xoxe
10-04-2004, 12:51 PM
Aunque yo no tengo muy buena memoria, intentare plasmar mis vivencias el día que recuperé mi conciencia motera despues de un parón, obligado por la indigencia más cruel y absoluta, que reprime a cualquier trabajador que comienza su vida de manera independiente.
Estaba trabajando en el estudio cuando sono una vez más el teléfono, fue un día infernal de llamadas, y al levantar el auricular oigo a Pi, que por aquel entonces trabajabamos juntos, planear con Apsley una salidita de fin de semana en moto. Están un rato “que si esto”, “que si aquello” y al terminar su conversación me cuenta que querían salir el sábado por la mañana a dar una vuelta por carreteras de segundo orden, alegando que son las má divertidas y pasar la noche en ruta para aprovechar bien el fin de semana.
Pasado un rato, Pi se me encara y me comenta… —¿Por qué no te vienes con nosotros¿— a lo que le contesto —mira tio, yo de paquete no voy ni a la vuelta de la esquina—, y él, muy decidido me dice, —podías ir en mi moto y yo me llevo la de mi parienta—. Después de un tira y afloja por aquello de que me parecía una decisión importante en mi vida, me convencio. No recuerdo que día de la semana era pero sería un miércoles o un jueves.
Ahora pasaba al primer escoyo, LA PARIENTA. Os podeis imaginar las escenas… cariño que peinado más bonito llevas hoy; quieres que te ayude en la casa; si quieres puedo hacer los recados; creo que esta noche deberíamos salir a cenar; en fin, parecia un urogallo en época de celo, mostrándome y contorneando mi cuerpo con la falsa idea de que mi mujer pensara —menudo tio tengo en casa— o algo así. Después de todo este derroche de medios por mi parte para parecer merecedor de tan importante evento, vino la pregunta del siglo…… —veras cariño es que los chicos están pensando en… en… en… salir a dar una vuelta este fin de semana y me han dicho que si me voy con ellos— (glup), evidentemente antes de la pregunta le desarrolle con pelos y señales como mi cuerpo necesitaba distracción por todo aquello relacionado con el estrés y esas cosas. Y sucedio… me dijo —¡vaaaale!
Ahora llegaba el momento de preocuparme por la equipación, pues después de tantos años sin “motear” pues todas mis pertenencias se resumían en unas simples botas deportivas de la marca Clice del año 1982 y, que al día de hoy, todavía conservo. Pero como siempre, Pi se saco su corazón del pecho y se dispuso a dejarme su chaqueta de Gore, los pantalones de barbour y creo recordar que su primer caso abatible, que por cierto me apretaba la “pelota” una barbaridad, el saco de dormir de su mujer y supongo que unos guantes.
Y por fin llegó el gran día. Nueve de la mañana del sábado. Pi viene a buscarme a casa con su flamante BMW R850R y vamos los dos subidos en ella hasta su garaje donde el recoge la Honda CB 250 de su mujer. Nos subimos los dos, yo en la BMW como un señor, hasta Colmenarejo, lugar donde quedamos con Apsley y su Suzuki GSX400E. Lo primero que nos esperaba al llegar a Colmenarejo fue colocar una gran jardinera en su ubicación pues nos estaban esperando para tal fin. El esfuerzo fue bestial pues esta pesaba 300 kilos. Una vez recuperamos el aliento, partimos por la carretera de El Escorial hacia el Cruz Verde, donde paramos a tomar un pinchito de torilla. Como primera etapa no estaba del todo mal; habíamos recorrido 17 kilómetros sin escalas. Una vez degustamos la “spanish hommelet” continuamos hacia Robledo de Chavela y de ahí tomamos unas carreteras increibles hasta la zona de Gredos. Es justo comentar que yo iba chupando rueda de mis dos compañeros de aventura y que estos a paso de crucero me iban dejando atrás sin yo poder solucionarlo; me dedicaba al pilotaje en cuerpo y alma y ni así era capaz de seguir a Pi con CB 250. Además tuve que hacer una pàrada forzosa ya que entre tantas curvas y la suspensión delantera de la BMW llegue a marearme… lo cual empezó a minar mi autoestima como motero.
Una vez hube parado en la carretera después de una parabólica y antecediendo a una pequeña recta, decidi poner la BMW sobre su caballete y ponerme en pie para comprobar si era una pura sensación o por el contrario tendría que meterme un bastoncillo de algodón hasta el yunque y destruirlo para poder continuar, pues como es lógico no estaba dispuesto a que dos jovenzuelos se “escojonaran” del recien regresado. Pasados unos instantes vi como Apsley y Pi daban un giro de 180º para regresar hasta mi posición, y las caras de preocupación se podía ver en su rostro; seguramente en su interior irían pensando que el “inepto” este nos va a jorobar el viajecito. Felizmente a los pocos minutos me encontraba de nuevo con mi equilibrio recuperado y con Pi dándome un cursillo sobre como acometer, trazar y abandonar una curva con la BMW y su suspensión delantera (esta no se hunde al entrar en una curva), y Apsley en vez de defenderme metía más leña al fuego, por lo que en vez de znimarme me sumió en un estado de poca estima por mi parte.
Otra vez estábamos en marcha y nuestra próxima parada iba a ser en El Tiemblo provincia de Ávila. Paramos en la salida del pueblo para hacer unas fotos y hecharnos un cigarrillo. Todo hubiera transcurrido con normalidad si no fuera por que después de hacer la foto, me empeñe en ponerme el cigarro por la parte encendida en los labios y, como consecuencia de tal acción, se me pusierón los morros como los de Tamara después de su operación para darles volumen. Ni que decir tiene que mi “recordatorio” para todos los santos fue pletórico. También he de comentar que este hecho no me ayudó nada para recuperar mi maltrecha autoestima, si no que actuó como un potenciador depresivo.
Una vez nos pusimos en marcha todos mis pensamientos circulaban al rededor de la idea de quién cojones me mandaría a mi meterme en estos saraos. Además el casco me apretaba y mi barbilla rozaba con la parte delantera del mismo y esto me hacia que se me enfriara. Decidimos acometer el Valle del Jerte por su zon norte para ir bajando hacia Plasencia. Lógicamente con el paso de los kilómetros mi habilidad, y por que no decirlo, mi genialidad para pilotar todo aquello que lleve dos ruedas, (o por lo menos es lo que yo pensaba), iba subiendo de manera prporcional a los kilómetros recorridos, y ello me permitía disfrutar de la conducción de manera increible.
