JordiTrident
04-21-2004, 09:28 AM
AHÍ VA LA CONTINUACIÓN...
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Salimos del puerto y comenzamos a buscar el letrero de la E4, que era la carretera que debíamos coger. Nieve en las aceras y parques, una parte del puerto con barcas pequeñas de pescadores completamente congelado, pero el asfalto muy bien. Sólo debíamos vigilar desviaciones o cruces donde podía haber hielo acumulado, apartado por los mismos coches que circulan todos con ruedas de clavos.
Salimos de Helsinki hacia el norte por la autopista que te acerca hasta Lathi, a unos cien kilómetros de la capital. Una vez allí se acaba. Al llegar aquí, hacemos la primera parada, alguna foto, al lado se encuentra uno de los 8000 lagos que posee el país, naturalmente todos congelados, y entramos en un bar de una gasolinera. Fue uno de los peores contactos que tendríamos el resto de los días: los precios. Todo es absolutamente caro y de una calidad, viniendo de donde venimos, bastante pobre. El café no es café, la cerveza va por tipos, según la graduación alcohólica, y la más parecida a una Estrella, que es la más fuerte, está por las 300 ptas.. Un pequeño panecillo con queso y un trozo de pepino otras 300, en fin, más caro de lo que imaginábamos a pesar de los avisos.
Llegamos junto a un lago, que nos llamó la atención por la grande que era, para hacer alguna foto. Andamos por el hielo con cautela por si éste se rompía, cuando vimos un cartel de "peso máximo autorizado 2.000 kg". El lago, en invierno, es utilizado por los vecinos de un pueblo de la orilla para acortar la distancia a la nacional y ahorrarse la vuelta.
Continuamos carretera arriba y, viendo que ya llevábamos 250 kms. y el tiempo acompañaba, paramos en una especie de hotel juvenil a dormir. Aquí la cosa no está como para hacer acampadas salvajes; nos cuesta 3.000 ptas. por persona, eso sí: desayuno incluido y sauna gratis.
En el momento de parar comienza a esconderse el sol, y no son más que las tres y media; a esta latitud, el sol, si es que sale, lo hace sobre las diez y media, para desaparecer antes de las cuatro. Apenas tiene fuerza, pues se separa muy poco del horizonte, por lo que las variaciones de temperatura de las mínimas a las máximas no son muy significativas.
También nos enteramos de cómo se lo montan en los vehículos para no tener problemas con estas temperaturas. Todos sin excepción disponen de una resistencia en el cárter para deshacer el aceite; también le ponen un aditivo a la gasolina para evitar la congelación del poso y, como no, completísimos juegos de ruedas con distintas medidas de clavos, según se presente el invierno y los trayectos a realizar, obligados por la ley.
Viendo que íbamos mejor de tiempo de lo que pensábamos invertir para llegar a la concentración, por no haber encontrado grandes inconvenientes hasta el momento, decidimos llamar a Miquel, un catalán que vive en Finlandia desde hace cuatro años, casado con una finlandesa, y gran aficionado a las motos para ver si nos encontramos. El único inconveniente es que vive 150 kms. más al norte de la concentración, y nos dice que por esa parte las carreteras están bastante heladas. Nos arriesgamos llegando a su pueblo en un día, después de conducir los últimos cien kilómetros con un incesante "culeo", pero controlable.
Paramos en una pizzeria a esperar que llegue, y en eso que viene un fotógrafo y un periodista del diario local para hacernos una pequeña entrevista y dos fotos, pues no es demasiado corriente ver en esa época motoristas, y menos de tan abajo.
Al llegar Miquel, saludos, se presenta con el amigo Pekka, un taxista de la zona que vino un año de vacaciones en moto por nuestro país, y con quién estaremos casi dos días en su casa, conociendo más amigos y costumbres en esa época tan incómoda: surf de hielo; hockey sobre hielo en recintos donde solo hay que llenarlos de agua, que a los dos días está congelada; pesca de salmón en lagos donde hacen un agujero y...a esperar; paseos en bicis-trineos; y alguna copa y cerveza que después sudaremos en la sauna.
El amigo Pekka disponía, a título particular, de un taller que muchos que se dedican profesionalmente al tema quisieran tener. Desde máquina de pulir metales, a un torno, y es que aquí el invierno es largo y las horas de luz cortas, y para no aumentar el índice de natalidad en exceso, el personal se busca hobbies con que matar el tiempo, pero a lo grande. Así Miquel poseía una colección de unas doce motos antiguas que iba restaurando y poniendo a punto.
En el taller de Pekka pudimos solucionar el único inconveniente mecánico del viaje, que fue un cable aflojado de una bobina, cambiando el fastom, y encintándolo de nuevo.
Una noche fuimos a casa de Hanno, otro de los amigo de Miquel, planchista de profesión y radio aficionado, con quien estuvimos comiendo carne de un alce que había cazado recientemente y que por las fotos y la cornamenta se veía un bicho respetable. "Kiitos" por todo a Miquel, Pekka, Hanno, y respectivas famílias.
El viernes, cargamos y nos dirigimos hacia Vetelli, pueblo situado al sur y a cerca de 500 kms de Helsinki, que es donde este año se hace la concentración. Ésta siempre se realiza por miembros del Moto Club 69, pero cada año cambia de lugar. Así, el año pasado se hizo a unos 80 kms. de la capital y viendo el tiempo que hizo y lo fácil que resulto llegar ese año, decidieron llevarla para arriba, y aunque este invierno no sea muy duro, los kilómetros hacia el norte lo van endureciendo.
