Mithruxton
05-28-2007, 03:54 PM
Pues nada, familia, después de mi aventura con el animalito de la semana pasada, (muchas gracias de nuevo a todos), y que concluyó con un viernes frenético, porque me lo recogieron "in extremis" haciéndome cargo yo de todos los gastos de vacunación y de envío a Holanda, (era un galgo), pues me pude ir de viaje a Albacete con mi mujer para celebrar el aniversario..... menos mal.... estaba super agobiado. :? 8-)
En fin, por otro lado, he recibido el boletín trimestral de una de las asociaciones de animales de las que soy socio ARCA, y he pedido que me lo envíen en un formato electrónico, para poderlo difundir, con permiso, porque me parece interesante la reflexión. :wink:
Es un poco tocho, pero para el que le gusten los animales supongo que le interesará, a los otros...... supongo que no.... :P
Se trata de un artículo que a su vez fue publicado en uno de los boletines de ASANDA. Ojo, el artículo NO es mío :)
Espero os interese: :)
Está un poco con las tabulaciones mal porque lo he exportado de un pdf, zorry! :oops:
Y tú ¿de quién eres?
Ejerciendo las labores propias de mi profesión, me correspondió hace poco asistir a la declaración de un individuo al que se acusaba de haber entrado en una finca para robar unos perros, más concretamente unos galgos. Al concluir la declaración, y como quiera que uno está sensibilizado con esas cuestiones, pregunté al imputado si era galguero y cazador, a lo que
me contestó que sí. Me interesé entonces por que me aclarara si él había sido testigo de los crueles ahorcamientos a los que se sometía a los galgos, respondiendo que eso concretamente no lo
había presenciado, pero (sin darle mayor importancia) que sí había visto como algún cazador decepcionado con las prestaciones de su galgo, lo había amarrado al parachoques de su todo-terreno arrastrándolo después, hasta su muerte por despedazamiento.
Como insisto, en un principio, lo contaba como lo más normal del mundo, si bien, y como me pareció que sus palabras eran más fruto de la ignorancia que de otra cosa, comencé a inquirirle si verdaderamente no le parecía mal, si le gustaría que sus perros tuvieran ese final, si había pensado alguna vez en el sufrimiento del pobre animal...etc. Trató de irme contestando como pudo, pero al final se derrumbó muy compungido, casi llorando, y admitiendo (creo que sinceramente) que se trataba de un acto de cobarde crueldad.
Sirva la anterior anécdota para demostrar que ciertas personas son capaces de variar su punto de vista acerca del respeto a los animales, bastando para ello que se les muestren las cosas como son y haciéndole alguna que otra pregunta comprometida.
No obstante, no todo el mundo es capaz de sufrir esa transformación, debiendo darse ciertos condicionantes para ello.
Soy bastante enemigo de etiquetar a las personas por la simplificación intelectual que ello comporta, pero al hilo de esto, y según mi criterio, los seres humanos son susceptibles de ser encuadrados en cinco categorías con respecto a la posición que adopten frente a la crueldad hacia los animales:
1.- El sádico.
2.- El maltratador utilitario o instrumental.
3.- La mayoría pasiva no animalista.
4.- La mayoría pasiva animalista.
5.- El animalista militante.
Analicemos las características de estos grupos, uno a uno:
EL SÁDICO.
Es aquel sujeto que siente un placer gratuito al causar dolor, sufrimiento, tortura o incluso muerte cruel a un animal. La nota principal es que comete la crueldad de forma gratuita, esto es, sin obtener a cambio beneficio de ningún género, al menos entendible para el común de los mortales. Es la crueldad por el placer de la crueldad. Como ejemplo tenemos a esos repugnantes individuos que pueden tener el estómago suficiente para quemar vivo a un gato o, en una intensidad menor, viendo un perro por la calle o un pato en un estanque, le tiran una piedra por la simple satisfacción de hacer puntería y/o comprobar qué temor infunden en el animal; la diferencia entre uno y otro, para mi punto de vista, radica sólo en la intensidad de la acción, no en el propósito, que es exactamente el mismo.