La ruta que tomamos para llegar a Plasencia es de una belleza increible, la carretera es estrecha, de asfalto irregular y con curvas constantes, lo que te obliga a jugar mucho con el cambio y como es lógico, con la BMW y su bestial par, mi ventaja sobre mis adversarios era notable. He dicho adversarios porque en una carrtera como esta uno no tiene amigos, todo el tiempo te lo pasas evitando que ellos te quiten la mejor trazada, frenando de manera irracional para hacerle fallar en la salida de la curva y cosas de estas. Además la imagen que debimos dar debió de ser deplorable. No se me puede olvidar comentar como era la Suzuki de Apsley vista desde atrás…
Los escapes que llevaba montados Apsley esran unos Tecnomoto de esos que es un cilindro tipo silencioso de carreras de aluminio y para poder explicaros como estaban orientados lo mejor es ponerlo de la manera más gráfica. Si mirásemos los dos escapes de una moto desde atrás estos deberían estar en el mismo plano horizontal por lógica… pues no, en la moto de Apsely si los colocáramos sobre el mapa de España, el de la izquierda quedaría a la altura de Cáceres y, el de la derecha aproximadamente en Tarragona. ¡Precioso!, además sus alforjas potenciaban ese estravismo escapelar sobremanera, y además si le sumamos la sección de la rueda trasera de la moto es para ponerse a llorar; no estoy muy seguro de las medidas del ancho del neumático pero deben de ser un 110. El contraste era Pi con la CB 250. La moto estaba todavía en rodaje, la barriga cervezera de Pi llenaba gran parte del depósito de combustible de esta ,y esa postura de mensajero patentada por la Honda CB 250 daban al conjunto piloto/moto una de las mayores degradaciones que e visto en mi vida.
La carrera hacia Plasencia, ¡huy, perdón he dicho carrera!, el paseo rápido hacia Plasencia fue una experiencia inolvidable. El reagrupamiento en las curvas era total, y aprovechando las pequeñas rectas del recorrido las aceleraciones eran siempre las mismas, yo con la BMW machacaba en aceleración, Apsely se quedaba un poco respecto a la 850 y Pi las pasaba literalmente “putas” para seguir el ritmo, pero Pi no es de los que se amedrenta facilmente y lo que perdía en las aceleraciones lo ganaba en las frenadas. Era todo un poema ver las apuradas de frenada de Pi con la Honda, la suspensión delantera rebotaba como si fuera el botón de un bolígrafo y la rueda trasera peleaba por no perder el contacto con el asfalto. Sin embargo la suspensión de la Suzuki me recordaba a un Citröen 2CV… era suavíisima pero iba dando botes de lado a lado de la carretera.
La secuencia de mayor impacto sucedio cuando tomamos una recta de unos 300 ó 400 metros y cuando Apsely y yo nos disponíamos a frenar para entrar en la siguiente curva, Pi nos pasó como una exalación tumbado a lo largo de la CB y que por causa de la risa al verlo casi logra que nos estrellemos. La imagen fue dantesca, el culo en la parte del sillín del pasajero, parte de la barriga repartida entre el asiento y el depósito, los pies en las estribera traseras del acompañante y la cabeza pegada a los relojes entre el manillar. Seguramente si alguien le hubera sacado ubna foto de ese instante estaría formando parte del Museo de Arte Contemporaneo de Nueva York.
Una vez Pi logro la primera posición del grupo, no sin antes haberse quebrado los dedos de la mano derecha y parte de los del pie para poder detener la Hondita y hacerse un “to tieso” en la curva, y dado que tanto Apsley como yo tardamos en perder el dolor de estómago de tanto reir, la marcha siguió su curso algo más tranquilos y aprovechamos para disfrutar de los paisajes que el Valle del Jerte ofrece. Merece la pena una escapada por esa zona pues además de sus paisajes, las cuestiones culinarias son de primer orden. El embutido de la zona es supremo y acompañado por el vino de pitarra entra aún mejor. Con esto en la cabeza, lo del comer, paramos para reponer fuerzas y repostar las motos.
No recuerdo el nombre del pueblo en el que paramos, pero debía de ser alguno colindante con Plasencia. La comida la tomamos como si fuera lo último que fuéramos a hacer en este cochino mundo. Nos pusimos hasta la bandera. Además durante esta aprovechamos para contar lo buenos que somos pilotando a los “rivales”… que si me molestas en las curvas, que si pareces una chicane móvil, que si no fuera en rodaje te ibas a enterar… en fin, esas cosas que se comentan entre amigos y que siempre aunque parecen bromas, se dejan entrever las verdades.
Una vez salimos del restaurante no quedó más remedio que hacer las fotos de rigor en las que hicimos mayor hincapié en fotografiarnos las barrigas después de haberlas llenado hasta la saturación. Para mi casi tenemos que utilizar un gran angular y para Pi lo utilizamos directamente ya que el quedo “oblongo” (palabra procedente del suagili que quiere decir “más ancho que alto”) después del jartón.
Una vez logre abrocharme el tres cuartos me cambié el casco por uno de tipo “jet” que llevaba entre los bultos, ya que como he dicho el que llevaba integral me apretaba la pelota y, como prevención, lo sumé al equipaje, además como la temperatura era benigna… Realmente el resto de la tarde fue tranquila y lo único reseñable fue una parada, que después de que Pi realizara su famoso gesto de poner el signo de la victoria con la mano hacia adentro y golpeándose la parte delantera del casco es obligatoria. Este famoso ejercicio de “mimo” significa —parate que me quiero fumar un cigarro—. Menos mal que no lo hace con el puño cerrado, pues la gente podría pensar que somos “fumadores de puros de rodillas?. En estos momentos de fumar, Pi aprovecho la coyuntura para relatarnos que estaba pasando una verdadera “crisis de par” motivado por el poco que su Hondita CB 250 le ofrecía. No paró hasta que nos hizo probar la Honda en varias ocasiones a Apsley y a mi aprovechando que la parada la hicimos en una especie de parking. Después estuvimos viendo unos pájaros enormes que nos sobrevolaban y llegamos a la conclusión de que no deberían ser buitres pues estos no tienen los nidos en las iglesias.
