue a instalarse debajo de una cómoda vieja y le dejó bastante achicharrada una de las patas.
-Mon dieu ¡¡ une Louis XVI ¡¡
Debía tener un valor sentimental o algo así, porque no paraba de decir mondié, mondié, y pa mí que aquello era una cómoda vieja y no un sinfomier de un tal luis. (Su abuelo quiero creer)
Cuando nos despedimos del Restaurante, noté cierta frialdad en el trato hacia mí, a ella le pusierón por el cuello el pañuelo de gasa que llevaba y a mí simplemente arrojarón en una silla el jersey que había dejado. Me fuí enfadado, era un buen jersey de Cortefiel, 28 euros me costó hace tres años en las rebajas.
Vuelta al coche, bueno, yo al taxi, y de allí al hotel. Como llegué mas tarde, porque estuve hablando con el taxista, que era mexicano, y tenía una cinta de Maná, nadie estaba para recibirme, me dierón mi tarjeta de entrada y allí que fuí. Crei desmayarme de nuevo cuando al entrar a mi suite descubrí en el sofa de cuero a Sharon vestida con un salto de cama de seda que justo le tapaba los pechos, y allí supe que ya no tenía escapatoria. Dando unso golpecitos en el cojín, me invitó a sentarme a su lado, y me beso. Tenía sabor a tabaco, y es que fuma mucho la condenada. Me puse nervioso, pero supe reaccionar, me quite el polo, los Lois y allí en ropa interior, ella, ella empezó a reirse, no sé si porque tenía los sobacos como el culo de un mandril, o porque mi slip era aquel que me puse en casa previendo el largo viaje que me esperaba, y que fue elegido por tener la goma ya cedida para evitar apreturas.
Sin más preambulos, me tiré al sofa, de pronto noté, no sin sorpresa, una inmensa rayada en el estomago, quizas fruto de los nervios o de tanto caviar de ese, o del cambio horario, pero el caso es que tuve que ir corriendo al baño. Dios que justo. Una descomposición del quince, y muy ruidosa, pero gracias a mi habilidad para toser en el momento preciso, dudo mucho que consiguiera oir nada. Al terminar, pensé que ella tal vez quisiera lavarse los dientes, y con aquel olor, mal asunto, pero previsor que soy , coloqué unas cajas de cerillas en el neceser del Telva que le tocó a mi madre al comprar la revista, y decidí no andarme con chiquitas y prender fuego a una caja entera por si acaso.
Fluashhhhhhh, ya no olía, bueno, sí, a pólvora. ¿Que es ese ruido? ¿Una alarma?. Había saltado la alarma antincendios por el humo de los cerillos. Se presentarón en un plis plas un bombero, el recepcionista, dos botones, una camarera, un asistente, Danny, y cuatro mozos con extintores. Horrible espectáculo, yo desnudo, con los sobacos rojos, intentando explicar a los ATS que llegarón, que no se debía al incendio, esfuerzo baldío, me pusierón la antitetánica para prevenir.
Una vez mas relajados, le hice entrega de los obsequios que le había llevado, las morcillas de Burgos, la Txistorra de Lacunza, una boina de Tolosa y la garrota artesana de Urduliz. Comprendí por su cara que le había impactado, nunca nadie le había regalado aquello. Ahí la volví a tener en el bote. Le enseñé tambien la traca de Valencia que llevaba en la mochila del Carrefour, y puso cara de no saber que era.
Le dije:- Como dijiste que era una reunión informal y divertida, era inconcebible que lo fuera sin una mascletá. Ven, vamos a reirnos.
Llamamos al ascensor, y colocamos la traca dentro, le pegué fuego a la mecha y lo mandamos al ático. Después de aquello tengo la mente un poco confusa, a ella nunca mas la ví, el escándalo que se montó fue considerable, nada de extrañar, cuando supimos que en el ático se encontraba alojado el Sr Henry Kissinger y diez guardaespaldas. Helicópteros, policia de asalto, alarmas, bomberos, desalojo, gente corriendo, como aquella señora del avión, la señora Armani lo recuerdo perfectamente, que corría despavorida con un consolador en la mano.
El día siguiente sentí alivio, ya volvía a casa. Me recogió Manuel, el del taxi, un tio majo, se preocupó de la música del trayecto, y todo orgulloso me dijo que iba a poner un grupo español de mucho exito, y pusó a Camela. Un detallista, si señor. Le dí una buena propina y unos petardos que me sobrarón.
En el avión, más de lo mismo, nada de San Miguel, nada de tocino, nada de nada, solo foies, patés, quesos, champagne, delikatessen, Beluga, y demás tonterias. Ví tres veces en el viaje "Harry el sucio", y no consentí que aquella azafata consiguiera ponerme las zapatillas de felpa. Confundí el Relajapies con el Relajapárpados, de esos que te tocan en el neceser que te regalan, y conseguí no quedarme ciego de milagro. Aquella rojez de ojos mosqueo a los de aduanas y me tuvierón una hora de reloj cacheandome, preguntandome con quien había estado, que había hecho, y no creyeron lo que les conté, que fue casí todo, obvié lo de la rayada y lo de la traca.
Que bien se esta en casa coño.