Estos sujetos no esperan una utilidad o ventaja en el maltrato y pueden ser calificados sin mayores tapujos de criminales cobardes; es más, pienso que si su sadismo se vuelca sobre los animales y no sobre otros seres también indefensos como niños, disminuidos o ancianos, es simplemente por temor a la represión jurídico-social que ampara a éstos bastante y a los animales prácticamente nada. Lo dicho, unos cobardes. Siendo más indulgente, y en función de un planteamiento que no tengo necesariamente por qué compartir, pueden ser vistos estos energúmenos como enfermos mentales, pero para eso considero que doctores tiene la iglesia (o mejor dicho, el SAS) y prefiero que se pronuncien ellos. En cualquier caso, la cárcel o el tratamiento psiquiátrico es a lo que se hacen justos acreedores estos degenerados.
EL MALTRATADOR UTILITARIO.
Por realizar una definición, el maltratador instrumental es, ante todo, un maltratador y, en este sentido, puede realizar y de hecho realiza, todas las crueldades que describíamos en el anterior tipo; vejar, maltratar, herir, torturar o matar animales. Pero le distingue del sádico el hecho de que obtiene una utilidad, compensación o satisfacción relativamente entendible (aunque nunca compartible) por el resto de la comunidad, pudiendo esajustificaciónresidir en una diversidad de motivos, todos ellos supuestos:
estéticos (la lidia del toro), deportivos (caza), de venganza (envenenar al perro del vecino), de utilidad (mulo tirando de un carro de feria con diez personas montadas), de tradición o demostración de virilidad (festejos con animales), de comodidad (abandono de mascotas) y, la mayoría de las veces, económicos (caza, toros...). También asimilo a esta categoría de sujetos los que llamo maltratadores condicionado, que serían los que en estado normal no se molestarían en maltratar a un animal pero bajo el mínimo influjo de drogas o alcohol los lleva fácilmente a ello, lo cual es muy habitual en los bárbaros festejos de tantos pueblos. En ambos casos, resalta el desprecio hacia el sufrimiento ajeno, aunque sea de un animal, a cambio de una supuesta utilidad que normalmente es insignificante, subjetiva, injusta, inclemente y en todo caso inmoral. Pero más todavía llama la atención el egoísmo, ya que este tipo de individuos, aunque por simple comodidad no gastarían un ápice de energía en torturar a un animal en estado de reposo, no dudarán en hacerlo con un par de copas encima o ante el menor atisbo de poder obtener una satisfacción o ventaja personal, por mínima que sea, y así lo considere unánimemente la sociedad. Dos ejemplos: un cazador deportivo (imposible maridaje de palabras), considera que la injusta satisfacción que dura un segundo de acertar en el blanco es infinitamente superior al justo gozo que sentiría el animal de poder seguir con vida. El aficionado a los toros considera que el supuesto riesgo y arte que el banderillero pone en juego justifica clavar un hierro de varios centímetros en la espalda de un ser vivo.
Destaco, de manera singular dentro de este grupo, a los que abandonan a sus mascotas (fruto normalmente de un capricho suyo o concedido a la familia) porque para sentirse más cómodos no dudan en condenar a una muerte cruel y segura, aunque lenta, a quien ha sido un miembro más de la familia. En estos individuos se evidencia, además de su egoísmo, su irresponsabilidad e incapacidad para el compromiso ya que, por supuesto, siempre es preferible quien no tiene mascotas a quien lleva a cabo una tenencia irresponsable.
LA MAYORÍA PASIVA NO ANIMALISTA.