Seguimos con la ruta hasta que empezó a anochecer y llegamos al pueblecito que hace frontera con Portugal. Aprovechamos para tomar un café y hacer llamadas de teléfono desde una cabina ya que los móviles eran todavía del tamaño de una Sansonite y sólo para pudientes. Poco me podía imaginar que lo peor del viaje estaría por llegar. Me dolían los dolores… llevaba un montón de años sin viajar en una moto y me había hecho cuatrocientos y pico kilómetros pilotando una moto enorme y todavía me quedaban Dios sabe cuantos… Menos mal que era una BMW, la moto más cómoda que he probado en mi vida. Mi ego se restableció un poco cuando parado en un semáforo se hizo un corrillo de chavales y chavalas admirando mi montura y exclamando frases como “mira que moto más grande”, “que envidia, como me gustaría tener una” y cosas así.
Una vez cruzamos la frontera y tomamos carreteras comarcales, en Portugal no existían de otro tipo, empecé a notar un bajón moral acojonante, me sentía como una mierda, estaba agotado, empezaba a hacer frío, el casco me apretaba, la pantalla se me empañaba, nos perdíamos constantemente y mi paciencia no soportaba tamaña tortura dado que cada vez parecía que estábamos más lejos de nuestro destino. Apsley y Pi me engañaban como a un niño en cada parada para mirar el mapa y me decían —deben de quedar como 100 kilómetros— Por fin llegamos a un pueblo bastante grande y deberían ser las 10 ó las 11 de la noche. Después de pulular por dicho pueblo encontramos un restaurante tipo autoservicio que debía de estar de moda por aquel entonces. La primera dificultad fue colocar la moto sobre el caballete en una calle más empinada que la picha de Stallone en su época porno. Además tenía la sensación de que nos iban a quitar el equipaje del portabultos atado con pulpos. Entramos en el restaurante y en su interior nos encontramos con mesas llenas de jóvenes dieciochoañeros de ambos sexos; nuestra entrada fue triunfal, de estas que se ven en las películas del oeste americano… se hizo el silencio y nos miraban hasta los camareros… Esto en vez de relajar mis nervios, ya hechos polvo, supuso un nuevo revés en mi psicología. Me sentía observado, notaba como la gente me retaba con la mirada al modo de Clint Eastwood… pensaba que de allí saldríamos a hostias. Menos mal que contaba con la protección de Pi y Apsley que me aconsejaban constantemente y me hacían ver que me había vuelto paranoico. Una vez me recupere del flash, me dispuse a pedir la cena en la barra del autoservicio y mi sorpresa fue mayúscula al ver que no entendía absolutamente nada de lo que ponía en la carta. Después de consultar con mis compañeros la conclusión fue que pidiera lo que me saliera de los “cojones” de manera literal. Supongo que estarían un poco susceptibles por mi estado psicológico y anímico.
No recuerdo los nombres de los platos que pedí pero con total seguridad no cambie de sección de la carta pues cenamos tortilla de huevos, huevos cocidos con una salsa, una especie de ensaladilla de huevos y huevos fritos… Todo esto ni que decir tiene que seguía horadando mi autoestima a niveles de los más bajos de mi mísera existencia.
Una vez que acabamos con toda la producción de huevos de la cabaña avícola lusa y después de tomar unos cafetitos, por cierto riquísimos, pasamos al primer grado al que me sometiron mis compañeros de viaje para dar explicación a mi estado psíquico. Me hicieron un desglose de todas las cosas que pasan dentro del moterismo y la conclusión fue tajante… tenia un “MURITO”, forma de llamar al estado anímico que, afectado por los estímulos externos y sumados a una inseguridad personal transitoria, dan como resultado una paranoia temporal acompañado de cansancio, hastio y jilipoyez extremas.
Una vez resuelto el tema del “murito” que no por conocido, deja de ser molesto, reemprendimos la marcha hacia nuestro destino. Hay que recordar, que antes de salir de la población en cuestión, un grupo de “treceañeros”, aprovechando la parada en un semáforo, intento agenciarse de los bultos que llevaba en el portaequipajes de la BMW y no lograron su objetivo al percatarme de ello y hacerme un 400 salida parada en 12”…
Llévabamos un rato rodando por una carretera que más que eso, parecía una pista de “speedway” pues tenía en su firme mucha más grava que asfalto y cuyos arcenes eran completamente arenosos, cuando por mi retrovisor empezaban a aparece luces vibrando a lo lejos y que se acercaban bastante deprisa. Eran unas catorce o quince lucecitas y en un abrir y cerra de ojos me empezaron a adelantar. Detrás de cada luz en cuestión iban una superbike alucinante y subidos en ellas unos elementos, algunos de ellos con “paquete” vestidos de “sábado noche”, uniforme oficial de la movida portuguesa nocturna y se bislumbraba camisas ondeando al viento y las “chorvas” con sus top de tirantitos y melenas al viento. Esto no hubiera tenido la menor importancia de no ser porque nos adelantaron sin portar la mayoría de ellos casco y porque nos debieron de pasar a 180 k/h en una noche cerrada, por una carretera que parecía un camino de cabras y porque hacía un frío del carajo. Verdaderamente que quede impresionado.
Poco después entramos en una autopista (de las de verdad), no sin antes perdernos un rato, y al final de dicho tramo, nos encontramos con una parada del peaje, el cual abonamos y aprovechamos la zona de descanso para fumarnos un cigarrillo y comentar el adelantamiento de los descerebrados de hacía un rato. Entre el bla bla y el fumar, se empezo a oir un ruido celestial e impresionados giramos las cabezas hacia donde surgia tal música y precenciamos como se ahorran los portugueses el peaje. El ahorrador, para nuestra sorpresa, una vez pasado el peaje se aproximo a nosotros y paro para darnos un poquito de charla. Hay que comentar que llevaba de paquete a una estupenda señorita de pantalón vaquero prieto, zapatos con tacón de aguja, top ajustado y haciendo juego una chupa de cuero “Kevin Scwantz” por encima del top y con una cara de descomposición por el frío del copón. Nuestra sorpresa se multiplicó al ver la moto del “ahorrador” de cerca; debía de llevar en personalización más de dos millones de las antiguas pelas. Una Honda CBR 900 con escape 4 en 1 bajo el colín, colín tipo GP cerrado por la parte inferión, tornillería de magnesio, cúpula ahumada del color de la moto, yantas especiales, frenos Brembo serie oro, la leche… Luego nos explico que en Portugal hay una puerta del peaje que se controla por cámara para los residentes y que así estos no tiuenen que parar en el puesto, y que el truci para no pagar es pasar por dicvho lugar a más de 140 k/h porque así a la cámara no le da tiempo a ver tu pegatina de autorización, además llevaba una matrícula minimalista y para colmo esta estba montada sobre una visagra para que fuera de manera horizontal al ondar con el viento. Todo un elemento. Al igual que llegó el muchacho y su acompañante se marchó, haciendo un ruido impresionante y dejándonos con la boca abierta.
