pi
04-28-2004, 04:23 PM
Por fin voy a acabar mi relato de una vez, que ya va siendo hora, pero comprender que estas cosas hay que hacerlas con un poco de calma y no con una ejecutiva detrás de tu monitor, toda eufórica porque le han puesto un móvil de la empresa y ahora tiene que dar lo mejor de si misma tocándote los cojones. Y es que a veces no tener ordenador en casa es un trastorno.
Bueno, allá vamos:
Después de esperar una eternidad por fin diviso la inconfundible silueta de Apsley y su vieja Suzuki aparecer entre las tinieblas, trae un bote de aceite con un par de litros de combustible y tras echarlo en el depósito y escuchar a la BMW estornudar y toser por el tubo de escape unas cuantas veces (por cierto que feo era el tubo de escape de la BMW) conseguimos arrancarla. Con mucho cuidadito salimos del arcén congelado y unos 12 kilómetros mas adelante paramos en una gasolinera a repostar y comprar una bombilla para la amoto, hace un frio de mil demonios y para llegar hasta la gasolinera hay que recorrer una carreterita que esta totalmente congelada.
Tras fumarnos unos pitillos y volver a comentar una vez más porqué estábamos haciendo esto continuamos haciendo camino, aunque el ritmo desciende mucho debido al cansancio y al frio. Poco a poco y haciendo muchas paradas para recuperarnos llegamos a Burgos y 30 kilómetros más allá paramos de nuevo en una gasolinera.
Son las dos de la madrugada, el panorama es dantesco, según el termómetro de la gasolinera estamos a 14 grados bajo cero (de verdad), y el viento, que hizo aparición hace un buen rato debe ser de unos 80 km/h. (los que hagáis alpinismo/montañismo sabréis lo que significa el viento en estas circunstancias). En estas condiciones da igual que lleves Gore-Tex, forros polares y demás, llevamos 2.600 kilómetros en las espaldas y encima hay pocos coches en la carretera. El encargado de la gasolinera no da crédito a lo que esta viendo y las tres o cuatro personas que deambulan por la cafetería nos miran como si fuéramos marcianos.
Aún nos queda por recorrer toda la estepa que va desde Burgos hasta Somosierra y buscamos desesperadamente las rodadas de los camiones, ya que por donde pasan los camiones no se hace hielo con tanta facilidad. El tráfico de turismos es casi inexistente y como en una especie de túnel vamos pasando los kilómetros, sufriendolos uno a uno.
Por fin llegamos a Somosierra y todo está cubierto de nieve, las máquinas trabajan a lo largo del puerto y muy despacito lo sorteamos como podemos, la guardia civil que patrulla el puerto acompañando a las máquinas nos miran como si fuéramos enfermos mentales.
Paramos en la gasolinera de la Serna, el pobre dependiente nos prepara un café aunque la tienda está cerrada, me imagino que le dimos pena. Gema (mi mujer) no es capaz de sostener el vaso en sus manos debido a los temblores y nuestra situación es patética, sólo la cercanía a nuestra casa nos mantiene sobre las motos. Decididos a llegar del tirón subimos en las motos y reemprendemos el camino, ya no parariamos hasta llegar a casa. A 20 kilómetros de mi casa deseo meterme en una cama con todas mis fuerzas y los kilómetros se cuentan uno a uno.
Por fin entramos en Madrid, son las 5:30 de la madrugada, Apsley y yo nos damos la mano encima de la moto como los pilotos de carreras cuando estas acaban, no es para menos. Parada en casa para felicitarnos por la aventura que acabamos de realizar y despedirnos de Apsley y su novia que todavía tienen que ir hasta Colmenarejo.
Gema y yo nos metemos en la cama tapados por 3 mantas pero es imposible entrar en calor, por más que hacemos no conseguimos dormirnos, todavía estamos tiritando y queremos aprovechar las dos horas y media que nos quedan hasta que suene el despertador para ir a trabajar. Si amigos, porque el trabajo no entiende de aventuras.
P.D.
Al día siguiente nos enteramos que cerraron el puerto de Somosierra media hora después de pasar nosotros, Gema no pudo acudir al trabajo porque estaba totalmente agotada y vomitaba cada media hora. Apsley y Silvia se levantaron a trabajar pero la carretera que conecta Colmenarejo con la autovía de La Coruña estaba cerrada al tráfico y decidieron que era más interesante retozar en la cama el resto del día. Sólo el narrador acudió al trabajo y cumplio con su deber, era joven todavía…
Hoy no lo repetiría ni por dinero, nos metimos casi 3.000 kilómetros en el peor temporal de frio que se recuerda. Y lo conseguimos.