Este grupo se compone de personas que condenarían claramente a los sádicos y cuya sensibilidad en sentido genérico les impide maltratar animales e incluso presenciar el maltrato. Pero para ellos es una cuestión de sensibilidad y de estética, no de ética ni de justicia: no van, por ejemplo, a corridas de toros; pero no lo hacen por solidaridad con el torturado, sino porque les parece, simplemente, un espectáculo desagradable, lo cual es muy lógico. Pero ocurre que este grupo (compuesto por personas que tienen claro lo que está bien y lo que está mal, pero en no pocas ocasiones seres pusilánimes o de poco criterio) es fácilmente sugestionable por los engañosos argumentos que los maltratadores instrumentales inventan para justificar su cruel egoísmo. Así, por ejemplo y tratando del submundo taurino, se dejan embaucar fácilmente por los demostradamente falsos argumentos de que los toros son parte de la esencia de España, que gracias a ellos existe el toro, el arte, el riesgo del torero y demás poesía barata que se suelen gastar los aficionados a la vergüenza nacional para justificar su indecente afición. Con relación a la defensa animal, más allá de las corridas de toros, suelen argumentar que no es lógico defender los derechos de los animales con el hambre que existe en África, que es tanto como decir que todos los ladrones deben permanecer libres hasta que que todos los asesinos no se hallen en la cárcel. Lo mejor que se puede decir de las personas que se encuentran en este grupo es que no tienen relación con los animales (ni buena ni mala) y que igual que están abiertas a absorber sofismas que justifican la tortura, pueden estarlo a escuchar y compartir argumentos pro animalistas.
LA MAYORÍA PASIVA ANIMALISTA.
El ciudadano pasivo animalista puede tener o no animal de compañía, pero sobre todo comparte que el maltrato y la crueldad hacia ellos es siempre condenable; y no sólo por cuestiones estéticas o de sensibilidad personal, sino por razones de estricta justicia y moralidad y de respeto a la vida de todo ser vivo. Lo peor que se puede decir de este colectivo es que a veces se cohibe de censurar conductas de crueldad por creer no tener argumentos para ello, por lo que no es infrecuente que encontremos a un animalista pasivo comprendiendoel abandono de un perro o diciendo algo tan incongruente como que las corridas de toros son una completa crueldad y que le da mucha pena del toro, pero que el valor y el riesgo - supuesto - del torero las hace aceptables.
EL ANIMALISTA ACTIVISTA.
Eres tú, que pierdes o ganas tu tiempo en leer estas líneas porque te interesa la defensa de los animales. Todo admite grados, pero para considerarse un activista animal no es preciso que te encadenes a nada, ni que participes en ninguna manifestación. Basta que emplees algo de tu tiempo o de tu esfuerzo en hacer de éste un mundo más justo en nuestras relaciones con los seres irracionales. Conectando las anteriores definiciones con la anécdota que abría este artículo, entiendo y considero que los dos primeros grupos (sádicos y maltratadores utilitarios) son completamente irrecuperables para la sociedad. Los primeros por razones psiquiátricas o de instinto criminal, por lo que le cedemos el tratamiento a las autoridades judiciales. Los segundos porque su egoísmo les impedirá en todo momento dar su brazo a torcer por más que la realidad y la sociedad evidencien lo inhumano de sus prácticas. Para ellos sólo podemos pedir leyes menos tolerantes, aunque bien pensado, sobraría por ahora con que se cumplieran las que existen.
Pero en las mayorías pasivas es donde debemos cifrar nuestras esperanzas, porque son, por definición personas sin prejuicios o, si los tienen, están poco cimentados, razón por la cual nunca debemos perder la ilusión de que un pasivo no animalista termine siendo un animalista convencido, o de que un animalista pasivo de un paso al frente, convirtiéndose en alguien comprometido por la causa. Y he ahí una labor extremadamente importante que ningún animalista debería descuidar: EL PROSELITISMO.
Nunca perdáis ocasión de exponer vuestro punto de vista sobre la cuestión del maltrato animal.