Reemprendimos la marcha y creo que mi mente lo único que recuerda de este tramo era el olor que producían los vertederos incendiados de cada pueblo por el que pasábamos. ¡Ah! se me olvidaba comentar el incidente de Apsley con un borracho en un pueblecito de la zona. Parece que Apsley tiene cierta predisposición a que los borrachos agan amistad con él. El único problema fue desacernos de su ingrta compañía pues estaba pesadísimo y no nos dejaba nia capa ni espada.
Poco después… serían la 4 de la madrugada del domingo, llegamos a nuestro destino, un camping que no tenía ninguna iluminación y parecía que estaba cerrado a cla y canto. Apsley fueel primero en bajar de la moto y llamar a un timbre que había al lado de una gran veja de hierro y al poco aparecio un hombra de aspecto nórdico que hablaba un castellano perfecto, pues al hablar con Apsley así me pareció. Nos abrió al portón y nos dijo que pasáramos las motos empujándolas sin arrancar. Con lo cansado que estaba y el remate era empujar una BMW que no es ligera precisamente por un camino de gravilla… menos mal que Pi se apiadó de mi e hizo el el trayecto en cuestión.
Lo que no me quedó muy claro fue lo de tener que empujar la moto pues realmente no parece que por allí hubiese nadie a quien molestar. Una vez Apsley dejó sus datos en recepción el paso siguiente fue sentarnos en un escalón en una zona de edificios que colindaba con la zona de acampada a echarnos un pitillo casi sin hablar. Empezamos a desembalar los bultos para comenzar con la instalación del campamento. Otra vez conté con la inestimable colaboración de Pi, pues suya era la tienda en la que dormiríamos los dos y que como tal le toco montar; eso si yo le ayudaba con la linterna. Apsley montó la suya en un tiempo record ya que su “igloo” estaba tan acostubrada que se montaba sola. Colocamos todos los enseres dentro de las tiendas y una vez terminamos todo el trabajo tocó el turno de ir al baño u mingitorio, llámalo cómo quieras, a hacer lo imprescindible para la higiene humana.
He de hacer incapié en que para mis dos acompañantes fue una sorpresa ver que mi equipaje estba perfectamente colocado y planchado dado que mi esposa no me permite viajar si no estoy realmente provisto de lo imprescindible, toalla, jabón, peine, maquinilla de afeitar, papel higiénico, mudas como si tuviese que cambiarme tres veces al día, y lo más importante de todo… el pijama.
Tomamos camino hacia los servicios que por cierto estaban al otro lado del campamento, o por lo menos a mi me parecía que estaban a dos días a caballo, y comenzamos a asearnos cuando de repente me di cuenta de que no me había llevado mi “neceser” por lo que nos secamos al gélido frío nocturno por evaporación, y lo peor es que de repente me estaba “cagando”, lo cual no tendría que ser un problema salvo que después de inspeccionar todos los “tigres” nos dimos cuenta de que no había papel. Como no resistia más los retortijones me introduje en una de las cabinas mientras Apsley y Pi organizaron una batida para localizar algún períodico o similar, pero el tiempo pasaba y no regresaban… de repente oí sus voces escojonándose a reir y gritándo les pregunte que a que venian tantas risas a lo que me contestaron que no habían encontrado nada para limpiarme el culo y que estban pensando en una solución de crisis… Al instante sobrevolo mi cabeza una camiseta y sorprendido pude observar que era la que Pi llevaba puesta ese día, y la voz de él que me decía…—anda y toma que me tienes hasta los cojones—. Ni que decir tiene que en ese momento fue mi salvador ya que después de la experiencia de lavarse el careto con agua fría a las 4 de la madrugada y no poder secarte, estaba yo como para lavarme el culo y dejarlo secar a la intemperie… Poco después llegamos a la conclusión de que hubiera sido mucho más sencillo ir a la tienda a por los elementos necesarios.
Una vez nos metimos en los sacos y después de unos minutos de silencio le pedí a Pi que me rascara la espalda (sin mariconadas), lo que parece que colmo su paciencia y le incito a pronunciar en voz alta… —es que manda cojones, le dejo mi moto, mi casco, mi chupa, le monto la tienda al señor, le traigo el equipaje hasta la tienda para que el señor no ande descalzo, se limpia el culo con mi camiseta y ademas, el señor, quiere que le rasque la espalda, vete a la mierda— Lo peor fueron las risotadas que desde la tienda de Apsely se oían y que durarón aproximadamente 10 minutos.
Nos despertamos sobre las nueve de la mañana y mi primera idea fue si habria algún lugar para tomar café en un camping tan desierto y hubo suerte pues había un bareto tipo “pub” y en el que desayune un par de veces. Despues desmontar y partir hacia el Océano Atlántico…
Hicimos una pequeña visita turística al pueblo de Nazaré y nos sentamos en su paseo marítimo en la terrazita de una bar en el cual pasamos bastante tiempo. Del regreso sólo comentar que antes de entrar en Lisboa a Apsely casi le saca un autobús de la autopista al hacer un cambio de carril y que hicimos una parada para encontrarnos ya que parecíamos perdidos y que a Apsley parece que le molestó cuando le llame “Marcopolo de los cojones”, a día de hoy todavia no lo ha olvidado. Tambien reseñar que a Pi le pillarón “in fraganti” un grupo de 6 chicas que bajaron de un coche en una gasolinera, en calzoncillos mientras se cambiaba el pantalón del barbour y que sirvió para que nos riéramos un rato. También comentar que Pi le hizo un rodaje a la CB 250 pletórico, se colocaba a rebufo en las autopistas y rodaba a 150 k/h de crucero.
Llegamos a Madrid a la 1 de la madrugada del lunes y todo acabó. Comentar que tenía en mente que en casa me recibirían como un heroe y lo que ocurrío es que mi mujer y mis hijas estaban ya acostadas y durmiendo, por lo que sufrí mi cansancio en silencio. La ducha de agua calentita es una de las mejores que me he dado en mi vida y en mi mente me quedó la satisfacción de mi regreso del lado oscuro de esta forma tan impresionante, 1.300 kilómetros en 36 horas, y quizá lo más importante… ver que mis dos hermanos (si, somos hermanos) me dieron todo lo que tenían a su alcance para hacerme un poquito más feliz. Gracias.