CON DOS COJONES, ¿VERDAD APSLEY?. Amueblar el palacio de la memoria es muy caro, pero merece la pena.
Bueno, allá vamos:
Después de esperar una eternidad por fin diviso la inconfundible silueta de Apsley y su vieja Suzuki aparecer entre las tinieblas, trae un bote de aceite con un par de litros de combustible y tras echarlo en el depósito y escuchar a la BMW estornudar y toser por el tubo de escape unas cuantas veces (por cierto que feo era el tubo de escape de la BMW) conseguimos arrancarla. Con mucho cuidadito salimos del arcén congelado y unos 12 kilómetros mas adelante paramos en una gasolinera a repostar y comprar una bombilla para la amoto, hace un frio de mil demonios y para llegar hasta la gasolinera hay que recorrer una carreterita que esta totalmente congelada.
Tras fumarnos unos pitillos y volver a comentar una vez más porqué estábamos haciendo esto continuamos haciendo camino, aunque el ritmo desciende mucho debido al cansancio y al frio. Poco a poco y haciendo muchas paradas para recuperarnos llegamos a Burgos y 30 kilómetros más allá paramos de nuevo en una gasolinera.
Son las dos de la madrugada, el panorama es dantesco, según el termómetro de la gasolinera estamos a 14 grados bajo cero (de verdad), y el viento, que hizo aparición hace un buen rato debe ser de unos 80 km/h. (los que hagáis alpinismo/montañismo sabréis lo que significa el viento en estas circunstancias). En estas condiciones da igual que lleves Gore-Tex, forros polares y demás, llevamos 2.600 kilómetros en las espaldas y encima hay pocos coches en la carretera. El encargado de la gasolinera no da crédito a lo que esta viendo y las tres o cuatro personas que deambulan por la cafetería nos miran como si fuéramos marcianos.
Aún nos queda por recorrer toda la estepa que va desde Burgos hasta Somosierra y buscamos desesperadamente las rodadas de los camiones, ya que por donde pasan los camiones no se hace hielo con tanta facilidad. El tráfico de turismos es casi inexistente y como en una especie de túnel vamos pasando los kilómetros, sufriendolos uno a uno.
Por fin llegamos a Somosierra y todo está cubierto de nieve, las máquinas trabajan a lo largo del puerto y muy despacito lo sorteamos como podemos, la guardia civil que patrulla el puerto acompañando a las máquinas nos miran como si fuéramos enfermos mentales.
Paramos en la gasolinera de la Serna, el pobre dependiente nos prepara un café aunque la tienda está cerrada, me imagino que le dimos pena. Gema (mi mujer) no es capaz de sostener el vaso en sus manos debido a los temblores y nuestra situación es patética, sólo la cercanía a nuestra casa nos mantiene sobre las motos. Decididos a llegar del tirón subimos en las motos y reemprendemos el camino, ya no parariamos hasta llegar a casa. A 20 kilómetros de mi casa deseo meterme en una cama con todas mis fuerzas y los kilómetros se cuentan uno a uno.
Por fin entramos en Madrid, son las 5:30 de la madrugada, Apsley y yo nos damos la mano encima de la moto como los pilotos de carreras cuando estas acaban, no es para menos. Parada en casa para felicitarnos por la aventura que acabamos de realizar y despedirnos de Apsley y su novia que todavía tienen que ir hasta Colmenarejo.
Gema y yo nos metemos en la cama tapados por 3 mantas pero es imposible entrar en calor, por más que hacemos no conseguimos dormirnos, todavía estamos tiritando y queremos aprovechar las dos horas y media que nos quedan hasta que suene el despertador para ir a trabajar. Si amigos, porque el trabajo no entiende de aventuras.
P.D.
Al día siguiente nos enteramos que cerraron el puerto de Somosierra media hora después de pasar nosotros, Gema no pudo acudir al trabajo porque estaba totalmente agotada y vomitaba cada media hora. Apsley y Silvia se levantaron a trabajar pero la carretera que conecta Colmenarejo con la autovía de La Coruña estaba cerrada al tráfico y decidieron que era más interesante retozar en la cama el resto del día. Sólo el narrador acudió al trabajo y cumplio con su deber, era joven todavía…
Hoy no lo repetiría ni por dinero, nos metimos casi 3.000 kilómetros en el peor temporal de frio que se recuerda. Y lo conseguimos.
CON DOS COJONES, ¿VERDAD APSLEY?. Amueblar el palacio de la memoria es muy caro, pero merece la pena.