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CONTINUARÁ
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Salimos del puerto y comenzamos a buscar el letrero de la E4, que era la carretera que debíamos coger. Nieve en las aceras y parques, una parte del puerto con barcas pequeñas de pescadores completamente congelado, pero el asfalto muy bien. Sólo debíamos vigilar desviaciones o cruces donde podía haber hielo acumulado, apartado por los mismos coches que circulan todos con ruedas de clavos.
Salimos de Helsinki hacia el norte por la autopista que te acerca hasta Lathi, a unos cien kilómetros de la capital. Una vez allí se acaba. Al llegar aquí, hacemos la primera parada, alguna foto, al lado se encuentra uno de los 8000 lagos que posee el país, naturalmente todos congelados, y entramos en un bar de una gasolinera. Fue uno de los peores contactos que tendríamos el resto de los días: los precios. Todo es absolutamente caro y de una calidad, viniendo de donde venimos, bastante pobre. El café no es café, la cerveza va por tipos, según la graduación alcohólica, y la más parecida a una Estrella, que es la más fuerte, está por las 300 ptas.. Un pequeño panecillo con queso y un trozo de pepino otras 300, en fin, más caro de lo que imaginábamos a pesar de los avisos.
Llegamos junto a un lago, que nos llamó la atención por la grande que era, para hacer alguna foto. Andamos por el hielo con cautela por si éste se rompía, cuando vimos un cartel de "peso máximo autorizado 2.000 kg". El lago, en invierno, es utilizado por los vecinos de un pueblo de la orilla para acortar la distancia a la nacional y ahorrarse la vuelta.
Continuamos carretera arriba y, viendo que ya llevábamos 250 kms. y el tiempo acompañaba, paramos en una especie de hotel juvenil a dormir. Aquí la cosa no está como para hacer acampadas salvajes; nos cuesta 3.000 ptas. por persona, eso sí: desayuno incluido y sauna gratis.
En el momento de parar comienza a esconderse el sol, y no son más que las tres y media; a esta latitud, el sol, si es que sale, lo hace sobre las diez y media, para desaparecer antes de las cuatro. Apenas tiene fuerza, pues se separa muy poco del horizonte, por lo que las variaciones de temperatura de las mínimas a las máximas no son muy significativas.
También nos enteramos de cómo se lo montan en los vehículos para no tener problemas con estas temperaturas. Todos sin excepción disponen de una resistencia en el cárter para deshacer el aceite; también le ponen un aditivo a la gasolina para evitar la congelación del poso y, como no, completísimos juegos de ruedas con distintas medidas de clavos, según se presente el invierno y los trayectos a realizar, obligados por la ley.
Viendo que íbamos mejor de tiempo de lo que pensábamos invertir para llegar a la concentración, por no haber encontrado grandes inconvenientes hasta el momento, decidimos llamar a Miquel, un catalán que vive en Finlandia desde hace cuatro años, casado con una finlandesa, y gran aficionado a las motos para ver si nos encontramos. El único inconveniente es que vive 150 kms. más al norte de la concentración, y nos dice que por esa parte las carreteras están bastante heladas. Nos arriesgamos llegando a su pueblo en un día, después de conducir los últimos cien kilómetros con un incesante "culeo", pero controlable.
Paramos en una pizzeria a esperar que llegue, y en eso que viene un fotógrafo y un periodista del diario local para hacernos una pequeña entrevista y dos fotos, pues no es demasiado corriente ver en esa época motoristas, y menos de tan abajo.
Al llegar Miquel, saludos, se presenta con el amigo Pekka, un taxista de la zona que vino un año de vacaciones en moto por nuestro país, y con quién estaremos casi dos días en su casa, conociendo más amigos y costumbres en esa época tan incómoda: surf de hielo; hockey sobre hielo en recintos donde solo hay que llenarlos de agua, que a los dos días está congelada; pesca de salmón en lagos donde hacen un agujero y...a esperar; paseos en bicis-trineos; y alguna copa y cerveza que después sudaremos en la sauna.
El amigo Pekka disponía, a título particular, de un taller que muchos que se dedican profesionalmente al tema quisieran tener. Desde máquina de pulir metales, a un torno, y es que aquí el invierno es largo y las horas de luz cortas, y para no aumentar el índice de natalidad en exceso, el personal se busca hobbies con que matar el tiempo, pero a lo grande. Así Miquel poseía una colección de unas doce motos antiguas que iba restaurando y poniendo a punto.
En el taller de Pekka pudimos solucionar el único inconveniente mecánico del viaje, que fue un cable aflojado de una bobina, cambiando el fastom, y encintándolo de nuevo.
Una noche fuimos a casa de Hanno, otro de los amigo de Miquel, planchista de profesión y radio aficionado, con quien estuvimos comiendo carne de un alce que había cazado recientemente y que por las fotos y la cornamenta se veía un bicho respetable. "Kiitos" por todo a Miquel, Pekka, Hanno, y respectivas famílias.
El viernes, cargamos y nos dirigimos hacia Vetelli, pueblo situado al sur y a cerca de 500 kms de Helsinki, que es donde este año se hace la concentración. Ésta siempre se realiza por miembros del Moto Club 69, pero cada año cambia de lugar. Así, el año pasado se hizo a unos 80 kms. de la capital y viendo el tiempo que hizo y lo fácil que resulto llegar ese año, decidieron llevarla para arriba, y aunque este invierno no sea muy duro, los kilómetros hacia el norte lo van endureciendo.
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CONTINUARÁ