Estaba trabajando en el estudio cuando sono una vez más el teléfono, fue un día infernal de llamadas, y al levantar el auricular oigo a Pi, que por aquel entonces trabajabamos juntos, planear con Apsley una salidita de fin de semana en moto. Están un rato “que si esto”, “que si aquello” y al terminar su conversación me cuenta que querían salir el sábado por la mañana a dar una vuelta por carreteras de segundo orden, alegando que son las má divertidas y pasar la noche en ruta para aprovechar bien el fin de semana.
Pasado un rato, Pi se me encara y me comenta… —¿Por qué no te vienes con nosotros¿— a lo que le contesto —mira tio, yo de paquete no voy ni a la vuelta de la esquina—, y él, muy decidido me dice, —podías ir en mi moto y yo me llevo la de mi parienta—. Después de un tira y afloja por aquello de que me parecía una decisión importante en mi vida, me convencio. No recuerdo que día de la semana era pero sería un miércoles o un jueves.
Ahora pasaba al primer escoyo, LA PARIENTA. Os podeis imaginar las escenas… cariño que peinado más bonito llevas hoy; quieres que te ayude en la casa; si quieres puedo hacer los recados; creo que esta noche deberíamos salir a cenar; en fin, parecia un urogallo en época de celo, mostrándome y contorneando mi cuerpo con la falsa idea de que mi mujer pensara —menudo tio tengo en casa— o algo así. Después de todo este derroche de medios por mi parte para parecer merecedor de tan importante evento, vino la pregunta del siglo…… —veras cariño es que los chicos están pensando en… en… en… salir a dar una vuelta este fin de semana y me han dicho que si me voy con ellos— (glup), evidentemente antes de la pregunta le desarrolle con pelos y señales como mi cuerpo necesitaba distracción por todo aquello relacionado con el estrés y esas cosas. Y sucedio… me dijo —¡vaaaale!
Ahora llegaba el momento de preocuparme por la equipación, pues después de tantos años sin “motear” pues todas mis pertenencias se resumían en unas simples botas deportivas de la marca Clice del año 1982 y, que al día de hoy, todavía conservo. Pero como siempre, Pi se saco su corazón del pecho y se dispuso a dejarme su chaqueta de Gore, los pantalones de barbour y creo recordar que su primer caso abatible, que por cierto me apretaba la “pelota” una barbaridad, el saco de dormir de su mujer y supongo que unos guantes.
Y por fin llegó el gran día. Nueve de la mañana del sábado. Pi viene a buscarme a casa con su flamante BMW R850R y vamos los dos subidos en ella hasta su garaje donde el recoge la Honda CB 250 de su mujer. Nos subimos los dos, yo en la BMW como un señor, hasta Colmenarejo, lugar donde quedamos con Apsley y su Suzuki GSX400E. Lo primero que nos esperaba al llegar a Colmenarejo fue colocar una gran jardinera en su ubicación pues nos estaban esperando para tal fin. El esfuerzo fue bestial pues esta pesaba 300 kilos. Una vez recuperamos el aliento, partimos por la carretera de El Escorial hacia el Cruz Verde, donde paramos a tomar un pinchito de torilla. Como primera etapa no estaba del todo mal; habíamos recorrido 17 kilómetros sin escalas. Una vez degustamos la “spanish hommelet” continuamos hacia Robledo de Chavela y de ahí tomamos unas carreteras increibles hasta la zona de Gredos. Es justo comentar que yo iba chupando rueda de mis dos compañeros de aventura y que estos a paso de crucero me iban dejando atrás sin yo poder solucionarlo; me dedicaba al pilotaje en cuerpo y alma y ni así era capaz de seguir a Pi con CB 250. Además tuve que hacer una pàrada forzosa ya que entre tantas curvas y la suspensión delantera de la BMW llegue a marearme… lo cual empezó a minar mi autoestima como motero.
Una vez hube parado en la carretera después de una parabólica y antecediendo a una pequeña recta, decidi poner la BMW sobre su caballete y ponerme en pie para comprobar si era una pura sensación o por el contrario tendría que meterme un bastoncillo de algodón hasta el yunque y destruirlo para poder continuar, pues como es lógico no estaba dispuesto a que dos jovenzuelos se “escojonaran” del recien regresado. Pasados unos instantes vi como Apsley y Pi daban un giro de 180º para regresar hasta mi posición, y las caras de preocupación se podía ver en su rostro; seguramente en su interior irían pensando que el “inepto” este nos va a jorobar el viajecito. Felizmente a los pocos minutos me encontraba de nuevo con mi equilibrio recuperado y con Pi dándome un cursillo sobre como acometer, trazar y abandonar una curva con la BMW y su suspensión delantera (esta no se hunde al entrar en una curva), y Apsley en vez de defenderme metía más leña al fuego, por lo que en vez de znimarme me sumió en un estado de poca estima por mi parte.
Otra vez estábamos en marcha y nuestra próxima parada iba a ser en El Tiemblo provincia de Ávila. Paramos en la salida del pueblo para hacer unas fotos y hecharnos un cigarrillo. Todo hubiera transcurrido con normalidad si no fuera por que después de hacer la foto, me empeñe en ponerme el cigarro por la parte encendida en los labios y, como consecuencia de tal acción, se me pusierón los morros como los de Tamara después de su operación para darles volumen. Ni que decir tiene que mi “recordatorio” para todos los santos fue pletórico. También he de comentar que este hecho no me ayudó nada para recuperar mi maltrecha autoestima, si no que actuó como un potenciador depresivo.
Una vez nos pusimos en marcha todos mis pensamientos circulaban al rededor de la idea de quién cojones me mandaría a mi meterme en estos saraos. Además el casco me apretaba y mi barbilla rozaba con la parte delantera del mismo y esto me hacia que se me enfriara. Decidimos acometer el Valle del Jerte por su zon norte para ir bajando hacia Plasencia. Lógicamente con el paso de los kilómetros mi habilidad, y por que no decirlo, mi genialidad para pilotar todo aquello que lleve dos ruedas, (o por lo menos es lo que yo pensaba), iba subiendo de manera prporcional a los kilómetros recorridos, y ello me permitía disfrutar de la conducción de manera increible.