Nunca cejéis en el empeño de afear conductas indecentes y, sobre todo, cada vez que surja el tema del respeto hacia los animales, no olvidéis las categorías humanas que antes expuse y preguntadle a vuestro interlocutor: ¿Y tú de quién eres?
Miguel Ángel Martín, abogado.
Artículo extraído del boletín nº 67 de ASANDA.
En fin, por otro lado, he recibido el boletín trimestral de una de las asociaciones de animales de las que soy socio ARCA, y he pedido que me lo envíen en un formato electrónico, para poderlo difundir, con permiso, porque me parece interesante la reflexión. :wink:
Es un poco tocho, pero para el que le gusten los animales supongo que le interesará, a los otros...... supongo que no.... :P
Se trata de un artículo que a su vez fue publicado en uno de los boletines de ASANDA. Ojo, el artículo NO es mío :)
Espero os interese: :)
Está un poco con las tabulaciones mal porque lo he exportado de un pdf, zorry! :oops:
Y tú ¿de quién eres?
Ejerciendo las labores propias de mi profesión, me correspondió hace poco asistir a la declaración de un individuo al que se acusaba de haber entrado en una finca para robar unos perros, más concretamente unos galgos. Al concluir la declaración, y como quiera que uno está sensibilizado con esas cuestiones, pregunté al imputado si era galguero y cazador, a lo que
me contestó que sí. Me interesé entonces por que me aclarara si él había sido testigo de los crueles ahorcamientos a los que se sometía a los galgos, respondiendo que eso concretamente no lo
había presenciado, pero (sin darle mayor importancia) que sí había visto como algún cazador decepcionado con las prestaciones de su galgo, lo había amarrado al parachoques de su todo-terreno arrastrándolo después, hasta su muerte por despedazamiento.
Como insisto, en un principio, lo contaba como lo más normal del mundo, si bien, y como me pareció que sus palabras eran más fruto de la ignorancia que de otra cosa, comencé a inquirirle si verdaderamente no le parecía mal, si le gustaría que sus perros tuvieran ese final, si había pensado alguna vez en el sufrimiento del pobre animal...etc. Trató de irme contestando como pudo, pero al final se derrumbó muy compungido, casi llorando, y admitiendo (creo que sinceramente) que se trataba de un acto de cobarde crueldad.
Sirva la anterior anécdota para demostrar que ciertas personas son capaces de variar su punto de vista acerca del respeto a los animales, bastando para ello que se les muestren las cosas como son y haciéndole alguna que otra pregunta comprometida.
No obstante, no todo el mundo es capaz de sufrir esa transformación, debiendo darse ciertos condicionantes para ello.
Soy bastante enemigo de etiquetar a las personas por la simplificación intelectual que ello comporta, pero al hilo de esto, y según mi criterio, los seres humanos son susceptibles de ser encuadrados en cinco categorías con respecto a la posición que adopten frente a la crueldad hacia los animales:
1.- El sádico.
2.- El maltratador utilitario o instrumental.
3.- La mayoría pasiva no animalista.
4.- La mayoría pasiva animalista.
5.- El animalista militante.
Analicemos las características de estos grupos, uno a uno:
EL SÁDICO.
Es aquel sujeto que siente un placer gratuito al causar dolor, sufrimiento, tortura o incluso muerte cruel a un animal. La nota principal es que comete la crueldad de forma gratuita, esto es, sin obtener a cambio beneficio de ningún género, al menos entendible para el común de los mortales. Es la crueldad por el placer de la crueldad. Como ejemplo tenemos a esos repugnantes individuos que pueden tener el estómago suficiente para quemar vivo a un gato o, en una intensidad menor, viendo un perro por la calle o un pato en un estanque, le tiran una piedra por la simple satisfacción de hacer puntería y/o comprobar qué temor infunden en el animal; la diferencia entre uno y otro, para mi punto de vista, radica sólo en la intensidad de la acción, no en el propósito, que es exactamente el mismo.
