xoxe
12-07-2004, 04:48 PM
Comenzó la mañana muy fría en la sierra de Madrid. Sobre las 7 horas llegué al garaja de Pi y este y Jose ya tenían la “bala roja” subida al carro para partir cuanto antes para Albacete.
Durante el viaje hacia el circuito nos llovió durante unos 100 kiómetros, y los lamentos de Apsely llenaban todo de gris, un gris no tan oscuro como el que se bislumbraba en el cielo de Albacete.
Cuando entramos en el parking del circuito, Mariano, Pi, Jose, Tito, Topo, Pochy y cia, tenían ya la moto sobre el cemento del circuito. Nada más llegar los primerios comentarios sobre las mejoras de la “bala roja”, calentar el motor y reinicializar la centralita de la moto. Lo más impresionante de partida fue el sonido del escape, llamado cariñosamente “el hijo de Satán”; tal y como sospechabamos su sonido parecía música celestial, aunque su nombre sea todo lo contrario. Una vez pasadas las verificaciones de rutina ya estaba todo dispuesto para el comienzo de las tandas.
Mientras nuestros pilotos se preparaban para salir, Topopaco y Pochy salieron a la pista como si fuera el último minuto antes de una explosión nuclear… ¡qué ganas de circuito tenían los jodios! Hay que mencionar que en el circuito ya no llovía, pero podéis imaginaros como se encontraba el asfalto de la pista. Miestras Pi se cambiaba de ropajes, y una vez la moto tenía la emperatura adecuada, Apsely fue el primero en salir y dió un par de vueltas de tanteo, aquí comenzó lo que sería el suplicio de las primeras vueltas en un circuito empapado y en el que afloraban como flores en primavera, multitud de banderas amarillas en todo el recorrido del precioso trazado manchego. Y yo, en el muro.
Pasado un rato y estando Apsley en pista, llega la noticia de que Topopaco a caido en la rápida de la cafetería y como es lógico afloraron los primeros síntomas del susto que todos los presentes nos llevamos. Cuando llego a boxes, lo primero fue hacerle un reconocimiento bajo el mono por si tenía algún daño que no se apreciase a simple vista, ya que él sólo se quejaba de dolor en el dedo meñique y que con seguridad había paseado por el asfalto. Creo que mi mayor agobio es no saber que decir en momentos como este ya que, aunque todos sabemos que es el riesgo calculado y asumido, no siempre es esperado. Y yo, en el muro.
Mientrastanto nuestros pilotos seguían con su actividad, y sus caras no eran precisamente de satisfacción por los tiempos en los que se estaban desenvolviendo. Suelo mojado, caidas a “tutiplen”, los neumáticos que no cojen temperatura, etc… Y yo, en el muro.
El tercer relevo lo toma Jorge y pasada dos vueltas, Mariano nuestro cronometrador, lanza la noticia, —Jorge no pasa, chicos—, y claro, como es lógico, el revuelo y todos a pegar el pubis contra el muro a descolgar las cabezas para ver aparecía Jorge por la curva de recta… Pasados unos interminables segundos, vemos la silueta de Jorge y de Pochy emergiendo por la entrada a la recta del circuito y la calma aterrizó de nuevo en el box. Fuera lo que fuera lo que hubiera pasado, Jorge venía subido en la moto y eso quiere decir que estaba entero. Y yo, en el muro.
Cuando bajo de la “bala roja” le notamos visiblemente afectado, pero somos un equipo, y como tal actuamos. Lo primero pasar revisión a las lesiones de Jorge y confirmar que sólo ha sido un susto. Despues a valorar los desperfectos de la Daytona… Veamos, maneta de freno torcida, pero en perfecto estado de funcionamiento, semimanillares en su sitio, carenado abrasado por el asfalto a la altura de la toma de aire inferior, sin problemas, el “hijo de Satán” con unas pequeñas marcas, ok, pero la peor parte se la llevo el soporte de la bomba de freno trasero, que a su vez, hace de soporte de la estribera… Mierda, se ha roto justo por el anclaje del reposapies. Esto significaba el final de las tandas, ya que aunque se tenía previsto llevar este repuesto, no fue posible por no tener el concesionario en stock. No obstante comencé a desarmar la pieza en cuestión para buscar una solución de urgencia, mientras tanto, Pochy salió al circuito para recuperar el reposapiés porque este decidio abandonarnos es la pista, y lo recuperó. Cuando estaba acabando de desmontar, Topopaco se me acerco y, haciendo gala de lo que a todos nos tiene acostumbrados me susurró, —¿Por qué no desarmas el anclaje de la mia y así los chicos pueden seguir entrenado?, y dicho y hecho, corrimos hacia la maquina de nuestro benefactor con la herramienta en la mano y realizamos el cambio…
Marcado por la caida y afectado sin remisión por el episodio anterior, fue Jorge el primero en subirse a la moto y salir a rodar para quitarse el peso de la caida lo más rápidamente posible… Al principio su rodar era lento pero vuelta a vuelta bajaba su crono entre 2 y 3 segundos, señal inequívoca del éxito del exorcismo al que se estaba sometiendo.