La ruta que tomamos para llegar a Plasencia es de una belleza increible, la carretera es estrecha, de asfalto irregular y con curvas constantes, lo que te obliga a jugar mucho con el cambio y como es lógico, con la BMW y su bestial par, mi ventaja sobre mis adversarios era notable. He dicho adversarios porque en una carrtera como esta uno no tiene amigos, todo el tiempo te lo pasas evitando que ellos te quiten la mejor trazada, frenando de manera irracional para hacerle fallar en la salida de la curva y cosas de estas. Además la imagen que debimos dar debió de ser deplorable. No se me puede olvidar comentar como era la Suzuki de Apsley vista desde atrás…
Los escapes que llevaba montados Apsley esran unos Tecnomoto de esos que es un cilindro tipo silencioso de carreras de aluminio y para poder explicaros como estaban orientados lo mejor es ponerlo de la manera más gráfica. Si mirásemos los dos escapes de una moto desde atrás estos deberían estar en el mismo plano horizontal por lógica… pues no, en la moto de Apsely si los colocáramos sobre el mapa de España, el de la izquierda quedaría a la altura de Cáceres y, el de la derecha aproximadamente en Tarragona. ¡Precioso!, además sus alforjas potenciaban ese estravismo escapelar sobremanera, y además si le sumamos la sección de la rueda trasera de la moto es para ponerse a llorar; no estoy muy seguro de las medidas del ancho del neumático pero deben de ser un 110. El contraste era Pi con la CB 250. La moto estaba todavía en rodaje, la barriga cervezera de Pi llenaba gran parte del depósito de combustible de esta ,y esa postura de mensajero patentada por la Honda CB 250 daban al conjunto piloto/moto una de las mayores degradaciones que e visto en mi vida.
La carrera hacia Plasencia, ¡huy, perdón he dicho carrera!, el paseo rápido hacia Plasencia fue una experiencia inolvidable. El reagrupamiento en las curvas era total, y aprovechando las pequeñas rectas del recorrido las aceleraciones eran siempre las mismas, yo con la BMW machacaba en aceleración, Apsely se quedaba un poco respecto a la 850 y Pi las pasaba literalmente “putas” para seguir el ritmo, pero Pi no es de los que se amedrenta facilmente y lo que perdía en las aceleraciones lo ganaba en las frenadas. Era todo un poema ver las apuradas de frenada de Pi con la Honda, la suspensión delantera rebotaba como si fuera el botón de un bolígrafo y la rueda trasera peleaba por no perder el contacto con el asfalto. Sin embargo la suspensión de la Suzuki me recordaba a un Citröen 2CV… era suavíisima pero iba dando botes de lado a lado de la carretera.
La secuencia de mayor impacto sucedio cuando tomamos una recta de unos 300 ó 400 metros y cuando Apsely y yo nos disponíamos a frenar para entrar en la siguiente curva, Pi nos pasó como una exalación tumbado a lo largo de la CB y que por causa de la risa al verlo casi logra que nos estrellemos. La imagen fue dantesca, el culo en la parte del sillín del pasajero, parte de la barriga repartida entre el asiento y el depósito, los pies en las estribera traseras del acompañante y la cabeza pegada a los relojes entre el manillar. Seguramente si alguien le hubera sacado ubna foto de ese instante estaría formando parte del Museo de Arte Contemporaneo de Nueva York.
Una vez Pi logro la primera posición del grupo, no sin antes haberse quebrado los dedos de la mano derecha y parte de los del pie para poder detener la Hondita y hacerse un “to tieso” en la curva, y dado que tanto Apsley como yo tardamos en perder el dolor de estómago de tanto reir, la marcha siguió su curso algo más tranquilos y aprovechamos para disfrutar de los paisajes que el Valle del Jerte ofrece. Merece la pena una escapada por esa zona pues además de sus paisajes, las cuestiones culinarias son de primer orden. El embutido de la zona es supremo y acompañado por el vino de pitarra entra aún mejor. Con esto en la cabeza, lo del comer, paramos para reponer fuerzas y repostar las motos.
No recuerdo el nombre del pueblo en el que paramos, pero debía de ser alguno colindante con Plasencia. La comida la tomamos como si fuera lo último que fuéramos a hacer en este cochino mundo. Nos pusimos hasta la bandera. Además durante esta aprovechamos para contar lo buenos que somos pilotando a los “rivales”… que si me molestas en las curvas, que si pareces una chicane móvil, que si no fuera en rodaje te ibas a enterar… en fin, esas cosas que se comentan entre amigos y que siempre aunque parecen bromas, se dejan entrever las verdades.
Una vez salimos del restaurante no quedó más remedio que hacer las fotos de rigor en las que hicimos mayor hincapié en fotografiarnos las barrigas después de haberlas llenado hasta la saturación. Para mi casi tenemos que utilizar un gran angular y para Pi lo utilizamos directamente ya que el quedo “oblongo” (palabra procedente del suagili que quiere decir “más ancho que alto”) después del jartón.
Una vez logre abrocharme el tres cuartos me cambié el casco por uno de tipo “jet” que llevaba entre los bultos, ya que como he dicho el que llevaba integral me apretaba la pelota y, como prevención, lo sumé al equipaje, además como la temperatura era benigna… Realmente el resto de la tarde fue tranquila y lo único reseñable fue una parada, que después de que Pi realizara su famoso gesto de poner el signo de la victoria con la mano hacia adentro y golpeándose la parte delantera del casco es obligatoria. Este famoso ejercicio de “mimo” significa —parate que me quiero fumar un cigarro—. Menos mal que no lo hace con el puño cerrado, pues la gente podría pensar que somos “fumadores de puros de rodillas?. En estos momentos de fumar, Pi aprovecho la coyuntura para relatarnos que estaba pasando una verdadera “crisis de par” motivado por el poco que su Hondita CB 250 le ofrecía. No paró hasta que nos hizo probar la Honda en varias ocasiones a Apsley y a mi aprovechando que la parada la hicimos en una especie de parking. Después estuvimos viendo unos pájaros enormes que nos sobrevolaban y llegamos a la conclusión de que no deberían ser buitres pues estos no tienen los nidos en las iglesias.