Estos sujetos no esperan una utilidad o ventaja en el maltrato y pueden ser calificados sin mayores tapujos de criminales cobardes; es más, pienso que si su sadismo se vuelca sobre los animales y no sobre otros seres también indefensos como niños, disminuidos o ancianos, es simplemente por temor a la represión jurídico-social que ampara a éstos bastante y a los animales prácticamente nada. Lo dicho, unos cobardes. Siendo más indulgente, y en función de un planteamiento que no tengo necesariamente por qué compartir, pueden ser vistos estos energúmenos como enfermos mentales, pero para eso considero que doctores tiene la iglesia (o mejor dicho, el SAS) y prefiero que se pronuncien ellos. En cualquier caso, la cárcel o el tratamiento psiquiátrico es a lo que se hacen justos acreedores estos degenerados.
EL MALTRATADOR UTILITARIO.
Por realizar una definición, el maltratador instrumental es, ante todo, un maltratador y, en este sentido, puede realizar y de hecho realiza, todas las crueldades que describíamos en el anterior tipo; vejar, maltratar, herir, torturar o matar animales. Pero le distingue del sádico el hecho de que obtiene una utilidad, compensación o satisfacción relativamente entendible (aunque nunca compartible) por el resto de la comunidad, pudiendo esajustificaciónresidir en una diversidad de motivos, todos ellos supuestos:
estéticos (la lidia del toro), deportivos (caza), de venganza (envenenar al perro del vecino), de utilidad (mulo tirando de un carro de feria con diez personas montadas), de tradición o demostración de virilidad (festejos con animales), de comodidad (abandono de mascotas) y, la mayoría de las veces, económicos (caza, toros...). También asimilo a esta categoría de sujetos los que llamo maltratadores condicionado, que serían los que en estado normal no se molestarían en maltratar a un animal pero bajo el mínimo influjo de drogas o alcohol los lleva fácilmente a ello, lo cual es muy habitual en los bárbaros festejos de tantos pueblos. En ambos casos, resalta el desprecio hacia el sufrimiento ajeno, aunque sea de un animal, a cambio de una supuesta utilidad que normalmente es insignificante, subjetiva, injusta, inclemente y en todo caso inmoral. Pero más todavía llama la atención el egoísmo, ya que este tipo de individuos, aunque por simple comodidad no gastarían un ápice de energía en torturar a un animal en estado de reposo, no dudarán en hacerlo con un par de copas encima o ante el menor atisbo de poder obtener una satisfacción o ventaja personal, por mínima que sea, y así lo considere unánimemente la sociedad. Dos ejemplos: un cazador deportivo (imposible maridaje de palabras), considera que la injusta satisfacción que dura un segundo de acertar en el blanco es infinitamente superior al justo gozo que sentiría el animal de poder seguir con vida. El aficionado a los toros considera que el supuesto riesgo y arte que el banderillero pone en juego justifica clavar un hierro de varios centímetros en la espalda de un ser vivo.
Destaco, de manera singular dentro de este grupo, a los que abandonan a sus mascotas (fruto normalmente de un capricho suyo o concedido a la familia) porque para sentirse más cómodos no dudan en condenar a una muerte cruel y segura, aunque lenta, a quien ha sido un miembro más de la familia. En estos individuos se evidencia, además de su egoísmo, su irresponsabilidad e incapacidad para el compromiso ya que, por supuesto, siempre es preferible quien no tiene mascotas a quien lleva a cabo una tenencia irresponsable.
LA MAYORÍA PASIVA NO ANIMALISTA.