Continuará…
Durante el viaje hacia el circuito nos llovió durante unos 100 kiómetros, y los lamentos de Apsely llenaban todo de gris, un gris no tan oscuro como el que se bislumbraba en el cielo de Albacete.
Cuando entramos en el parking del circuito, Mariano, Pi, Jose, Tito, Topo, Pochy y cia, tenían ya la moto sobre el cemento del circuito. Nada más llegar los primerios comentarios sobre las mejoras de la “bala roja”, calentar el motor y reinicializar la centralita de la moto. Lo más impresionante de partida fue el sonido del escape, llamado cariñosamente “el hijo de Satán”; tal y como sospechabamos su sonido parecía música celestial, aunque su nombre sea todo lo contrario. Una vez pasadas las verificaciones de rutina ya estaba todo dispuesto para el comienzo de las tandas.
Mientras nuestros pilotos se preparaban para salir, Topopaco y Pochy salieron a la pista como si fuera el último minuto antes de una explosión nuclear… ¡qué ganas de circuito tenían los jodios! Hay que mencionar que en el circuito ya no llovía, pero podéis imaginaros como se encontraba el asfalto de la pista. Miestras Pi se cambiaba de ropajes, y una vez la moto tenía la emperatura adecuada, Apsely fue el primero en salir y dió un par de vueltas de tanteo, aquí comenzó lo que sería el suplicio de las primeras vueltas en un circuito empapado y en el que afloraban como flores en primavera, multitud de banderas amarillas en todo el recorrido del precioso trazado manchego. Y yo, en el muro.
Pasado un rato y estando Apsley en pista, llega la noticia de que Topopaco a caido en la rápida de la cafetería y como es lógico afloraron los primeros síntomas del susto que todos los presentes nos llevamos. Cuando llego a boxes, lo primero fue hacerle un reconocimiento bajo el mono por si tenía algún daño que no se apreciase a simple vista, ya que él sólo se quejaba de dolor en el dedo meñique y que con seguridad había paseado por el asfalto. Creo que mi mayor agobio es no saber que decir en momentos como este ya que, aunque todos sabemos que es el riesgo calculado y asumido, no siempre es esperado. Y yo, en el muro.
Mientrastanto nuestros pilotos seguían con su actividad, y sus caras no eran precisamente de satisfacción por los tiempos en los que se estaban desenvolviendo. Suelo mojado, caidas a “tutiplen”, los neumáticos que no cojen temperatura, etc… Y yo, en el muro.
El tercer relevo lo toma Jorge y pasada dos vueltas, Mariano nuestro cronometrador, lanza la noticia, —Jorge no pasa, chicos—, y claro, como es lógico, el revuelo y todos a pegar el pubis contra el muro a descolgar las cabezas para ver aparecía Jorge por la curva de recta… Pasados unos interminables segundos, vemos la silueta de Jorge y de Pochy emergiendo por la entrada a la recta del circuito y la calma aterrizó de nuevo en el box. Fuera lo que fuera lo que hubiera pasado, Jorge venía subido en la moto y eso quiere decir que estaba entero. Y yo, en el muro.
Cuando bajo de la “bala roja” le notamos visiblemente afectado, pero somos un equipo, y como tal actuamos. Lo primero pasar revisión a las lesiones de Jorge y confirmar que sólo ha sido un susto. Despues a valorar los desperfectos de la Daytona… Veamos, maneta de freno torcida, pero en perfecto estado de funcionamiento, semimanillares en su sitio, carenado abrasado por el asfalto a la altura de la toma de aire inferior, sin problemas, el “hijo de Satán” con unas pequeñas marcas, ok, pero la peor parte se la llevo el soporte de la bomba de freno trasero, que a su vez, hace de soporte de la estribera… Mierda, se ha roto justo por el anclaje del reposapies. Esto significaba el final de las tandas, ya que aunque se tenía previsto llevar este repuesto, no fue posible por no tener el concesionario en stock. No obstante comencé a desarmar la pieza en cuestión para buscar una solución de urgencia, mientras tanto, Pochy salió al circuito para recuperar el reposapiés porque este decidio abandonarnos es la pista, y lo recuperó. Cuando estaba acabando de desmontar, Topopaco se me acerco y, haciendo gala de lo que a todos nos tiene acostumbrados me susurró, —¿Por qué no desarmas el anclaje de la mia y así los chicos pueden seguir entrenado?, y dicho y hecho, corrimos hacia la maquina de nuestro benefactor con la herramienta en la mano y realizamos el cambio…
Marcado por la caida y afectado sin remisión por el episodio anterior, fue Jorge el primero en subirse a la moto y salir a rodar para quitarse el peso de la caida lo más rápidamente posible… Al principio su rodar era lento pero vuelta a vuelta bajaba su crono entre 2 y 3 segundos, señal inequívoca del éxito del exorcismo al que se estaba sometiendo.
Continuará…