Seguimos con la ruta hasta que empezó a anochecer y llegamos al pueblecito que hace frontera con Portugal. Aprovechamos para tomar un café y hacer llamadas de teléfono desde una cabina ya que los móviles eran todavía del tamaño de una Sansonite y sólo para pudientes. Poco me podía imaginar que lo peor del viaje estaría por llegar. Me dolían los dolores… llevaba un montón de años sin viajar en una moto y me había hecho cuatrocientos y pico kilómetros pilotando una moto enorme y todavía me quedaban Dios sabe cuantos… Menos mal que era una BMW, la moto más cómoda que he probado en mi vida. Mi ego se restableció un poco cuando parado en un semáforo se hizo un corrillo de chavales y chavalas admirando mi montura y exclamando frases como “mira que moto más grande”, “que envidia, como me gustaría tener una” y cosas así.
Una vez cruzamos la frontera y tomamos carreteras comarcales, en Portugal no existían de otro tipo, empecé a notar un bajón moral acojonante, me sentía como una mierda, estaba agotado, empezaba a hacer frío, el casco me apretaba, la pantalla se me empañaba, nos perdíamos constantemente y mi paciencia no soportaba tamaña tortura dado que cada vez parecía que estábamos más lejos de nuestro destino. Apsley y Pi me engañaban como a un niño en cada parada para mirar el mapa y me decían —deben de quedar como 100 kilómetros— Por fin llegamos a un pueblo bastante grande y deberían ser las 10 ó las 11 de la noche. Después de pulular por dicho pueblo encontramos un restaurante tipo autoservicio que debía de estar de moda por aquel entonces. La primera dificultad fue colocar la moto sobre el caballete en una calle más empinada que la picha de Stallone en su época porno. Además tenía la sensación de que nos iban a quitar el equipaje del portabultos atado con pulpos. Entramos en el restaurante y en su interior nos encontramos con mesas llenas de jóvenes dieciochoañeros de ambos sexos; nuestra entrada fue triunfal, de estas que se ven en las películas del oeste americano… se hizo el silencio y nos miraban hasta los camareros… Esto en vez de relajar mis nervios, ya hechos polvo, supuso un nuevo revés en mi psicología. Me sentía observado, notaba como la gente me retaba con la mirada al modo de Clint Eastwood… pensaba que de allí saldríamos a hostias. Menos mal que contaba con la protección de Pi y Apsley que me aconsejaban constantemente y me hacían ver que me había vuelto paranoico. Una vez me recupere del flash, me dispuse a pedir la cena en la barra del autoservicio y mi sorpresa fue mayúscula al ver que no entendía absolutamente nada de lo que ponía en la carta. Después de consultar con mis compañeros la conclusión fue que pidiera lo que me saliera de los “cojones” de manera literal. Supongo que estarían un poco susceptibles por mi estado psicológico y anímico.
No recuerdo los nombres de los platos que pedí pero con total seguridad no cambie de sección de la carta pues cenamos tortilla de huevos, huevos cocidos con una salsa, una especie de ensaladilla de huevos y huevos fritos… Todo esto ni que decir tiene que seguía horadando mi autoestima a niveles de los más bajos de mi mísera existencia.
Una vez que acabamos con toda la producción de huevos de la cabaña avícola lusa y después de tomar unos cafetitos, por cierto riquísimos, pasamos al primer grado al que me sometiron mis compañeros de viaje para dar explicación a mi estado psíquico. Me hicieron un desglose de todas las cosas que pasan dentro del moterismo y la conclusión fue tajante… tenia un “MURITO”, forma de llamar al estado anímico que, afectado por los estímulos externos y sumados a una inseguridad personal transitoria, dan como resultado una paranoia temporal acompañado de cansancio, hastio y jilipoyez extremas.
Una vez resuelto el tema del “murito” que no por conocido, deja de ser molesto, reemprendimos la marcha hacia nuestro destino. Hay que recordar, que antes de salir de la población en cuestión, un grupo de “treceañeros”, aprovechando la parada en un semáforo, intento agenciarse de los bultos que llevaba en el portaequipajes de la BMW y no lograron su objetivo al percatarme de ello y hacerme un 400 salida parada en 12”…
Llévabamos un rato rodando por una carretera que más que eso, parecía una pista de “speedway” pues tenía en su firme mucha más grava que asfalto y cuyos arcenes eran completamente arenosos, cuando por mi retrovisor empezaban a aparece luces vibrando a lo lejos y que se acercaban bastante deprisa. Eran unas catorce o quince lucecitas y en un abrir y cerra de ojos me empezaron a adelantar. Detrás de cada luz en cuestión iban una superbike alucinante y subidos en ellas unos elementos, algunos de ellos con “paquete” vestidos de “sábado noche”, uniforme oficial de la movida portuguesa nocturna y se bislumbraba camisas ondeando al viento y las “chorvas” con sus top de tirantitos y melenas al viento. Esto no hubiera tenido la menor importancia de no ser porque nos adelantaron sin portar la mayoría de ellos casco y porque nos debieron de pasar a 180 k/h en una noche cerrada, por una carretera que parecía un camino de cabras y porque hacía un frío del carajo. Verdaderamente que quede impresionado.
Poco después entramos en una autopista (de las de verdad), no sin antes perdernos un rato, y al final de dicho tramo, nos encontramos con una parada del peaje, el cual abonamos y aprovechamos la zona de descanso para fumarnos un cigarrillo y comentar el adelantamiento de los descerebrados de hacía un rato. Entre el bla bla y el fumar, se empezo a oir un ruido celestial e impresionados giramos las cabezas hacia donde surgia tal música y precenciamos como se ahorran los portugueses el peaje. El ahorrador, para nuestra sorpresa, una vez pasado el peaje se aproximo a nosotros y paro para darnos un poquito de charla. Hay que comentar que llevaba de paquete a una estupenda señorita de pantalón vaquero prieto, zapatos con tacón de aguja, top ajustado y haciendo juego una chupa de cuero “Kevin Scwantz” por encima del top y con una cara de descomposición por el frío del copón. Nuestra sorpresa se multiplicó al ver la moto del “ahorrador” de cerca; debía de llevar en personalización más de dos millones de las antiguas pelas. Una Honda CBR 900 con escape 4 en 1 bajo el colín, colín tipo GP cerrado por la parte inferión, tornillería de magnesio, cúpula ahumada del color de la moto, yantas especiales, frenos Brembo serie oro, la leche… Luego nos explico que en Portugal hay una puerta del peaje que se controla por cámara para los residentes y que así estos no tiuenen que parar en el puesto, y que el truci para no pagar es pasar por dicvho lugar a más de 140 k/h porque así a la cámara no le da tiempo a ver tu pegatina de autorización, además llevaba una matrícula minimalista y para colmo esta estba montada sobre una visagra para que fuera de manera horizontal al ondar con el viento. Todo un elemento. Al igual que llegó el muchacho y su acompañante se marchó, haciendo un ruido impresionante y dejándonos con la boca abierta.