Este grupo se compone de personas que condenarían claramente a los sádicos y cuya sensibilidad en sentido genérico les impide maltratar animales e incluso presenciar el maltrato. Pero para ellos es una cuestión de sensibilidad y de estética, no de ética ni de justicia: no van, por ejemplo, a corridas de toros; pero no lo hacen por solidaridad con el torturado, sino porque les parece, simplemente, un espectáculo desagradable, lo cual es muy lógico. Pero ocurre que este grupo (compuesto por personas que tienen claro lo que está bien y lo que está mal, pero en no pocas ocasiones seres pusilánimes o de poco criterio) es fácilmente sugestionable por los engañosos argumentos que los maltratadores instrumentales inventan para justificar su cruel egoísmo. Así, por ejemplo y tratando del submundo taurino, se dejan embaucar fácilmente por los demostradamente falsos argumentos de que los toros son parte de la esencia de España, que gracias a ellos existe el toro, el arte, el riesgo del torero y demás poesía barata que se suelen gastar los aficionados a la vergüenza nacional para justificar su indecente afición. Con relación a la defensa animal, más allá de las corridas de toros, suelen argumentar que no es lógico defender los derechos de los animales con el hambre que existe en África, que es tanto como decir que todos los ladrones deben permanecer libres hasta que que todos los asesinos no se hallen en la cárcel. Lo mejor que se puede decir de las personas que se encuentran en este grupo es que no tienen relación con los animales (ni buena ni mala) y que igual que están abiertas a absorber sofismas que justifican la tortura, pueden estarlo a escuchar y compartir argumentos pro animalistas.
LA MAYORÍA PASIVA ANIMALISTA.
El ciudadano pasivo animalista puede tener o no animal de compañía, pero sobre todo comparte que el maltrato y la crueldad hacia ellos es siempre condenable; y no sólo por cuestiones estéticas o de sensibilidad personal, sino por razones de estricta justicia y moralidad y de respeto a la vida de todo ser vivo. Lo peor que se puede decir de este colectivo es que a veces se cohibe de censurar conductas de crueldad por creer no tener argumentos para ello, por lo que no es infrecuente que encontremos a un animalista pasivo comprendiendoel abandono de un perro o diciendo algo tan incongruente como que las corridas de toros son una completa crueldad y que le da mucha pena del toro, pero que el valor y el riesgo - supuesto - del torero las hace aceptables.
EL ANIMALISTA ACTIVISTA.
Eres tú, que pierdes o ganas tu tiempo en leer estas líneas porque te interesa la defensa de los animales. Todo admite grados, pero para considerarse un activista animal no es preciso que te encadenes a nada, ni que participes en ninguna manifestación. Basta que emplees algo de tu tiempo o de tu esfuerzo en hacer de éste un mundo más justo en nuestras relaciones con los seres irracionales. Conectando las anteriores definiciones con la anécdota que abría este artículo, entiendo y considero que los dos primeros grupos (sádicos y maltratadores utilitarios) son completamente irrecuperables para la sociedad. Los primeros por razones psiquiátricas o de instinto criminal, por lo que le cedemos el tratamiento a las autoridades judiciales. Los segundos porque su egoísmo les impedirá en todo momento dar su brazo a torcer por más que la realidad y la sociedad evidencien lo inhumano de sus prácticas. Para ellos sólo podemos pedir leyes menos tolerantes, aunque bien pensado, sobraría por ahora con que se cumplieran las que existen.
Pero en las mayorías pasivas es donde debemos cifrar nuestras esperanzas, porque son, por definición personas sin prejuicios o, si los tienen, están poco cimentados, razón por la cual nunca debemos perder la ilusión de que un pasivo no animalista termine siendo un animalista convencido, o de que un animalista pasivo de un paso al frente, convirtiéndose en alguien comprometido por la causa. Y he ahí una labor extremadamente importante que ningún animalista debería descuidar: EL PROSELITISMO.
Nunca perdáis ocasión de exponer vuestro punto de vista sobre la cuestión del maltrato animal.
Nunca cejéis en el empeño de afear conductas indecentes y, sobre todo, cada vez que surja el tema del respeto hacia los animales, no olvidéis las categorías humanas que antes expuse y preguntadle a vuestro interlocutor: ¿Y tú de quién eres?
Miguel Ángel Martín, abogado.
Artículo extraído del boletín nº 67 de ASANDA.