Reemprendimos la marcha y creo que mi mente lo único que recuerda de este tramo era el olor que producían los vertederos incendiados de cada pueblo por el que pasábamos. ¡Ah! se me olvidaba comentar el incidente de Apsley con un borracho en un pueblecito de la zona. Parece que Apsley tiene cierta predisposición a que los borrachos agan amistad con él. El único problema fue desacernos de su ingrta compañía pues estaba pesadísimo y no nos dejaba nia capa ni espada.
Poco después… serían la 4 de la madrugada del domingo, llegamos a nuestro destino, un camping que no tenía ninguna iluminación y parecía que estaba cerrado a cla y canto. Apsley fueel primero en bajar de la moto y llamar a un timbre que había al lado de una gran veja de hierro y al poco aparecio un hombra de aspecto nórdico que hablaba un castellano perfecto, pues al hablar con Apsley así me pareció. Nos abrió al portón y nos dijo que pasáramos las motos empujándolas sin arrancar. Con lo cansado que estaba y el remate era empujar una BMW que no es ligera precisamente por un camino de gravilla… menos mal que Pi se apiadó de mi e hizo el el trayecto en cuestión.
Lo que no me quedó muy claro fue lo de tener que empujar la moto pues realmente no parece que por allí hubiese nadie a quien molestar. Una vez Apsley dejó sus datos en recepción el paso siguiente fue sentarnos en un escalón en una zona de edificios que colindaba con la zona de acampada a echarnos un pitillo casi sin hablar. Empezamos a desembalar los bultos para comenzar con la instalación del campamento. Otra vez conté con la inestimable colaboración de Pi, pues suya era la tienda en la que dormiríamos los dos y que como tal le toco montar; eso si yo le ayudaba con la linterna. Apsley montó la suya en un tiempo record ya que su “igloo” estaba tan acostubrada que se montaba sola. Colocamos todos los enseres dentro de las tiendas y una vez terminamos todo el trabajo tocó el turno de ir al baño u mingitorio, llámalo cómo quieras, a hacer lo imprescindible para la higiene humana.
He de hacer incapié en que para mis dos acompañantes fue una sorpresa ver que mi equipaje estba perfectamente colocado y planchado dado que mi esposa no me permite viajar si no estoy realmente provisto de lo imprescindible, toalla, jabón, peine, maquinilla de afeitar, papel higiénico, mudas como si tuviese que cambiarme tres veces al día, y lo más importante de todo… el pijama.
Tomamos camino hacia los servicios que por cierto estaban al otro lado del campamento, o por lo menos a mi me parecía que estaban a dos días a caballo, y comenzamos a asearnos cuando de repente me di cuenta de que no me había llevado mi “neceser” por lo que nos secamos al gélido frío nocturno por evaporación, y lo peor es que de repente me estaba “cagando”, lo cual no tendría que ser un problema salvo que después de inspeccionar todos los “tigres” nos dimos cuenta de que no había papel. Como no resistia más los retortijones me introduje en una de las cabinas mientras Apsley y Pi organizaron una batida para localizar algún períodico o similar, pero el tiempo pasaba y no regresaban… de repente oí sus voces escojonándose a reir y gritándo les pregunte que a que venian tantas risas a lo que me contestaron que no habían encontrado nada para limpiarme el culo y que estban pensando en una solución de crisis… Al instante sobrevolo mi cabeza una camiseta y sorprendido pude observar que era la que Pi llevaba puesta ese día, y la voz de él que me decía…—anda y toma que me tienes hasta los cojones—. Ni que decir tiene que en ese momento fue mi salvador ya que después de la experiencia de lavarse el careto con agua fría a las 4 de la madrugada y no poder secarte, estaba yo como para lavarme el culo y dejarlo secar a la intemperie… Poco después llegamos a la conclusión de que hubiera sido mucho más sencillo ir a la tienda a por los elementos necesarios.
Una vez nos metimos en los sacos y después de unos minutos de silencio le pedí a Pi que me rascara la espalda (sin mariconadas), lo que parece que colmo su paciencia y le incito a pronunciar en voz alta… —es que manda cojones, le dejo mi moto, mi casco, mi chupa, le monto la tienda al señor, le traigo el equipaje hasta la tienda para que el señor no ande descalzo, se limpia el culo con mi camiseta y ademas, el señor, quiere que le rasque la espalda, vete a la mierda— Lo peor fueron las risotadas que desde la tienda de Apsely se oían y que durarón aproximadamente 10 minutos.
Nos despertamos sobre las nueve de la mañana y mi primera idea fue si habria algún lugar para tomar café en un camping tan desierto y hubo suerte pues había un bareto tipo “pub” y en el que desayune un par de veces. Despues desmontar y partir hacia el Océano Atlántico…
Hicimos una pequeña visita turística al pueblo de Nazaré y nos sentamos en su paseo marítimo en la terrazita de una bar en el cual pasamos bastante tiempo. Del regreso sólo comentar que antes de entrar en Lisboa a Apsely casi le saca un autobús de la autopista al hacer un cambio de carril y que hicimos una parada para encontrarnos ya que parecíamos perdidos y que a Apsley parece que le molestó cuando le llame “Marcopolo de los cojones”, a día de hoy todavia no lo ha olvidado. Tambien reseñar que a Pi le pillarón “in fraganti” un grupo de 6 chicas que bajaron de un coche en una gasolinera, en calzoncillos mientras se cambiaba el pantalón del barbour y que sirvió para que nos riéramos un rato. También comentar que Pi le hizo un rodaje a la CB 250 pletórico, se colocaba a rebufo en las autopistas y rodaba a 150 k/h de crucero.
Llegamos a Madrid a la 1 de la madrugada del lunes y todo acabó. Comentar que tenía en mente que en casa me recibirían como un heroe y lo que ocurrío es que mi mujer y mis hijas estaban ya acostadas y durmiendo, por lo que sufrí mi cansancio en silencio. La ducha de agua calentita es una de las mejores que me he dado en mi vida y en mi mente me quedó la satisfacción de mi regreso del lado oscuro de esta forma tan impresionante, 1.300 kilómetros en 36 horas, y quizá lo más importante… ver que mis dos hermanos (si, somos hermanos) me dieron todo lo que tenían a su alcance para hacerme un poquito más feliz. Gracias.